En otra parte la beata apunta: «Hemos estudiado la Sagrada Escritura, la hemos meditado, hemos amado lo que Dios allí nos enseña, de manera especial su vida, escrita sucintamente por los evangelistas, y nos hemos enamorado de él, como Esposo de nuestras almas; por esto tratamos de evangelizar siempre, y nuestra misión como evangelizadores no consiste en enseñar una sabiduría propia, sino en enseñar la Palabra de Dios».
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Por lo tanto, es necesario introducirse en el estudio de la Sagrada Escritura sea cual sea nuestra edad y condición. Hoy, más que nunca, debemos tener una cierta preparación para iniciar una lectura seria de la Biblia y en muchas parroquias e instituciones se nos brinda esta ayuda a todos los niveles. Para muchos de nuestros católicos, la Biblia sigue siendo un hermoso libro cerrado que adorna la sala o la biblioteca. El problema es: ¿cómo leer, cómo comenzar con este libro? Siempre ha sido difícil la iniciación a la lectura de la Biblia. Exige del neófito paciencia, humildad, serenidad y una cierta disciplina intelectual.
¿Qué pasaría si tratamos la Biblia como tratamos a nuestro teléfono móvil?, se pregunta el Papa Francisco? «Si la lleváramos siempre con nosotros, o al menos el pequeño Evangelio de bolsillo, ¿qué sucedería?» —nos cuestiona el Santo Padre y puntualiza: «Si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría desviarnos del camino del bien; sabríamos vencer las sugerencias cotidianas del mal que está en nosotros y fuera de nosotros; seríamos capaces de vivir una vida resucitada según el Espíritu, acogiendo y amando a nuestros hermanos, especialmente a los más vulnerables y necesitados, e incluso a nuestros enemigos».
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La Biblia fue escrita en el seno del pueblo y para el Pueblo de Dios por escritores inspirados. Es la Palabra de Dios que animó y llenó de esperanza tanto al pueblo de Israel como a las primeras comunidades cristianas, impulsando una profunda fe y, a su vez, llamando a un auténtico testimonio cristiano que, en nuestros días, sigue acompañando el caminar de la humanidad. Desafortunadamente, en la Iglesia Católica de hoy, la Biblia no ocupa todavía el lugar que debería ocupar.
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Hay que empezar por un paso muy sencillo, dar un primer paso en la comprensión de la Biblia para profundizar luego, en el conocimiento de la misma. Lo que interesa es tener por lo menos un conocimiento básico y una comprensión general sobre la Sagrada Escritura para luego, como María, después de escucharla, guardarla en el corazón y ponerla en práctica (cf. Lc 2,19; 8,21).
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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