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La cananea se reconoce al lado de Jesús como uno de esos perritos pedigüeños que hay en tantas casas de hoy —como Olaf y Mali que conozco— y se gana, como Pedro, el «Sagrado Corazón de Jesús». Buscaba con ansia la curación de su hija y recibe mucho más: Salud para la pequeña enferma y elogio de la Fe que tiene la madre intercesora: «Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío». A mitad de semana, se me viene el invitar a cada uno de mis queridos amigos y seguidores a que, como yo, se examine y se pregunte: ¿Me siento próximo o lejano a la mentalidad de esta mujer? ¿Eres consciente de tu pobreza para ser capaz, como la cananea, de confiarte a la palabra salvífica de Jesús? La mujer grita, confía y espera... Jesús exclama: «qué grande es tu fe... que te suceda como deseas» (Mt 15,28).
Si analizamos nuestra vida, encontraremos que este pasaje del Evangelio se ha repetido y se continúa repitiendo muchas veces en nosotros . ¿Cuántas veces, cuando nos acercamos a Dios con humildad y sencillez, a pesar de nuestra pequeñez, él nos ha mostrado su amor y misericordia? Tengamos confianza en el Señor como esta mujer. Él, aunque parezca que calla y no atiende a la súplica, tiene siempre una explicación de lo que hace y por qué lo hace así. Él no nos deja, y a su debido tiempo y muy a su estilo, nos resuelve la vida. Tengamos fe, Dios no nos va a dejar sin las «migajitas» de su amor que, para un hambriento del amor de Dios, serán como aquel lugar prometido al pueblo del Antiguo testamento en el que mana «leche y miel» (Ex 3,17). Sólo hay que gritar, confiar y esperar en Dios con fe. Así lo hizo María, así lo hizo santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) a quien hoy celebra la Iglesia... así lo puedes hacer tú también.
Padre Alfredo.
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