Las monjas de la abadía «Madre de Dios», como los trapenses de todos los monasterios de la Orden, se levantan más que temprano, pues a las 4:35 ya están en la Capilla recitando «Las Vigilias«, que en el caso nuestro equivale al llamado «Oficio de Lecturas», que antes se rezaba sólo de madrugada y que hoy, por bondad de la Iglesia para los que nos muy madrugadores, se puede rezar a cualquier hora del día. Yo escribo esta al anochecer de este lunes 3 de septiembre de 2018.
Cada monasterio de monjas trapenses, tiene por capellán un padre trapense, y, en este caso, el capellán siempre es un monje de la abadía de «Azul», en Argentina, de quienes les dejo, al final de esta entrada, un video para que conozcan esa comunidad de monjes. El capellán celebra diariamente la Santa Misa e imparte otros sacramentos. Vive en el mismo monasterio pero en un lugar aparte denominado: «Capellanía».
En el caso de este monasterio, el capellán es el padre trapense Juan Carlos Leardi, llamado Ceferino en la vida religiosa. El padre tiene 10 años en esta tarea que le han asignado y siempre está disponible, según se le solicite con anticipación y no tenga otros compromisos, para dar Ejercicios Espirituales, retiros y conferencias aquí en el monasterio o fuera de él.
A nosotros nos ha dado hace un rato una charla, y así será cada día, hablándonos de «El sacerdote, pastor como Cristo y enviado por Él».
El silencio que se respira aquí es fenomenal y permanece todo el día, que hoy, en general, ha sido nublado y bastante lluvioso al atardecer. Con razón la beata María Inés decía: «Les encargo especialmente el silencio… ya saben hijos, cuanto le desagradan al Señor las faltas de silencio. Cómo, es imposible que tengamos vida interior, ni que adelantemos en la virtud, si estamos continuamente hablando con las criaturas y a veces haciendo de todo recreación» (Carta colectiva a las comunidades de Cuernavaca, Puebla y México, en Enero 24 de 1959).
Hoy he podido recitar todas las horas litúrgicas con un sabor muy especial. Los trapenses rezan siete veces al día y con un estilo muy especial que incluye más salmos y cánticos que la Liturgia de las Horas ordinaria. He disfrutado en medio del silencio el rezo del Santo Rosario en soledad con María, en la preciosa y acogedora capilla que preside un Cristo crucificado —como marca la liturgia—que pende del techo, y una bella imagen —réplica de la original— de la dulce Morenita del Tepeyac, que no me deja nunca.
Ahora el día ha terminado con el rezo de Completas a las 7:50 de la tarde. ¡Gracias, Señor!
Padre Alfredo.
Padre Alfredo.
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