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¡Cuánta necesidad hay en la viña de nuestro trabajo! Esa viña, que es la Iglesia, necesita de nosotros en las misiones, en nuestra ciudad, en nuestra parroquia, en nuestro grupo, quizás también en nuestra propia familia. Porque a unos les falta el pan material y a otros el alimento espiritual, que es la palabra de Dios. ¡Qué importa la edad o los medios que tengamos! ¡Qué importa la hora en que lleguemos! Cada uno tenemos una vocación muy concreta que Dios nos ha regalado, una misión insustituible. ¿Te has puesto a pensar cuál es tu misión? ¿Te has cuestionado por qué el Señor te llamó a esa determinada hora a trabajar en su viña? ¿Cuál es la paga que esperas? De entrada, como trabajadores en la viña, todos tenemos la misión de ser cristianos, por algo fuimos bautizados. Y un cristiano lo es en la medida que da testimonio con su vida en el lugar en donde se encuentra. Pienso en la paga hermosa que puede dar el Señor cuando leo el salmo 23: «Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé por años sin término» (Sal 23,6).
Hay diversas maneras de trabajar en la viña del Señor: la oración, el consejo acertado, la ayuda económica, la coordinación de algún grupo, el colaborar en la enseñanza, la donación de tiempo en la misión, etc. Hay que echarle ganas en ese compromiso apostólico, y seguro que encontraremos realización en la entrega. Y si no, pregúntenle a Roberto González cuando decía: «¡Ahí viene el padre Alfredo… y cómo le dices que no!»… Cuando vivimos nuestro compromiso con Dios como Roberto, que sigue perseverando en el servicio del Señor con tanta entrega y generosidad, como muchos otros que conocí desde jovencitos, se capta con alegría que para Dios no hay «contratos» ni «intercambios mercantiles» como en el mundo consumista en el que vivimos. Para Dios hay cariño, entrega, servicio y gratitud. Y Él siempre quiere totalmente, infinitamente, a todos, independientemente de las «horas» y de la clase de tarea que se haya realizado en la viña. Cristo te necesita. Necesita tus manos, tu inteligencia, tu servicio para hacer algo por los demás en su viña. Es cuestión de decidirse a ser un apóstol imitando el «sí» de María y prepararse para el premio de la vida eterna que es la mejor paga. ¡Feliz y bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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