jueves, 6 de septiembre de 2018

«El proyecto de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Podrá haber muchos proyectos en el corazón del hombre, pero solamente el que está en el plan de Dios es el que se cumple, por eso es tan importante el modo de pensar y de proceder de Dios, que siempre será sorpresivo, pero como dice el padre Juan Esquerda: «no es lo mismo caminar de sorpresa en sorpresa, que de susto en susto». Si nos dejamos llevar por los criterios del mundo, como dice la primera lectura de hoy (1 Cor 3,18-23) veremos a Dios a su acción siempre con susto; pero si lo conocemos en lo poquito que esté a nuestro alcance, aprenderemos a vivir a la sorpresa de Dios amando sus planes y a los que están involucrados para nosotros en sus planes. San Pablo habla claro: «Que nadie se engañe: si alguno se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio» (1 Cor 3,18). Para captar mejor esto hay que ir un poco ir en la línea de san Agustín: «Llamaste y clamaste y rompiste mi sordera. Brillaste y resplandeciste, y sanaste mi ceguera. Exhalaste tu perfume, respiré y suspiro por Ti. Gusté de Ti, y siento hambre y sed de Ti. Me tocaste y me abracé en tu Paz. Cuando me adhiera a Ti, con todo mi ser, ya no habrá más dolor y trabajo, y mi vida estará viva, toda repleta de Ti» (Confesiones X,38-39). Solo así, abrazando el proyecto de Dios se pueden juzgar las cosas y las personas desde una mentalidad espiritual y madura. 

Si alguien se queda con la sabiduría según la ve el mundo se quedará enfrascado en sustos que verán como necedad los designios de Dios. Nada es absoluto sino Dios. Morirá Pablo, morirá Pedro. Morirá el Papa actual y el siguiente y tú yo querido lector. Pero Cristo «es el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8), y es el que, a través de esta Iglesia frágil y caduca, nos va llevando a todos a conocer y abrazar esa sabiduría de Dios. En nuestra vida de comunidad, sea familiar, grupal, de vida religiosa o equipo de trabajo, se establecen a veces una serie de divisiones, más o menos sutiles, basadas en lo que Pablo llama claramente «necedades» porque se da importancia a lo que no la merece. Los que están al frente o cordinan la comunidad —el Papa, el Obispo, los pastores, la superiora, el padre de familia, el jefe— no son los protagonistas, ni los dueños. Su elocuencia o sus carismas personales no son un factor determinante, sino que están al servicio de la comunidad para ayudar a caminar a la sorpresa de Dios. No vale la pena que por más o menos cualidades de los que están al frente, se produzcan tensiones tontas. Hay que estar verdaderamente loco para absolutizar un sistema humano, sea el que fuere, porque todo lo humano es ambiguo, frágil y provisional. Apoyarse solamente sobre análisis humanos, sobre los «criterios de este mundo», es insuficiente para un cristiano. Sólo Dios es verdaderamente sabio. Y su proyecto se cumplirá a pesar de todas las barrabasadas que nosotros los humanos cometamos. 

El Evangelio de hoy (Lc 5,1-11) nos ayuda a poner más en claro la cosa. Pedro se sabe el «coordinador» o «cabecilla» del grupo de pescadores que ha trabajado arduamente y que no a pescado nada. ¡Ya me imagino los comentarios de cada uno al regresar con las redes vacías y creo sentir quizá hasta una que otra palabrota vomitada de la boca de alguno de los del grupo o atorada en el humano y raquítico raciocinio de algún otro! A regañadientes, porque tiene la experiencia del fracaso de estar intentando toda la noche, Pedro echa las redes porque Jesús se lo ha pedido (Lc 5,5) y sucede lo inesperado: la pesca milagrosa, que provoca en Pedro una reacción de espanto y de admiración: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!» (Lc 5,8). El Apóstol tendrá que aprender a vivir a la sorpresa de Dios que ahora dará un salto en su lógica divina y lo llamará a él y al resto del grupo a ser pescadores de hombres (Lc 5,10) y participar en esa nueva empresa de salvamento de todos cuantos se han visto absorbidos por el mal. El discípulo–misionero será un pescador de hombres en la medida en que salve seres humanos mediante la confianza de vivir a la sorpresa de Dios. La humanidad actual se mueve en la cuerda floja y bastaría muy poca cosa para que se hundiese a sí misma sin necesidad de otras fuerzas demoníacas que su propio egoísmo y su afán de poder, robustecidos por ideas bobas de sabiduría humana que no hacen mas que dividir. Ser pescador de hombres consistirá, por tanto, para el cristiano de hoy, en participar en todas las empresas que quieren evitarle al hombre esa perdición y colaborar para sacar a la humanidad del océano de mundanidad que la sumerge. Pero hay una enorme competencia en todos los bancos de pesca de sectas, gurús e ideologías que tratan de seducir a los hombres que nadan entre dos aguas, abandonados a las corrientes que les llevan de acá para allá sin que ellos puedan dar con el sentido de su vida. La Iglesia sólo podrá lanzar sus redes a la manera de su Señor que en su sabiduría es siempre sorpresivo. Sólo los enamorados de Dios y su sabiduría son atrapados en las redes que les sumergen en la libertad de la vida, como aquellos humildes pescadores, como los santos, como María. ¿Quieres ser pescador de hombres? ¡Bendecido jueves recordando que Jesús te espera para un rato de adoración ante Jesús Eucaristía! 

Padre Alfredo.

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