sábado, 5 de agosto de 2017

Vivir para siempre en una alegre entrega... Votos Perpetuos de 8 Misioneras Clarisas


En una celebración en donde se experimentó la esencia misionera de la Iglesia, que es así por naturaleza (AG 1) un grupo de 8 Misioneras Clarisas, dieron el paso definitivo en su consagración como religiosas, al hacer su Profesión Perpetua, inundadas de la alegría de vivir el Evangelio en pobreza, castidad y obediencia. 

Estas ocho hermanas mexicanas, misioneras que viven su consagración religiosa como misioneras en España, Estados Unidos, Vietnam y algunos lugares de México, se suman a las filas de más de 600 hermanas religiosas misioneras clarisas que, en 14 naciones y de muy diversas nacionalidades, llevan el gozo de vivir y anunciar la Buena Nueva.

Los votos perpetuos marcan a la persona consagrada para siempre, haciéndole signo visible y transparencia de Cristo, que vivió así, pobre, casto y obediente al Padre. Estas hermanas han realizado su entrega dentro de una Concelebración Eucarística en la parroquia de San Felipe de Jesús en Cuernavaca Morelos México, cuna de la fundación de este instituto misionero que hiciera hace muchos años la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Por delegación de su superiora general Martha Gabriela Hernández, los votos fueron recibidos por la hermana María Elena de Luna, superiora de la región de México. La Liturgia de la Palabra iluminó el momento con la Carta a los Filipenses: «Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos» (Flp 3,8) y con el Evangelio de Mateo: «Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué puede dar uno a cambio de su alma?» (Mt 16,26). La Misa le presidió un sacerdote americano venido de la diócesis de Orange en California, el padre Philip, y a un servidor le tocó la gracia de predicar la homilía.

Pero tal vez surja  la pregunta de para qué sirven estos votos al mundo de hoy y por qué una profesión perpetua en un mundo donde casi todo es desechable y todo pasa tan de prisa. Veamos:

La pobreza, abandono voluntario de los bienes exteriores, es un signo poco atractivo para muchos en en nuestro mundo extremadamente materialista. La fuerza atrayente de la pobreza, contrastando con la realidad consumista de nuestra sociedad, es un medio eficaz del que Dios se vale para llamar a las almas a librarse de todo estorbo para aferrarse solamente a la Divina Providencia. En medio de nuestro ruidoso mundo, atrapante y queriendo llenar cuantos vacíos haya con cosas materiales, la mujer consagrada, por este voto, queda libre para contemplar a su Señor y tenerlo como única posesión. La vivencia de este voto en su realización definitiva, constituye un aliciente para la contemplación de Dios, que es amado por encima de todas las cosas y que debe reinar sobre todas las cosas.

El voto de castidad, asiste positivamente a la consagrada en su vocación activa y contemplativa, manteniéndola eternamente enamorada de Jesús, «esposo divino» de su alma, y la lleva a ocuparse en pensar en las cosas de Dios en ofrenda total de su ser. Además, el mismo amor de Cristo Esposo, que inspira a la religiosa a profesar este voto de manera permanente, inspira todo su ser y quehacer para ofrecerse a Dios por la salvación de las almas, como decía Madre Inés, no solo con los labios, sino con el corazón. La castidad se hace testimonio de las realidades futuras sobrenaturales: la resurrección de la carne, la patria celestial, y la vida en unión perpetua con Dios. Por este voto, el corazón e la mujer consagrada se inmola y se da totalmente a Dios y muestra que es posible volar a metas altas de santidad. Finalmente, el amor autentico que empuja a profesar este voto es una declaración contra la dominante mentalidad hedonista de nuestros días que vuelve todo amor superficial y egoísta.[22]

La obediencia, impresa de manera definitiva en el corazón de la religiosa, en la profesión perpetua, le da a la consagrada la posibilidad de vivir la dependencia a la voluntad de Dios en un holocausto espiritual. Hablar de obediencia consagrada al mundo de hoy, es hablar de una obediencia configurada realmente con la vivida por Jesús. O, mejor dicho, es hablar de una vocación y de un compromiso —ratificado con un voto— de revivir en la Iglesia el mismo misterio de obediencia radical vivido por Jesús en su existencia terrena al hacer siempre la voluntad del Padre. Este voto abarca todo el proyecto evangélico de vida de la Misionera Clarisa, y comprende todas las mediaciones: la propia conciencia, la palabra de Dios, el magisterio de la Iglesia, los signos de los tiempos, las necesidades y aspiraciones de los hombres, la voz humilde de los hermanos, la voz más solemne de la propia comunidad, las constituciones del propio instituto y, de un modo especial, sus respectivas superioras. Por eso, es obediencia radical y perpetua.

Al llegar a estos momentos del itinerario de la vida de la religiosa, con la profesión perpetua, quien hace el voto muestra al mundo que la obediencia consagrada no es simplemente un buen consejo de Cristo,  como tampoco lo son la castidad y la pobreza, sino un verdadero carisma, es decir, un especial don de gracia, concedido por el Espíritu Santo a la Iglesia, y en ella a determinadas personas, mediante la vocación a la vida consagrada, para revivir intensamente esta dimensión de la vida y del misterio de Jesús. 

Estas ocho hermanas, han sido llamadas por Dios mismo a vivir en una alegre entrega estos preciosos consejos evangélicos, dando un testimonio elocuente de la primacía de Dios, particularmente necesario en la tarea misionera de la Iglesia. Por medio de la profesión perpetua, estas mujeres consagradas a Dios han transfigurado su vida y se han convertido en una huella indeleble que Cristo- Esposo deja en la historia gracias al espíritu y espiritualidad de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, cuyo ejemplo de vida las motiva y las impulsa de día en día a ser misioneras.

Damos gracias a Dios por el don de la vocación religiosa de Blanquita, Tere, Karina, Chayito, Mayra, Yajaira, Cristy y Mónica, a quienes me ha tocado acompañar de cerca en su camino vocacional y pedimos, por la intercesión de la santísima Virgen María, en su advocación de Guadalupe, Patrona de las Misioneras Clarisas, la gracia de la perseverancia y la fidelidad a su alianza definitiva. 

Por mi parte, puedo decir que gocé en grande esta celebración, agradeciendo este mismo día de la ceremonia, 5 de agosto, el que hace 28 años fui ordenado sacerdote. ¿Puede haber mejor regalo?

Las Misioneras Clarisas están presentes en Irlanda, España, Italia, Sierra Leona, Rusia, India, Japón, Korea, Indonesia, Nigeria, Estados Unidos, Costa Rica, Argentina y México.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

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