lunes, 2 de marzo de 2015

«De corazón a corazón en silencio con Dios»... HORA SANTA 10




Canto de Entrada:


Soy yo, Señor, quien contigo quiere hablar
Soy yo, Señor, quien contigo quiere hablar.


En mi alma hay un enjambre, hay rumores mil,
hay un rojo surtidor.
Es preciso más silencio si pretendo oír, el murmullo de tu voz.

Tú me buscas, tú me llamas, mendigando vas,
mi alegría y mi dolor.
Y mi nombre está en tus labios pues quieres contar,
Con mi colaboración.

Yo quisiera agradecerte haber pensado en mí,
sin cansarte y sin afán.
Es muy grato serte útil y poder servir,
en un hueco de tu plan.

Ministro: Adoremos y demos gracias en cada momento
Todos: al Santísimo Sacramento

Padre Nuestro …
Ave María …
Gloria …

Ministro: Señor Jesucristo, creemos firmemente que te encuentras presente en el Santísimo Sacramento del altar, te amamos con todo el corazón y con toda el alma. Hemos venido a estar contigo, deseamos ardientemente acompañarte en el silencio orante, recordando que Tú te retirabas en silencio a orar a tu Padre. Y porque queremos escuchar tu voz y la voz de tu Padre, queremos acallar nuestro corazón haciendo ese espacio de silencio tan necesario entre el ruido del diario ir y venir.

Momentos de silencio.

Canto de meditación: 

Bendigamos al Señor, que nos une en caridad
Y nos nutre con su amor, en el Pan de la Unidad
¡Oh Padre nuestro!


Conservemos la unidad, que el Maestro nos mandó
Donde hay guerra que haya paz, donde hay odio que haya amor.
¡Oh Padre nuestro!

El Señor nos ordenó devolver el bien por mal
Ser testigos de su amor, perdonando de verdad.
¡Oh Padre nuestro!

Al que vive en el dolor y al que sufre en soledad
Entreguemos nuestro amor y consuelo fraternal.
¡Oh Padre nuestro!

Momentos de silencio.

Ministro: El estar ante tu presencia Eucarística nos invita a callar. El silencio es algo que nos hace acompañarte en Getsemaní o en el Tabor; el silencio nos llena de Ti escuchándote y poniendo en obra tu Palabra saliendo como misioneros de la adoración callada al encuentro con nuestros semejantes.

Lectura del Evangelio según san Lucas:                       Lc 6, 43-49

No hay árbol bueno que dé una fruta mala, y el árbol que no es sano tampoco dará fruta buena. Además, todo árbol se reconoce por su fruto. No se sacan higos de los espinos, ni de las zarzas se sacan uvas. El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene adentro, y el que es malo, de su fondo malo saca cosas malas; porque su boca habla de lo que abunda en el corazón. ¿Porqué me llaman Señor, Señor, y no hacen lo que yo digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a escuchar mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, al construir su casa, cavó bien profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Vino una inundación y la corriente se precipitó sobre su casa, pero no pudo removerla porque estaba bien construida. Por el contrario, el que escucha mi palabra, pero no la practica, se parece a un hombre que construye sobre tierra, sin cimientos. La corriente se precipitó sobre ella y enseguida se desmoronó, siendo grande el desastre de esa casa. Palabra del Señor.

Momentos de silencio.

Lector 1: De este Evangelio que hemos escuchado, se desprende que no pueden existir frutos, es decir, eficacia en el campo de la fe y del espíritu, si no se escucha la Palabra de Dios en lo más profundo de uno mismo.

Lector 2: Pero ¿Cómo lograr esa escucha sino en el silencio que nos llena de Dios? El silencio interior y exterior puede y debe ser oración, porque el silencio es momento ascético de suma importancia en la vida humana y cristiana. Sin embargo, el silencio casi no existe, porque es borrado por el ruido y el vértigo de la vida actual. Vivimos inmersos en una cultura de lo inmediato y de la prisa, confundimos eficacia con actividad febril, y no damos tiempo para que maduren las personas, los frutos y las cosas.

Lector 1: Para colmo, al torbellino y la velocidad, el mundo de hoy une el ruido que circunda por todas partes: máquinas y motores, mítines y propaganda, timbres y teléfono, automóviles y sirenas difunden por doquier un ruido inmenso en cantidad desmedida. Son ruidos que nos producen sordera para percibir el rumor del silencio, más elocuente, con frecuencia, que las grandes palabras.
  
Lector 2: Un hombre poco religioso, como era el filósofo Federico Nietzsche, afirmó que el hombre se mide por la cantidad de silencio que es capaz de soportar consigo mismo. Ardua medida para el hombre actual... Si eso dice un hombre poco religioso, ¿qué tendríamos que decir nosotros que sabemos que somos hijos de Dios y que Cristo vive en nuestro interior?  

Lector 1: Gran sabiduría es saber vivir en silencio, soportarlo, amarlo, saborearlo y sacarle partido. Si es inteligente, el silencio nunca es estéril. Necesitamos desesperadamente el silencio para captar la presencia y la voz de Dios, para escuchar su palabra a la sombra de una encina, como Abraham en Mambré; para no dejar pasar de largo al Señor, como María en Betania; para que, en fin, el corazón rebose de Dios.

Lector 2: Hoy, en este silencio meditativo, a través del cual el Señor nos habla desde la Eucaristía, queremos aprender a ser «traductores de los signos de los tiempos» —como anunciaba el beato Juan XXIII—, de estos tiempos de tanto ruido que requieren callar para poder escuchar tu voz. ¿Como haría María de Nazareth para escuchar la voz del Señor? ¿Cómo haría san José su esposo para atender a la voz de Dios?

Momentos de silencio.

Lectores (Se sugieren dos): 
1. Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel por los siglos de los siglos.
2. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad.
1. Porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra, Tú eres rey y soberano de todo.
1. y 2. De Ti viene la riqueza y la gloria, Tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza.
1. Tú engrandeces y confortas a todos.
1. y 2. Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso. Amén.

Momentos de silencio.

Lector: De los escritos de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: Cada día se me acentúa más la impresión y la necesidad de ya permanecer en el silencio, a solas con Dios (f. 4194). Resolvamos a ser silenciosos, a no hablar interiormente con nosotros mismos, en disputa con nuestro yo. Hablemos mejor con Dios, de corazón a corazón (f. 3323), guardando el silencio se tiene mas tiempo para hablar con Dios (f. 3577); silencio interior, para que el Espíritu Santo pueda comunicarse a nuestras almas (f. 3624). Las almas nos necesitan en todo el mundo. Y es un mandato divino: Id y evangelizad a todos los pueblos. Nosotros somos misioneros de acción, pero no olvidemos que esta acción debe arraigar en la oración, en la contemplación. De aquí la necesidad de ser silenciosos, para saber escuchar la voz de Dios que habla en la soledad del corazón. (f. 4376).

Momentos de silencio.

Ministro: Nuestro silencio se hace ahora canto, un canto de súplica por la Iglesia y por el mundo, por este mundo obsesionado en el ruido, en el ajetreo, en el no querer encontrar reposo para escuchar tu voz. Que el silencio junto a Ti, se nos convierta en súplica sencilla y humilde.

Canto de meditación:

Que nos conduzca la Iglesia por tus senderos, Señor
Que los obispos y el Papa nos encaminen a Ti.

Te lo pedimos, óyenos, Señor

Que nos sintamos hermanos, unidos siempre en tu amor
Que todos juntos hagamos la gran familia de Dios.

Que los que sufren y lloran hallen consuelo en tu amor
Que los que andan perdidos, encuentren luz y perdón. 

Momentos de silencio.

Ministro: Decía el beato Juan Pablo II que «salir» es un término rico en experiencia cristiana, es el fruto más exquisito que produce la amistad y la relación con Jesús. Es —afirmaba el Papa—encontrarnos de nuevo con quienes vivimos bajo el mismo techo: esposa, esposo, hijos u otros familiares, con los que viven cerca de nosotros: los vecinos de al lado y los de enfrente, la comunidad en donde estoy. Oremos ahora en silencio para poder «salir» al encuentro de nuestros hermanos, pero no con las manos vacías, sino repletas de la gracia de haber estado, como decía Santa Teresa: a solas con aquel que sabemos que nos ama.

Momentos de silencio.

Canto de meditación: 

Hazme un instrumento de tu paz, donde haya odio lleve yo tu amor
Donde haya injuria tu perdón Señor, donde haya duda fe en ti. 

Maestro ayúdame a nunca buscar, el ser consolado sino consolar
Ser entendido sino entender, ser amado sino yo amar.


Hazme un instrumento de tu paz, que lleve tu esperanza por doquier
Donde haya oscuridad, lleve tu luz, donde haya pena, tu gozo, Señor.
Hazme un instrumento de tu paz, es perdonando que nos das perdón
Es dando a todos como Tú nos das, muriendo es que volvemos a nacer.

Momentos de silencio.

Lectores (Se sugieren dos):
1. El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros;
2. Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
1. y 2. ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos. Que todos los pueblos te alaben.
1. Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia
2. Con rectitud riges los pueblos y gobiernas las naciones de la tierra.
1. y 2. ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
2. La tierra ha dado su fruto; nos bendice el Señor nuestro Dios
1. Que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe.
1. y 2. Oh Dios!, que te alaben los pueblos. Que todos los pueblos te alaben. Amén.

Momentos de silencio.

Oración hecha por todos: 

Alma de Cristo, santifícame, Cuerpo de Cristo, sálvame, agua del costado de Cristo, lávame, pasión de Cristo, confórtame, oh mi buen Jesús, óyeme, dentro de tus llagas, escóndeme, no permitas que me separe de Ti, del enemigo malo defiéndeme, a la hora de mi muerte llámame, y mándame ir a Ti, para que con tus santos y tus ángeles te alabe por los siglos de los siglos. Amén.

Momentos de silencio. 

En este momento nos ponemos todos de rodillas para recibir la bendición con el Santísimo Sacramento.  
Canto preparación para la bendición:

Bendito, bendito, bendito sea Dios,
los ángeles cantan y alaban a Dios. (2)

Yo creo, Jesús mío, que estás en el altar, 
oculto en la hostia te vengo a adorar ( 2 ) 

Espero, Jesús mío, en tu suma bondad, 
poder recibirte con fe y caridad ( 2 )

Ministro: Nos diste, Señor, el Pan del Cielo
Todos: Que en sí contiene todas las delicias.

Ministro: Oh Dios que bajo este admirable sacramento del Altar, nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

(Si está presente un sacerdote, éste dará la bendición del forma acostumbrada). 

Ultimas oraciones. 

Todos:
Bendito sea Dios
Bendito sea su santo nombre
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre
Bendito sea el Santo Nombre de Jesús
Bendito sea su sacratísimo corazón
Bendita sea su preciosísima sangre
Bendito sea Jesucristo en el santísimo Sacramento del altar
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador
Bendita sea la gran Madre de Dios: María santísima
Bendita sea su santa e inmaculada concepción
Bendita sea su gloriosa Asunción
Bendito sea el nombre de María: Virgen y Madre
Bendito sea san José su castísimo esposo
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

Canto final:


El silencio está cantando
una canción de amor y paz
el silencio está rezando
una oración por los demás.

MUCHA GENTE VIVE SIN AMOR
VIVE EN SOLEDAD; MAS AQUI
EN LA CASA DEL SEÑOR
SOLEDAD NO EXISTE, NO
SOLEDAD NO EXISTE NO.

El silencio está gritando
pidiendo paz, diciendo amor
el silencio sigue hablando
pon tu esperanza en el señor.

dr.algdr

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