«Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres», Dice hoy Jesús en el Evangelio de hoy en un relato muy sencillo y bastante escueto (Mc 1, 14-20). Es que es lo único que basta que diga para que el corazón del que ha sido llamado se vaya tras él cuando ese corazón sintoniza con el suyo, con sus ideales, con sus sueños, con sus intereses. Seguir a Jesús requiere una sintonía total con él. No obstante, cuando empezamos a aplicar los principios de la llamada radical de Jesús a nuestra vida diaria, la tentación es preguntar ¿cuánto tenemos que dejar?; ¿qué parte de nuestro ser y quehacer tenemos que dar al Reino de Jesús?; o ¿cuánto tiempo tenemos que usar para los propósitos de Jesús? La respuesta es sencilla: ¡Todo! Vivir una vida radicalmente entregada a los propósitos de Jesús significa dar todo lo que somos, en nuestra vocación específica a su Reino y a su causa. Por eso hay, en la lista de los santos y de los beatos, innumerables hombres y mujeres de toda clase y condición.
Hoy la Iglesia celebra a uno de esos seguidores: San Hilario de Poitiers, en Aquitania —hoy Francia—, que vivió en tiempos del emperador Constancio, quien había abrazado la herejía arriana, y luchó denodadamente en favor de la fe acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, siendo desterrado, por esta razón, durante cuatro años a Frigia. San Hilario es famoso también porque compuso unos comentarios muy célebres sobre los Salmos y sobre el evangelio. Su primera obra titulada «Comentario al Evangelio», es el comentario más antiguo en latín que ha llegado de este Evangelio. Su obra dogmática más importante es: «De Trinitate», un tratado sobre la Santísima Trinidad, en el cual demuestra que las Sagradas Escrituras testimonian claramente la divinidad del Hijo, cosa que lo llevó a ser reconocido por eso, doctor de la Iglesia. San Hilario nació en Poitiers, Francia, a inicios del siglo IV, en una familia acomodada y recibió una muy buena formación literaria, pero al parecer, según los pocos datos que se tienen de su vida, no se formó en un ambiente cristiano sino que fue más grande cuando le fue dirigido el «sígueme». Fue bautizado hacia el 345 y elegido Obispo de su ciudad natal entre el 353 al 354.
Cuando se sigue al Señor uno tiene que entender que ese «sígueme» no nos ofrece seguridad económica, un pago, un éxito social, ni fama. El seguimiento consiste en remar contra el ambiente social dominante que ofrece precisamente seguridades que solo sirven por un tiempo determinado y que todas terminan al dejar este mundo, por eso el seguimiento exige compromiso, renuncia y valentía, cosas que no están muy en boga en nuestros tiempos. Mucha gente piensa que ese llamado que Jesús hizo a aquellos pescadores y que sigue haciendo en nuestros días es solamente a la vida sacerdotal, a la vida religiosa, a la vida consagrada, pero no es así. Jesús llama a todos, incluso y por supuesto a la mayoría del laicado que vive para transmitir el Evangelio en palabras y obras testimoniando la fe. Jesús llama a todos a seguirle en la vida diaria, tal como la vive la mayoría, en medio del mundo pero sin ser del mundo, pero siendo además sus mensajeros. Que María Santísima, seguidora fiel del Señor ayude a cada uno a seguir al Señor desde el lugar en el que la misma Providencia Divina le ha puesto. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
AMÉN.
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