viernes, 3 de enero de 2020

«Dejarse alcanzar por Cristo»... Un pequeño pensamiento para hoy

«Yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios», exclama Juan el Bautista en el Evangelio de hoy (1, 29-34). Y con cuánto entusiasmo lo dice. Es el gozo del misionero que anuncia que el Señor le ha alcanzado y quiere que todos se dejen alcanzar por Él. El relato de hoy me recuerda al Papa Emérito Benedicto XVI cuando al inicio de su Pontificado dijo: «Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él» (Domingo 24 de abril de 2005). 

Hoy Juan señala claramente a Jesús de Nazaret: «Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo». El Bautista puede dar con certeza este testimonio porque lo ha sabido por el Espíritu. Él no lo conocía, pero contempló al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él y supo entonces que aquel hombre era el Mesías. Acabamos de celebrar el nacimiento de Jesús, y ya se nos presenta como el profeta, el maestro, el que entregándose en la cruz, quita el pecado del mundo, y el que bautizará en el Espíritu, no en agua. Navidad, Pascua y Pentecostés: el único misterio de Cristo. 

Es el misterio en el que todo hombre y mujer de fe deben moverse. Así vivió el cúmulo de santos y el beato que hoy se celebran en la Iglesia: Santa Estefanía Quinzani, Santa Genoveva, San Antero Papa, San Daniel diácono y mártir, San Florencio obispo, San Gordio, San Luciano, San Teógeno mártir, San Teonas, San Teopempo y el Beato Ciriaco Elías Chevara. ¡Cuántos hombres y mujeres además de todos estos se han dejado alcanzar por Cristo! Por este Mesías Salvador que viene a transformar nuestras vidas. A lo mejor podemos pensar que nos omos como ellos, que somos personas débiles, con poca estrella, delicados de salud, sin grandes éxitos en la vida. Pero una cosa no nos la puede quitar nadie: Dios nos ama, nos conoce, nos ha hecho hijos suyos, y a pesar de nuestra debilidad y de nuestro pecado, nos sigue amando y nos destina a una eternidad de vida con él porque nos ha alcanzado. Que María Santísima y todos los santos nos animen. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo.

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