Un Viacrucis con meditaciones de la Beata
María Inés Teresa del Santísimo Sacramento
PRELUDIO:
Jesús agoniza en el huerto de Gethsemaní
Traición del amigo
Traición del amigo
(Jn 18, 1-10)
«Jesús agoniza en el Huerto e invade su alma el temor, el tedio, la angustia... “¿A quién buscáis?", pregunta a los sayones que le van a aprehender... “Yo soy”... Como heridos de un rayo caen todos de bruces... y sin embargo se deja maniatar y conducir como un cordero... “Aprended de mí que soy manso y humilde de Corazón… Contemplaré sus dolores internos, para sentirlos yo con Él. El más angustioso, el más horrible, fue el de Gethsemaní; aquel ver despreciados sus sufrimientos, toda esa su dolorosísima Pasión y a causa de ello la condenación eterna de muchas almas. Se abandona esa noche en manos de sus verdugos, quienes la gastan toda entera en martirizarlo y mofarse de Él...» Beata María Inés Teresa.
Oraciones después de cada estación:
- Señor pequé, ten misericordia de mí y de todos los pecadores.
- Bendita sea la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo… y los dolores y angustias de su santísima Madre.
PADRENUESTRO, AVEMARÍA, GLORIA
- Adorámoste Cristo y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
I Estación
Jesús es condenado a muerte.
(Jn 19, 4-6)
«Es llevado de tribunal en tribunal, lo visten como a Rey de burlas... lo flagelan hasta dejarlo exhausto, lo coronan de espinas... le vendan los ojos y le preguntan: "Adivina ¿quién te hirió? ¡Y Él calla, calla siempre! su mirada es apacible y bondadosa; ruega por sus enemigos, quiere que no olvidemos ser como Él: Mansos y humildes de corazón… ¡Cuántas humillaciones sufridas en aquel lugar! ¡Qué silencio tan heroico el del Inocente acusado! ¡Qué paz en su rostro divino! Parece que lo contemplaba allí presente y a las multitudes gritando: "¡Crucifícale!» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh adorable Jesús¡ Puesto que son nuestros crímenes los que te han condenado a muerte, haz que los detestemos con todo nuestro corazón, a fin de que nuestro arrepentimiento y nuestra penitencia nos obtengan perdón y misericordia. Amén.
II. Estación
Jesús carga con su cruz y emprende el camino del Calvario.
(Jn 19,17)
«Después de haberlo sentenciado a muerte, ponen en sus llagados hombros el pesado madero de la Cruz, y azotándolo cruelmente es llevado al Calvario, entre la gritería de esa chusma deicida… Cuán pocos quieren consolarlo en el camino del Calvario, en la cruz. ¡Pobre Jesús!...Y las mortificaciones que espera de nosotros el buen Jesús para que lo acompañemos en su pasión ¿verdad que haremos algo especial o especialísimo?» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh dulce Jesús! No era a Ti a quien tocaba llevar esta cruz, puesto que Tú eras inocente, sino a nosotros, miserables pecadores, cargados de toda especie de iniquidades. Danos pues la fuerza de imitarte, soportando sin murmurar los reveses y las desgracias de esta vida, que, en el orden admirable de tu Providencia deben ser para todos el medio de llegar a la Patria Celestial. Amén.
III. Estación
Jesús cae por primera vez bajo el peso de la Cruz.
(Is 53, 5-6)
«Oh Jesús, los azotes, la coronación de espinas, la sangre vertida y la sed atroz que sufres, han debilitado tu cuerpo divino. Tú has tambaleado y caído bajo el peso abrumador de la cruz. Te ruego Jesús, por los enfermos, los pobres, y los oprimidos. Que en sus momentos de angustia y dificultad puedan ellos encontrar esperanza y consuelo en ti… Yo por mi parte, Señor, acepto de buen grado y por tu amor, este anonadamiento, este desamparo absoluto, este aniquilamiento que me deshace el alma. Es esa tu voluntad adorable, yo también lo quiero». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh buen Jesús! Tiéndenos tu mano compasiva en medio de tantos peligros a que estamos expuestos; dígnate fortalecernos en todas nuestras necesidades, a fin de que, después de haberte seguido valientemente en el camino del Calvario, con la cruz a cuestas, podamos gustar los frutos deliciosos del árbol de vida y llegar a ser eternamente felices contigo. Amén.
IV. Estación
Jesús encuentra a su Madre en la vía dolorosa.
(Lc 8,20-21; Lc 1, 38)
«Cristo recibe el único consuelo en su Madre. María da conforto a su hijo, que nunca como entonces tenía necesidad de su madre. Nos hace falta contemplar lo que significó para Jesús encontrar a su Madre en un momento tan importante y doloroso de su Redención… ¿Qué sería de nosotros en esta tierra de dolor, en este valle de lágrimas, sin tener una mano cariñosa que las enjugara, sin tener esa mano virginal y suave de tu Madre que levantara nuestra frente en las horas de abatimiento, que infundiera en nuestro pobre corazón, el aliento, el consuelo y la paz en las horas de lucha y de angustia, en las caídas, en las desolaciones, en nuestras orfandades?» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh María, Madre de dolor! Alcánzanos para tu Divino Hijo, este amor ardiente con el cual tú lo acompañaste en la Montaña Santa y esta firmeza de la que diste muestras al pie de la Cruz, a fin de que permanezcamos ahí constantemente contigo y que nada pueda separarnos de ella. Amén.
V. Estación
El Cirineo es forzado a ayudar a Jesús a cargar su Cruz.
(Lc 23, 26-27)
«El Cirineo es obligado a ayudar a Jesús a cargar su cruz. Los sayones lo obligan no tanto por caridad hacia el Ajusticiado, sino porque temen que se les muera antes de llegar al lugar del suplicio. ¡Ah Jesús mío! Cuánta ingratitud hay en el corazón humano, cuánta maldad y dureza de sentimientos! Pero este hombre, que al principio acepta forzado, a medida que palpa el sufrimiento de Jesús, al sentirse acariciado por su mirada velada por la sangre que chorrea de su cabeza coronada de espinas, empieza a sentir cambiado su corazón y termina siendo el verdadero Cirineo de Jesús… Oh Jesús lleno de oprobios, Simón de Cirene carga tu cruz un trecho de camino. Nosotros te pedimos, que aquellos que te siguen en la vida sacerdotal y religiosa, puedan comprender a los que sufren y estén dispuestos a ayudarlos con las cruces de su vida.» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús, divino Maestro! Tú has bebido lo más amargo y nos has dejado la parte más pequeña; no permitas que rechazándola vengamos a ser nuestros propios enemigos. Haz por el contrario, que la aceptemos de buena gana, a fin de hacernos dignos de participar de los torrentes de delicias con que embriagas a tus elegidos en el Cielo. Amén.
VI Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
(Is 50, 6; 52,14)
« Aunque todas las apariencias, y mis sentimientos desoladores me quieran convencer de que todo está perdido, y me sienta en un pozo profundo en el que ni moverme puedo, tú eres mi refugio en la tribulación que me apremia; tú, Jesús, aunque estés escondido. Desde tu escondite ves mi tribulación y me socorres, aunque yo no lo sienta… Graba, Señor, en mi corazón tus llagas y tu pasión, porque entonces, tu yugo es suave y tu carga ligera. En espíritu quiero permanecer siempre al pie de la cruz... Purifícame Dios mío cuando sea necesario; hazme sufrir lo que quieras, pero que yo sepa sacar de estas cruces las monedas de oro con que te compraré innumerables almas… Oh Jesús amoroso, admiramos el bondadoso gesto de la Verónica enjugando tu rostro.» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús Amor hermoso! A qué estado te ha reducido tu amor por nosotros. No, nunca jamás has sido Tú tan digno de nuestras adoraciones y de nuestros homenajes. Nosotros, pues, te adoramos; y postrados ante tu divina majestad, te suplicamos que olvides nuestras ofensas y que devuelvas a nuestra alma, su antigua belleza que ha perdido por el pecado. Amén.
VII Estación
Jesús cae por segunda vez.
(Is 53, 3-4)
«El miedo, el tedio, el fastidio; quiso Él experimentarlos en grado sumo, en un grado intensísimo, porque quería pasar por todas mis miserias; y así con su ejemplo, enseñarme a no desanimarme, a confiar siempre en Dios, y a unir estrechamente mi voluntad a la suya… Cuando me veo en el abandono a mis propias fuerzas, cuando el valor me falta, cuando tengo que luchar a brazo partido con todos mis enemigos, cuando siento el hastío, la desolación, el desaliento; entonces, Señor, la cruz parece abrumadora, se cree que ha llegado al extremo, que todo está perdido, que uno está próximo a caer ... y cuando la pena ha llegado a su máximo, entonces, Jesús dulcísimo, tú levantas mi alma para sostenerla, para recibirla en tus paternales brazos...» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús, fuerza nuestra, presérvanos de toda caída y si caemos, ayúdanos a levantarnos por frecuentes que sean nuestras caídas. No permitas que perdiendo la confianza en tu misericordia, hagamos inútiles las fatigas y las penas que tú has soportado, para librarnos de la muerte eterna. Amén.
VIII. Estación
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
(Lc 23, 27-28, 31)
«No pensemos que las incomprensiones dejarán de dolernos, se necesitaría que dejáramos de ser humanos. Aún al mismo Jesús le dolieron en el alma. Por eso se explayó, puesto que, con su mirada divina veía los castigos que sobrevendrían a los pueblos que no querían admitir su doctrina a pesar de la multitud de milagros que habían visto... A veces la pobre naturaleza humana parece no resistir más… mientras unos gritan "Crucifícale" las mujeres de Jerusalén se lamentan por tu dolor.» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh amable Jesús! Dígnate mirarnos con ojos de ternura y de misericordia. Haznos la gracia de acompañarte en el camino de la cruz, como las hijas de Jerusalén te acompañaron y haznos oír como a ellas, continuamente, tu tremenda advertencia para que ella nos aparte del pecado. Amén.
IX. Estación
Jesús cae por tercera vez.
(Sal 69, 1-3)
“Mi alma pasa los días en continuos martirios...Y todo esto junto a la vez, sin que haya una mano amiga que se tienda hacia ella para consolarla, para sostenerla....ni siquiera del mismo Dios... Es muy cierto que cuando abundan las tribulaciones, las reprensiones, las humillaciones, las incomprensiones, Tú Dios mío, la sostienes con tu brazo poderoso. Y con frecuencia esta prueba se prolonga por interminables meses, y aun por años, en los que, solo a intervalos, cuando el alma casi no puede más, cuando el corazón se ha hecho pedazos, se presenta el Amante de las almas, para hacerla comprender que, aunque parecía ausente, ahí estaba con ella luchando, es decir sosteniéndola en la lucha… Esas penas de cada día Él las quiere para Sí, quiere hacer de ellas monedas para comprar almas para el cielo; son ellas la cruz de cada día que nos exige con amor, llevar sobre nuestros hombros caminando en su seguimiento, poniendo nuestros pies en las huellas que dejaron los suyos». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús, víctima de amor! He aquí pues, que Tú vas a ser inmolado por la salvación de las almas! Dígnate aplicarnos los méritos de tu sacrificio en el tiempo, a fin de que podamos ofrecerte nuestras alabanzas durante toda la eternidad. Amén.
X. Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras.
(Jn 19, 23-24)
«Para que te asemejes más a Cristo, que pobre nació, y más pobre aún murió, amarás la santa pobreza con todo tu corazón, despojándote por su amor de todo lo superfluo, para que Él llene completamente tu alma… Que vayamos a Él en nuestras penas, en nuestras amarguras, en nuestras dudas, en ese aniquilamiento del alma, despojo total, en esas como infinitas tristezas del corazón, en esas incertidumbres de conciencia; en las desolaciones, en las incomprensiones... ¡Aún a Él le parecieron tan amargas!» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús, Cordero divino! Bien sé por qué permitiste tan brutal atropello. Tú permitiste que antes de morir te despojaran de lo único que tenías para darme ejemplo de pobreza, para enseñarme el desapego que hay que tener de las cosas mundanas. Dame tu divina Gracia para que siguiendo el ejemplo que Tú aquí me das, alcance las virtudes de la pobreza de espíritu y de la generosidad. Amén.
XI. Estación
Jesús es clavado en la cruz.
(Lc 23, 33-34)
Lo extienden sobre la cruz y taladran sus manos sacrosantas con gruesos clavos; después lo levantan sin consideración alguna y siente en su Cuerpo la restiración de todos sus miembros. Tiene una sed abrasadora, el dolor de su Madre que está ahí lo martiriza atrozmente... ¡Oh dolor de María al ver a su querido hijo amado desgarrado con aquellos crueles hierros que se clavan en su alma como lanzas mortales!... ¿Quién podrá comprender el atroz sufrimiento de la Madre al escuchar esos terribles martillazos en las carnes inocentes de su Hijo? ¿Cómo no murió de dolor al no poder brindarle el menor alivio en su martirio? Y saber que yo he sido causa de esos lacerantes dolores. Yo, con mi crueldad inhumana lo he clavado en la cruz. Yo, que quiero ser libre, que quiero llevar las riendas de mi propio destino... lejos de su santísima voluntad.» (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Señor crucificado! ¡Qué exceso de amor! ¡Qué inmensa caridad!, ¡Qué a esta vista nuestros corazones se desgarren y se abrasen!, ¡Que renuncien a todo afecto desordenado a los placeres de la tierra!, ¡Cómo no estamos sin cesar crucificados con Jesús!, ¡Cómo nuestros ojos no vierten noche y día torrentes de lágrimas! Amén.
XII. Estación
Jesús muere en la cruz.
(Is 53,2)
«Meditaré más despacio, aquellas terribles tres horas que pasó mi Redentor en la cruz, contemplando sus atroces dolores… el dolor que le causaba ver al pie de la cruz a su adolorada Madre; y el excesivo dolor de su cabeza, por las espinas que la desgarraban; dolores en todo su cuerpo, por el desgarramiento de los azotes, hasta descubrírsele los huesos de sus pies y manos por el taladro de los clavos, y la extrema debilidad por el derramamiento de tanta sangre; la sed, el calor, el restiramiento de los nervios; y luego el escuchar sus oídos blasfemias horribles de aquel pueblo deicida, a quien había colmado de favores… A nosotros, las penas, los dolores, la congoja moral, las molestias, deben llevarnos continuamente al pie de la Cruz del Salvador; y ahí, con Él, en unidad de sentimientos, con el alma henchida de amor, de contrición, ofrecer al Padre Celestial, en unión de los martirios del Hijo, todo lo que se padece, pero con la mayor intensidad de amor». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh pecadores! ¡Sólo nosotros permanecemos insensibles a este espectáculo tan conmovedor! Dirijamos una mirada a nuestro Salvador. Veamos el estado espantoso al que nuestros crímenes lo han reducido. Él nos perdona sin embargo si nuestro arrepentimiento es sincero, Él tiene sus pies clavados para esperarnos; sus brazos extendidos para recibirnos; Su costado abierto y su corazón herido para esparcir sobre nosotros todas sus gracias; su cabeza inclinada para darnos el beso de paz y de reconciliación. Corramos pues, todos a su cruz y si es preciso, muramos por Él, puesto que él murió por nosotros. Amén.
XIII. Estación
Jesús es bajado de la cruz.
( Jn 19,31-34)
«Jesucristo crucificado es la solución de todas las dificultades, según frase de S. Agustín. Me parece a mí, como si la justicia se hubiese dejado crucificar con Jesús, para no dejar lugar, sino a su misericordia. Importa sobre manera dejar al alma en la soledad de su corazón; en esa sublime soledad de donde brotan, los más ardientes actos de amor, de fe, de esperanza; en donde el alma apóstol, haciendo presión a su Dios, le obliga, por así decir, a que convierta su vida toda, y sobre todo su suprema inmolación, en monedas por las almas; se acuerda que la vida toda de su Salvador se concentró en aquellas tres horas de horrible agonía; a ella une la suya, los sentimientos de Jesús respecto a la humanidad, los hace suyos; se ofrece con Él, y por manos de María su Madre adorada, al Eterno Padre, como rescate por esa humanidad tan alejada de Dios». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Señor Jesús, Rey eterno y soberano de todo lo creado! Somos nosotros los que hemos traspasado tu costado. En cambio de este mal tan grande que te hemos hecho, dígnate concédenos perdón y permítenos adorarte junto con tu Madre al ser bajado de la Cruz y que ella imprima en nuestras almas los dolores que sufrió al pie de la Cruz, de tal modo que nunca perdamos el recuerdo de ellos. Amén.
XIV. Estación
Jesús es sepultado y María queda sola sobre la tierra.
(Jn 19, 41-42)
«El misionero tratará de parecerse siempre a Él en todos los rasgos de su fisonomía moral, en cuanto es posible a una pobre criatura… ¡Oh qué dulce y consolador, qué inefable es el misterio de la cruz! Yo quiero esmerarme en amar con pasión, esta bendita cruz, clavándome prácticamente en ella para agradar a Jesús y a María, para alcanzar el grado de gloria que el Señor me tiene preparada y salvarle todas las almas». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Dios de perdón y misericordia! Entierra como en una tumba todas nuestras iniquidades y todas nuestras concupiscencias a fin de que muriendo a nuestras pasiones y a todas las cosas de aquí abajo, y llevando contigo una vida oculta en Dios, merezcamos tener un fin feliz para contemplarte cara a cara, en los esplendores de tu Gloria. Amén.
XV. Estación
Jesús resucita de entre los muertos.
(Lc 24,2-5)
«Es necesario, que el alma ponga en práctica las piadosas resoluciones que ha formado, para resucitar con Cristo, y seguirlas con perseverancia hasta la muerte, para que después de esta resurrección, venga la resurrección del cuerpo, y pueda ir glorioso a unirse a su alma, para alabar a Dios eternamente. Esta primera resurrección, es la que se hace prácticamente en la vida, con el ejercicio de todas las virtudes». (Beata María Inés Teresa).
Oración: ¡Oh Jesús glorificado en la carne! Señor de la vida, tú resucitas en la mañana de pascua. Como hijos de Dios te aclamamos en la plenitud de tu vida. Danos la gracia de ser testigos de tu resurrección, mientras participamos de tu pasión y muerte en esta vida, que podamos también un día participar en la gloria de tu resurrección. Amén.
CONCLUSIÓN
Todos: Dígnate Señor, arrojar una mirada sobre esta familia por la cual N. S. Jesucristo no ha dudado entregarse en manos de los malvados y sufrir el suplicio de la Cruz. Amén.
Por las intenciones del Santo Padre: Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final: ¡Oh Dios! Que no quieres la muerte del pecador sino que se convierta y se salve. Pedimos a tu misericordia por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y de todos los Santos, que concedas el descanso eterno a nuestros familiares, amigos y bienhechores difuntos y que a nosotros nos alcances la gracia de la perseverancia final. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Los escritos Inesianos fueron seleccionados por un grupo de
Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y adaptados luego para este Viacrucis por el padre Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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CANTOS:
1. VASO NUEVO
Gracias quiero darte por amarme.
Gracias quiero darte yo a Ti, Señor. Hoy soy feliz porque te conocí. Gracias por amarme a mí también. YO QUIERO SER, SEÑOR, AMADO COMO EL BARRO, EN MANOS DEL ALFARERO. TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO YO QUIERO SER UN VASO NUEVO. Te conocí y te amé. Te pedí perdón y me escuchaste. Si te ofendí, perdóname, Señor pues te amo y nunca te olvidaré.
2. NUEVA GENERACIÓN
Yo vengo del sur y del norte, del este y oeste, de todo lugar. Caminos y vías recorro llevando socorro,
queriendo ayudar. Mensaje de paz es mi canto y cruzo montañas y voy hasta el fin. El mundo no me satisface, lo que busco es la paz, lo que quiero es vivir.
AL PECHO LLEVO UNA CRUZ,
Y EN MI CORAZÓN, LO QUE DICE JESÚS (2).
Yo quiero dejar mi recado, no tengo pasado pero tengo amor. El mismo de un crucificado que quiso dejarnos un mundo mejor. Yo digo a los indiferentes que soy de la gente que cree en la cruz y creo en la fuerza del hombre que sigue el camino de Cristo Jesús.
3. MADRE DE TODOS LOS HOMBRES.
MADRE DE TODOS LOS HOMBRES,
ENSÉÑANOS A DECIR: “AMÉN”.
Cuando la noche se acerca y se oscurece la fe.
Cuando el dolor nos oprime y la esperanza no brilla.
Cuando aparece la luz y nos sentimos felices.
Cuando nos llegue la muerte y tú nos muestres el cielo.
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4. YO TENGO FE.
Yo tengo fe que todo cambiará,
que triunfará por siempre el amor.
Yo tengo fe que siempre brillará:
la luz de la esperanza no se apagará jamás.
Yo tengo fe, yo creo en el amor,
yo tengo fe, también mucha ilusión.
Porque yo sé, será una realidad:
el mundo de justicia que ya empieza a despertar.
Yo tengo fe porque yo creo en Dios,
yo tengo fe, será todo mejor.
Se callará el odio y el dolor,
la gente nuevamente hablará de su ilusión.
Yo tengo fe, los hombres cantarán
una canción de amor universal.
Yo tengo fe, será una realidad:
el mundo de justicia que ya empieza a despertar.
5. PERDÓN OH DIOS MÍO
PERDÓN, OH DIOS MÍO, PERDÓN E INDULGENCIA,
PERDÓN Y CLEMENCIA, PERDÓN Y PIEDAD.
Pequé, ya mi alma su culpa confiesa,
mil veces me pesa de tanta maldad.
Mil veces me pesa de haber mi pecado
tu pecho rasgado. ¡Oh suma Beldad!
Mi rostro cubierto de llanto lo indica,
mi lengua publica tan triste verdad.
Por mí en el tormento tu sangre vertiste
y prenda me diste de amor y humildad.
Y yo en recompensa pecado a pecado
la copa he llenado de la iniquidad.
Mas yo arrepentido te busco lloroso
oh Padre amoroso, oh Dios de bondad.
Mi humilde plegaria traspase las nubes;
ardientes querubes, mis votos llevad.
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