viernes, 10 de enero de 2020

Hermana Anita Delgadillo... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo XXXV


Son ya un buen número las Misioneras Clarisas que por la gracia de Dios conocí y que ya han sido llamadas a la casa del Padre. Una de ellas, a quien ahora quiero recordar es Anita Delgadillo, una monjita llena de sencillez y a quien recuerdo como un alma pacífica y pacificadora muy amante de la vida de Nazareth.

Ana Remedios Delgadillo López nació en el poblado de Guadalupe Yancuitlalpan, Huixquilucan, Estado de México el primero de septiembre de 1931. 

Llena de ilusión por entrega su vida a la causa del Evangelio como misionera, ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el uno de junio de 1951. Fue recibida en la Casa Madre en Cuernavaca, Morelos. En esa misma casa, en una sencilla ceremonia que presidió la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, luego de un tiempo de postulantado en Puebla, en el que conoció más de cerca la vida consagrada ayudando en el internado  de la escuela que se tenía en ese entonces, inició su noviciado el 20 de enero de 1952. 

El 15 de febrero de 1954, emitió allí mismo sus votos temporales, presidiendo también esa ceremonia la beata María Inés, fundadora y superiora de las Misioneras Clarisas. Después de profesar, recibió su cambio nuevamente a Puebla, en donde dirigió las labores del personal de intendencia de la escuela. Realizó su profesión perpetua el 08 de febrero de 1959 y hasta 1961 permaneció allí en Puebla como responsable del comedor del internado. Ese mismo año, fue enviada a la comunidad de Zacatepec, Morelos, en donde vivió un año y al terminó de éste, regresó nuevamente a Puebla. 

De 1969 a 1975, estuvo, en la que antiguamente era la Escuela–Granja, ahora «Centro de Formación Integral de la Mujer María Inés» (CEFIMMI), en donde estudió y colaboró con la catequesis de las internas y las labores de Nazareth, es decir las arduas labores del hogar que hacía con suma delicadeza y gran amor. Por motivos de salud, se le trasladó a la Casa Madre, formando parte de esta comunidad de 1975 a 1984. En este periodo de tiempo fue a ayudar a la Comunidad de Huatabampo, Sonora y volvió a la Casa Madre, en donde permaneció hasta 1984, cuando tuvo su cambio a la Escuela-Granja en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Allá permaneció hasta el año de 1996 para ser trasladada luego a la Casa del Vergel, en Cuernavaca. en este periodo de su vida me tocó tratarla y conocerla un poco más. 

En el año de 1997 fue enviada a Buenavista de Cuéllar, Guerrero, y en 1999 regresó a la comunidad del Vergel, donde permaneció un año, para luego, incorporarse a la Casa de la Villa, en donde con gran delicadeza se encargó de la sacristía del Templo de San Juan Diego. En el 2006, nuevamente regresó a Cuernavaca, a la casa del Vergel, estuvo un año en la Casa Madre.

Como sacerdote, hermano y amigo de Anita, puedo afirmar que fue un alma sencilla, de trato afable y fraterno, como digo, un alma pacífica y pacificadora; una religiosa muy fiel, piadosa y dócil a lo que la obediencia le iba pidiendo. Un alma pequeñita no solamente en tamaño, sino en su profunda vida espiritual. Yo jugaba con ella, que era muy bajita de estatura diciéndoles que sus zapatitos me servían de llavero. La recuerdo siempre como una monjita muy agradable a los ojos de Dios. En su apostolado fue siempre muy activa y entregada. En sus últimos años en la casa de la  Villa me platicaba de sus peripecias en la sacristía del aún hoy inconcluso Santuario de San Juan Diego.

A partir del 2014 formó parte de la comunidad de la Casa del Tesoro en Guadalajara viviendo allí como siempre, en una continua oración, depositando en el altar la ofrenda de su frágil salud al Divino Redentor, a quien se entregó hasta el último momento. Y es que durante muchos años sufrió por su salud, pero a pesar de ello, matuvo siempre una discreta sonrisa en su rostro y fue siempre muy abnegada y trabajadora. En la Escuela Granja, en donde me tocó verla una vez, enseñaba, con caridad y paciencia a las internas labores de tejido en gancho y agujas; impartía activamente la catequesis e iba a los diversos parajes a realizar su apostolado. 

El 30 de mayo de 2019, se le detectó un hematoma cerebral, por lo que tuvo que ser intervenida quirúrgicamente en el Hospital del Sagrado Corazón en Guadalajara. Recibió antes de ser internada la Unción de los Enfermos. Los primeros días después de la operación, respondió positivamente, sin embargo, sus órganos vitales, cansados ya de los años y de la ardua vida de trabajo en las labores de Nazareth, comenzaron a debilitarse. Permaneció en el hospital, por indicación médica, hasta el día 11 de junio, cuando se le trasladó a la Casa del Tesoro, en donde estuvo recibiendo los esmerados cuidados y cariño de las hermanas. 

La mañana del día 12, su situación se agravó y el Señor la llamó a su presencia. El Señor, que no se deja ganar en generosidad, seguramente recompensó a Anita haciendo fructificar los sacrificios que durante tantos años ofrendó para la gloria de Dios.

Descanse en paz nuestra querida hermana Anita Delgadillo.

Padre Alfredo.

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