Si hay algo que parece reinar en el mundo globalizado en el que nos ha tocado vivir, es la frivolidad. Vivimos en medio de una sociedad que, en general, comete graves injusticias y hace que reine la idolatría del dinero y de la codicia. El Papa Francisco lo ha denunciado varias veces, alertando a los católicos para no sucumbir entre el torbellino causado por la mezcla de tantas y tantas ideologías de diverso tipo que, a fin de cuentas, dejan la felicidad del hombre en último lugar, aplastada por el ansia de tener, de poder y de placer aunque sea viviendo en apariencias.
¡Qué tremenda la frivolidad de los personajes que el relato del Evangelio de hoy nos presenta al compartirnos la escena que envuelve el martirio de Juan el Bautista (Mt 14,1-12): Un rey (Herodes) que no se tienta el corazón para arrebatarle la esposa al hermano, una madre (Herodías) que ante la amenaza que le causa la predicación del Bautista manda pedir su cabeza y una muchachita (Salomé) que, eclipsada por los aplausos, pierde piso y no sabe decidir lo que le hará feliz... ¡Ese es el retrato de muchos que hoy, parecen ir vagando por el mundo de la misma manera! Corazones fríos, egoístas e indecisos. Ayer me tocó predicar en la celebración de Votos Perpetuos de un grupo de Misioneras Clarisas enviadas a varias partes de México, España y Estados Unidos. ¡Qué hermoso contraste! Ocho mujeres que dejándolo todo han sabido decidir lo mejor, dejarlo todo y vivir en castidad, pobreza y obediencia para seguir a Jesús que es, como dice la beata María Inés: «La Única Realidad».
Hace 28 años en un día como hoy, presidí por primera vez la celebración de la Eucaristía. Hoy el Señor me permite encontrarme de nueva cuenta —dentro de un rato y solo por un rato— con Mons. Juan Esquerda, que en aquella ocasión, habiendo sido mi padrino de ordenación, predicó una homilía que aún vibra en mi corazón y me alienta a seguir viviendo mi sacerdocio, aunque yo también tenga que «contrastar» con el mundo y sus ideas engañosas, como Cristo y María su Madre, como José de Nazareth, como Juan el Bautista y tantos santos, como la beata María Inés y como muchos de ustedes que también navegan contra corriente buscando a Cristo como centro de la vida.¡Feliz y bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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