María Belén López Sánchez nació el 17 de diciembre de 1930 en la ciudad de Querétaro, en el estado del mismo nombre en México. Fue bautizada el 1 de febrero del 1931 en la Capilla de un pintoresco lugar llamado Chichimequillas, en ese mismo estado de Querétaro.
Ingresó a la Congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 11 de diciembre de 1953 y fue recibida, como muchas de nuestras primeras hermanas Misioneras Clarisas, por la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, quien también presidió todas las ceremonias que marcaban cada paso del camino vocacional de Belén, desde la toma de hábito el 12 de febrero de 1955 hasta su profesión perpetua que se realizó el 5 de febrero de 1964 y para llegar a la cual había hecho, el 9 de febrero de 1957, sus primeros votos de pobreza, castidad y obediencia.
La hermana Belén, fue conocida también por el apelativo de «Belleza», gracias a que en los catorce años que estuvo en el internado de la Universidad Femenina de Puebla llamaba indistintamente a las internas con ese mote de «Belleza», situación que acarreó que todas —incluidas las hermanas religiosas por supuesto— la llamaran así: la madre Belleza. Por cierto que en esa casa de Puebla, Belén estuvo catorce años desempeñando con profusa generosidad y entrega trabajos de Nazareth —como llamaba la beata María Inés a los trabajos de casa— y una excelente atención a las chicas del internado de la universidad que en ese entonces tenían las hermanas.
A lo largo de su fecunda vida religiosa, esta belleza de misionera estuvo prestando sus servicios en diferentes casas y apostolados. Dado que su trato con estudiantes era sensacional y muy formativo, en la Casa de Guadalajara permaneció cinco años cuando aún esta era Residencia Universitaria. Estuvo también dos años en la primera Casa de Acapulco que tuvo la comunidad. En 1985 fue nombrada superiora local de la Granja-Escuela en San Cristóbal de las Casas, en el bellísimo estado de Chiapas, México. Allí permaneció por varios años cumpliendo fielmente cada una de sus encomiendas. Así fue acumulando años y juventud misionera en su tarea misionera y llegó a la celebración de sus Bodas de Plata el 31 de diciembre de 1981.
La vida misionera de Belén la llevó a varios destinos más. Otro de ellos, precisamente uno en donde yo la traté más y de donde conservo siempre en mi mente y en mi corazón su carita siempre sonriente, disponible y además con las llaves del coche en sus manos —pues era una excelente chofer— fue la Casa del Valle, en el instituto Scifi de Ciudad de México, en donde Belén estuvo catorce años prestando sus servicios, principalmente en la tienda escolar distinguiéndose entre los maestros y alumnos por su generosidad y entrega a las actividades que le fueran asignadas. En la Casa Madre donde también me tocó verla con esos mismos rasgos que describo, estuvo durante siete años con esa disponibilidad incondicional en su servicio como chofer, cuantas veces se le pidiera, pues, como digo, era un as del volante. En la Casa de la Villa estuvo cinco años, tres de los cuales fue superiora.
EL 29 de enero de 2007, la hermana Belén López celebró sus Bodas de Oro en la Casa Madre y Regional en donde la había recibido la beata María Inés Teresa. Sus últimos tres años de vida los pasó en la oración y entrega de su condición de enferma en la Casa del Tesoro, en donde muchos años atrás había estado, pero ahora, las condiciones eran diversas; el Señor le había pedido la entrega de todas las monedas que podía darle para la salvación de las almas. Los últimos días de su vida se fue agravando el cuadro clínico que la tenía cada vez más anquilosada, pero Dios en su infinita bondad y amor le concedió fuerza para ofrecer, como monedas por la salvación de las almas sus constantes dolores y sufrimientos.
Previendo que el Esposo divino estaba próximo a llegar, las hermanas de su comunidad la alentaban con palabras de esperanza y confianza en la infinita misericordia de nuestro Salvador, invitándola a abandonarse sin miedo y con absoluta confianza en los misericordiosos brazos del Padre. A las ocho de la mañana del día 3 de noviembre de 2015, como todas las mañanas, el sacerdote capellán de nuestras hermanas llegaba a esa querida Casa del Tesoro en donde residen nuestras hermanas más enfermas para celebrar la Santa Misa, y fue llamado al lecho de la hermana Belén, que recibió de él la unción con el óleo santo y la indulgencia plenaria con la bendición papal. Enseguida la hermana entregó la belleza de su alma pura al Señor y se durmió para esperar el gozo de la eterna resurrección.
La vida es una belleza cuando se vive así, como la hermana Belén, en la entrega y generosidad de las cosas pequeñas: atendiendo una pequeña cooperativa, sirviendo como chofer, dirigiendo la comunidad encomendada, acompañando a las chicas de un internado, realizando las labores de Nazareth convirtiendo todo en monedas para entregarlas a nuestro Dios. Él, como decía André Frossard luego de su conversión, es el único que descubre bellezas donde nada ven otros. La mirada que ama es siempre una mirada sorprendida por el amor de Dios. Descanse en paz nuestra muy querida hermana María Belén López Sánchez, Misionera Clarisa del Santísimo Sacramento por gracia de Dios, cuyo testimonio quedará grabado siempre en mi corazón y seguramente en el de muchos más.
Padre Alfredo.
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