viernes, 21 de septiembre de 2018

«¡Hay niveles!»... Un pequeño pensamiento para hoy

La Iglesia celebra el día de hoy a San Mateo, el Apóstol y Evangelista, cuya vocación de seguimiento de Cristo constituye uno de los eventos más sobresalientes del ministerio de Nuestro Señor Jesucristo. Su Evangelio es un regalo maravilloso que conecta el Antiguo con el Nuevo Testamento. Por la razón de celebrar a este santo varón, dejamos a un lado momentáneamente la primera carta de san Pablo a los corintios y nos vamos sólo por hoy al capítulo 4 de la carta a los efesios (Ef 4,1-7.11-13) para iniciar este pequeño pensamiento, que es pequeño siempre no por la cantidad de letras o palabras que contiene, sino porque es mi pequeña aportación para que cada día nos encontremos con el Señor y conectemos esta amistad con lo que vivimos cada día. San Pablo empieza hoy diciendo: «Los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido» (Ef 4,1). O sea, que todos, que hemos sido llamados por el bautismo a una vocación de seguimiento de Cristo, tenemos que vivir como es digno de ese llamado que hemos recibido. 

Actualmente se usa una expresión que dice: «¡Hay niveles!», un término habla de una posición que se ocupa en la sociedad. ¿Pero, cuál es nuestro nivel al haber sido convocados por Cristo como lo fue san Mateo? ¿Cuál es nuestro nivel en la sociedad como católicos? Tenemos que vivir en un nivel acorde con la posición que tenemos en Cristo, no propiamente en el mundo. En Filipenses 1,27 el mismo san Pablo nos dice: «Lo que importa es que ustedes lleven una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a verlos como si estoy ausente, oiga de ustedes que se mantienen firmes en un mismo espíritu y luchan acordes por la fe del Evangelio». Y en Colosenses 1,10 el Apóstol nos exhorta diciendo: «Lleven una vida digna del Señor y de su total agrado, produciendo frutos en toda clase de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios». Además, san Pablo en la primera carta a los tesalonicenses, señala hacia su propia vida como un ejemplo del andar del cristiano: «Ustedes son testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con ustedes los creyentes» (1 Tes 2,10). El entender quienes somos, porque hemos sido llamados, es el fundamento de este andar con dignidad que nos da la calidad de «llamados y enviados». Un digno andar delante de Dios estará marcado siempre por humildad y mansedumbre, no con un deseo insistente de defender nuestros propios derechos o de avanzar en nuestras metas, sino de dejarlo todo por él, como lo hizo Mateo. 

Jesús, en el Evangelio, al pasar junto al puesto de recaudación de Mateo —a quien Marcos y Lucas llaman «Leví»— le invita a seguirle (Mt 9,9-13). Mateo, que sin duda había visto y oído predicar en varias ocasiones a Jesús, se decide a abandonar su puesto y a seguirle definitivamente lleno de gozo. Como hará en otra ocasión Zaqueo (Lc 19,1-10), le invita, junto con varios compañeros recaudadores de impuestos como él, a comer a su casa. Desde entonces la casa de Mateo será la escogida por Jesús para descansar en Cafarnaúm de sus recorridos apostólicos en Galilea... ¡Hay niveles! Después de la resurrección y ascensión de Jesús, San Mateo permanece algún tiempo con los otros apóstoles en Palestina y, bajo la dirección de Pedro, Mateo con los demás apóstoles catequiza a los nuevos cristianos que por centenares y millares, recordando los milagros y las enseñanzas de Jesús, se presentan a pedir el bautismo y recibir orientación de nueva vida, agrupándose entre sí formando el primer núcleo de la Iglesia. Acostumbrado a redactar esquemáticamente los datos de su antigua aduana, expone en estilo breve, en su Evangelio, los hechos que él mismo había presenciado y con gran detenimiento recoge parábolas y discursos del Señor, especialmente los de Galilea, anotando en multitud de pasajes de su vida, desde la genealogía y nacimiento virginal hasta su pasión y muerte, los lugares de los profetas del Antiguo Testamento en que ya lo anunciaban. Mateo deja claro en sus escritos, que Jesús es el verdadero Mesías prometido a los patriarcas y a los profetas. Su libro se convierte en el primer evangelio, escrito en hebreo, o mejor dicho en arameo, la lengua popular que usó Jesucristo, traducido muy pronto al griego y probablemente ampliado, que es el que hoy conocemos, reconocido por la Iglesia como inspirado por el Espíritu Santo. Este corto escrito de sólo 28 capítulos, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes. San Mateo es el único evangelista que comienza su evangelio con la genealogía de Jesús (Mt 1,1-18). Usa 5 veces el nombre de «María» (1,16.18.20;2,11;13,55) y 9 veces el título de «Madre» (1,18;2,11.13.14.20.21;12,46.47;13,55) para designar a la madre de Jesús... «¡Hay niveles!» Este es un signo de la importancia que el evangelista da a la Virgen María, la Madre de Jesús y Madre nuestra; y esto habla de la importancia que debemos darle nosotros también en nuestras vidas si queremos conservar el nivel de seguidores del Señor, discípulos–misioneros como san Mateo. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo.

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