Hoy que el Evangelio del día habla de la parábola del sembrador (Mc 4,1-20) quiero hablar de un beato que se celebra en Polonia este 29 de enero, se trata del Beato Bronislao Markiewicz, un sacerdote polaco fundador de la Congregación de San Miguel Arcángel, cuyo carisma es el trabajo y la templanza por el bien de la juventud más pobre. Bronislao nació el 13 de julio de 1842 en Galizia, al sur de Polonia, siendo el sexto de once hijos de una devota familia de clase media baja. Respondiendo al llamado del Señor, ingresó al Seminario Mayor en 1863, y cuatro años más tarde fue ordenado sacerdote. Inmediatamente destacó como un sembrador incansable de la Palabra de Dios en un arduo trabajo de algunos años de trabajo pastoral primero como vicario y después como párroco. A esas alturas de su vida, sintió el llamado a la vida religiosa y en 1885, con los debidos permisos, partió hacia Italia e ingresó con los salesianos, donde tuvo la alegría de conocer a San Juan Bosco, en cuyas manos hizo sus votos de pobreza, castidad y obediencia el 25 de marzo de 1887.
Como salesiano desarrolló diversos encargos confiados por sus superiores y trató de realizarlos con dedicación y celo. Debido a la austeridad de vida y a la diversidad del clima, en 1889, el padre Bronislao enfermó gravemente de tisis, estando al borde de la muerte. Recuperado de la enfermedad, transcurrió la convalecencia, siempre en Italia, hasta que, el 23 de marzo de 1892 regresó a su patria ya como salesiano y fue nombrado párroco en Miejsce, en Galizia, donde pudo dedicarse a la juventud polaca pobre y abandonada, sembrando entre ellos la esperanza y la alegría del Evangelio. Para responder mejor a las necesidades prácticas de los pobres en Galizia sintió la necesidad de vivir los principios de Don Bosco aún más radicalmente y, por ello fundó un instituto: la Sociedad llamada «Templanza y Trabajo». Bronislao depositó así la semilla de una nueva familia religiosa que él, en vida, no pudo ver florecer pues la muerte le sorprendió el 29 de enero de 1912. Nueve años después de su fallecimiento, tanto la rama masculina como la femenina de la sociedad fueron reconocidas por la Iglesia y dieron nacimiento a dos Congregaciones bajo la advocación de «San Miguel Arcángel».
Antes y después de su muerte, Bronislao Markiewicz fue considerado un hombre fuera de lo común. Solía recomendar a sus hijos y gente joven fomentar una gran devoción por la Eucaristía y por María, así como por San Miguel, a quien eligió como protector en la lucha diaria contra el mal. En el año 2005 fue proclamado beato por el Papa Benedicto XVI. El Evangelio de hoy nos narra la parábola del sembrador, y me llama la atención que en la vida de este hombre sencillo, generoso, alegre y entusiasta, la semilla del Evangelio de la alegría cayó para fructificar de manera que él también fuera sembrador. Seguro que nosotros también hemos recibido la semilla, hay que ver que fruto ha dado. Para esto es esta parábola. Cristo nos da la oportunidad de ver cómo estamos correspondiendo a su llamado, cómo lo hacemos parte de nuestra propia vida. Si queremos que la semilla dé el fruto más abundante hay que poner en práctica todos los consejos que Cristo mismo nos ha dado y no cansarnos de sembrar en el ambiente en donde el Señor nos ha puesto. Y creo que hoy, al escuchar esta parábola en el Evangelio, lo primero que tenemos que hacer es hacer conciencia de que esa semilla hay que acogerla todos los días, irla cuidando hasta que dé su fruto. Que María Santísima, la que mejor sabe cultivar la semilla, nos ayude y haga florecer el «sí» que hemos dado al Señor. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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