jueves, 17 de agosto de 2017

«Hasta setenta veces siete»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús enseña en el Evangelio, que hay que perdonar. Y habla de perdonar al hermano en todo, no de perdonar algún tipo de falta en específico. El perdón que exige el Maestro no depende del tipo de falta o la gravedad de la misma. No se puede perdonar más o menos. O sí, o no, sino simplemente «perdonar». Ello nos exige ser compasivos con los demás como el Padre es compasivo con nosotros (cf. Lc 6, 36-38). El Evangelio habla de «perdonar setenta veces siete» (cf. Mt 18,21-35.19,1) y eso quiere decir «siempre», en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida, porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad siempre. «¡Hasta setenta veces siete!» (Mt 18,22). A veces decimos que hay que esperar a que el tiempo nos haga olvidar los malos recuerdos, esperando que las cosas se borren de la memoria.


Eso no sería perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie de cadáver que ocupa espacio y perturba. Jesús en su enseñanza y en su exigencia va más allá, se trata de perdonar, de poder recordar a esa persona con compasión, con misericordia, sin odio ni deseos de venganza, porque ciertamente no se le puede olvidar, ni a ella ni al momento, sino ponerla en la mente y en el corazón en el lugar que le corresponde, el de la misericordia. La Iglesia, como Madre y Maestra, sabe lo que esto cuesta, por eso nos ofrece algo que no es patrimonio únicamente de la Cuaresma; cuando no podamos perdonar, los sacrificios, los ayunos y todos los momentos de oración, se hacen «camino hacia el perdón», un intento de disponer nuestro interior para poder dar el paso del perdón. Pienso en la pregunta limitante que hace Pedro (Mt 18,21) y en la respuesta generosa de Jesús (Mt 18,22).

¡Qué claro y exagerado contraste desarrolla Jesús ayudándose de la parábola del siervo despiadado! (Mt 18,23-35) Medito en mi disposición a perdonar de corazón y en el anhelo permanente de ser perdonado y me vienen preguntas: ¿A quién debo perdonar de corazón y aún no lo he hecho? ¿Le pongo límites a mi perdón? ¿Soy tolerante y generoso con el perdón que espero recibir y con el que estoy dispuesto a dar? El amor de Cristo es suficiente no sólo para salvarnos de nuestros pecados, sino para aún perdonarnos y darnos, con el sacramento de la reconciliación, la garantía de que la presencia del pecado será erradicada de nosotros. Así que tenemos una pregunta pasada, una respuesta presente y una redención futura que ha de ser manifestada a plenitud. Dios nos perdona cada vez que vamos a él arrepentidos y nos confesamos. ¡Porque su gracia es mayor que las cuentas matemáticas que podamos hacer desde nuestra mezquindad!... Aprovecho para pedir perdón, otorgar mi perdón y para invitarles a vivir intensamente este Jueves agradeciendo el don que recibimos en el sacramento del perdón.

Padre Alfredo.

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