Cerramos hoy la llamada «Octava de Navidad» con el primer día del año 2020 celebrando a María Santísima, la Madre de Dios. Como cada año celebramos también en este día la jornada mundial de la paz. El texto del Evangelio del día de hoy (Lc 2,16-21) nos sitúa de nueva cuenta ante el pesebre. Son ahora los pastores de Belén los que se acercan a Jesús, estos hombres y mujeres sencillos que son considerados parte de los últimos o de los pobres del pueblo y tantas veces despreciados por su oficio. La imagen de los pastores que corren presurosos al pesebre ante la noticia del nacimiento del Mesías nos recuerda a María Santísima cuando de igual manera corre presurosa ante la noticia del embarazo de su parienta Isabel. Los pastores se apresuraron, gracias a la manifestación del ángel y el coro celestial glorificando a Dios para ver aquello tan grande que se les había anunciado. Llegan llenos de ilusión, porque ahora había nacido verdaderamente el Salvador, el Mesías, el Señor que todo el mundo estaba esperando, y que ellos eran ahora los primeros en ir a adorarlo.
Nos acercamos nosotros también ante la Santa Madre de Dios y José su esposo para adorar nosotros también al Santo de los Santos y pedimos que Ella, la excelsa Madre de Dios haga realidad nuestros deseos de paz y felicidad (Num 6,22-27). El Papa Francisco, en la homilía de su primera misa de este nuevo año 2020 en la Basílica de San Pedro, lanzó una serie de preguntas que bien nos vienen aplicarnos. Él invitó a cada uno a preguntarse: «¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo? ¿Tengo al Señor en el centro de mi corazón?», ya que si queremos un mundo mejor —afirmó el Santo Padre—es necesario construir «una casa de paz y no un patio de batalla, y que nos importe la dignidad de toda mujer». ¡Qué manera tan hermosa de los pastores de reconocer la dignidad de la mujer que ha dado vida a Cristo (Gal 4,4-7) e invitarnos a ver en ella a toda mujer que es portadora de vida, portadora de paz! Todos estamos invitados de alguna manera a dar a luz a Cristo como portadores de la paz, por que Cristo, a quien los pastores ven en el regazo de María es el Príncipe de la Paz.
Esta fiesta de Santa María Madre de Dios, como dije al inicio de mi reflexión, cierra la Octava de Navidad, la fiesta de la vida (Lc 2,16-21) y nos deja una tarea: Ser en nuestra condición de discípulos–misioneros, como dice la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: «almas pacíficas y pacificadoras» que anuncien a todos le gozo del nacimiento del Salvador. Si cada uno de nosotros colaboramos a que todos nos acerquemos a adorar a Dios se aplacarán las guerras, se acabarán las discordias, pero, como asegura el Papa Francisco en su mensaje para Jornada de la Paz de este día: «Abrir y trazar un camino de paz es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y contradictorios». «En primer lugar —como dice el Santo Padre— es necesario apelar a la conciencia moral y a la voluntad personal y política. La paz —dice el Papa—brota de las profundidades del corazón humano». «El mundo —asegura Francisco en el mismo mensaje— no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz». Hoy celebramos a esa excelsa «Artesana de la paz» portadora de la paz de su Hijo Jesús para el mundo. Que ella nos ayude para que no solo este día, el primero del año, sino todo el 2020 y siempre podamos ser esas almas «pacíficas y pacificadoras» ¡Bendecido primer día del 2020 y bendecido cada uno de sus días!
Padre Alfredo.
P.D. Feliz Año a todos, mil y mil gracias a todos los que por medio de WhatsApp, Facebook, Twitter, mensajes de texto, e-mail y en mi blog padrealfredo.blogspot.com me han felicitado por el año nuevo. Si no respondo a sus saludos personalmente no es por «chocante» o «sangrón» sino por la imposibilidad de encontrar más tiempo para hacerlo. ¡Los abrazo y les agradezco a todos desde aquí, desde el rinconcito en donde el Señor me tiene!
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