ACTO DE CONTRICIÓN:
Jesús, mi Señor y Redentor. Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, me pesa de todo corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo no volver a pecar, confío en que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA:
Señor Jesús, queremos recorrer contigo el camino del Calvario. Llena de luz nuestro entendimiento y fortalece nuestra voluntad para que al recordar lo que tú sufriste por nosotros, nos anime a romper para siempre con esas culpas tristes que nos alejan de la alegría de vivir el Evangelio y nos impiden abrazar el compromiso misionero de anunciar tu salvación como discípulos. Madre de los Dolores, inspíranos los sentimientos de amor con que acompañaste en este camino a tu Divino Hijo. Amén.
AL ENUNCIAR CADA ESTACIÓN SE DICE:
Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador. Amén.
DESPUÉS DE CADA MEDITACIÓN SE REZA:
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Señor, pequé, ten misericordia de mí y de todos los pecadores. ¡Bendita y alabada sea la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores y angustias de su Santísima Madre. Amén!
I. PRIMERA ESTACIÓN:
«JESÚS ES CONDENADO A MUERTE»
“La fe siempre conserva un aspecto de cruz, alguna oscuridad que no le quita la firmeza de su adhesión” (E.G. 42).
Meditación: El justo de los justos, el dador de la paz, el sembrador del perdón es condenado. Su pecado consiste en haber amado a la humanidad; su blasfemia es su cuerpo portador del don de la salvación. El mundo no ha reconocido en Jesús de Nazareth al Misionero del Padre, la Luz de Dios; el mundo ha preferido permanecer en las tinieblas de la tristeza del pecado. Te pedimos Señor, perdones a tu pueblo cristiano porque, con tristeza, sigue juzgando tu Evangelio. Nuestro pecado es la negación de la fuerza de la alegre entrega de Cristo por nosotros. La no aceptación del Evangelio.
II. SEGUNDA ESTACIÓN:
«JESÚS CARGA CON LA CRUZ»
“El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría” (E.G. 5).
Meditación: Jesús ha cargado con el peso de la humanidad sumergida en la tristeza del pecado. El amor de Cristo, en su entrega total, hipoteca su vida para hacer la voluntad del Padre. Él ha arrancado a nuestra carne débil y enfermiza el miedo a cargar con la responsabilidad de los hermanos. En la Cruz de Cristo vemos tantos cristianos tristes, negando su vocación de discípulos misioneros. Por eso, Señor, te pedimos perdón por tanto miedo a manifestar la alegría de cargar la cruz de cada día y por no alegrarnos, muchas veces, de ser elegidos para cargar con el peso de los débiles y de los pecadores.
III. TERCERA ESTACIÓN:
«JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ»
“El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz” (E.G. 82).
Meditación: En la creación, Dios vio que todo era bueno, que todo caminaba hacia una total armonía. El hombre fue débil y rompió con tristeza el plan original del Padre, negándose al amor, a la justicia, a la paz. Negamos el rostro de Cristo presente en todo lo creado cuando no sabemos sufrir con alegría las consecuencias de una falla, de una contradicción, de un fracaso, de una crítica y así pisoteamos el soplo de vida que Dios ha puesto en el corazón de cada hombre. En esta caída de Cristo descubramos el grito del Padre que nos despierta del triste sueño del pecado y nos regala en Cristo la alegría de su Evangelio.
IV. CUARTA ESTACIÓN:
«EL ENCUENTRO CON MARÍA»
“María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. … Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios… Es allí, en los santuarios, donde … encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como a san Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe tu corazón [...] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?»” (E.G. 286).
Meditación: La Virgen María caminó con su Hijo hasta el Calvario para sufrir amando sin arrancar la alegría de la entrega en su corazón, traspasado por la espada del dolor. Dios la hizo corredentora de la humanidad y ella respondió. María, la mujer del alegre “Fíat”, la Virgen del generoso “Sí”, nos indica cual es el camino de nuestra vocación de cristianos. No olvidemos nuestra misión, tenemos que estar presentes donde hay dolor, calvario, hombres necesitados de la alegría del Evangelio. Que el amor de María nos lance hacia el sacrificio supremo de amar como Jesús, hasta la Cruz.
V. QUINTA ETACIÓN:
«EL CIRENEO AYUDA A JESÚS CON LA CRUZ»
“Un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio” (E.G. 172).
Meditación: Un hombre honrado vuelve del campo, viene lleno de alegría de cumplir con la voluntad del Padre en el trabajo; él anhelaba tal vez el descanso y ahora le obligan a tomar la Cruz para ayudar a Jesús. ¿No podrá el Todopoderoso llevar su Cruz hasta el final por sí solo?… Saber tener necesidad del que se ama es uno de los secretos del amor. Señor, que seamos el cireneo que no pierde la alegría de saberse amado, cuando llegas inesperadamente a cambiar nuestros planes; que sigamos cooperando como discípulos misioneros en la obra de la salvación de la humanidad; que seamos el cireneo de los afligidos, de los pobres, de los más alejados de la alegría de tu Evangelio.
VI. SEXTA ESTACIÓN:
«LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE CRISTO»
“Así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (E.G. 88).
Meditación: Siempre ha sido y será modelo de audacia cristiana esta mujer compasiva que se abre paso entre los enemigos de Cristo y le limpia la sangre y el sudor de su rostro. Nada extraña que el corazón siempre agradecido del Señor estampara la imagen de su rostro en el lienzo de Berenice, o “la Verónica” como la conocemos. Sólo los audaces arrebatan el Reino de los Cielos porque saben el valor de la alegría del Evangelio. Señor, desde el bautismo somos discípulos misioneros, te rogamos nos des la valentía de proclamarte, bajo un compromiso de vida y de entrega a los hermanos, y nos atrevamos a enjugar los rostros de todos aquellos que sufren, y con ello, imprimamos en nuestro ser, los rasgos más finos de tu imagen para que todos te conozcan y te amen.
VII. SÉPTIMA ESTACIÓN:
«JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ»
“Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza». En todo caso, allí estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza!” (E.G. 86).
Meditación: El camino sube una áspera pendiente, la marcha se hace pesada. La gran debilidad, el mal camino, las burlas y el peso de la Cruz lo explican todo, pero eso no puede robar del corazón la alegría de haberlo dado todo por la salvación de la humanidad. Señor Jesús, a pesar de que sabemos que tú caíste en el camino, nos rehusamos a aceptar muchas veces nuestros límites, nuestras debilidades y los fracasos dentro de nuestra vocación de discípulos misioneros. Jesús, aunque caigamos una segunda vez y muchas más en el camino, no nos dejes. Ten paciencia con nosotros; levántanos, anímanos, ayúdanos, para que sigamos el camino de la fe con la Cruz de cada día.
VIII. OCTAVA ESTACIÓN:
«JESÚS HABLA CON LAS MUJERES DE JERUSALEN»
“Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (E.G. 274).
Meditación: ¡Si así tratan al árbol verde!... ¿Qué pasará con el seco? El árbol verde es el árbol lleno de vida, de savia que produce el fruto de la alegría y el gozo de haberlo entregado todo por amor. Sin embargo, es necesario que el Padre pode el árbol con el fin de que produzca frutos abundantes que nutran a la humanidad entera. Señor, concédenos cada día parecernos más a Ti, para no ser árboles secos incapaces de poder amar; siembra en nosotros la alegría del Evangelio para acercarnos como discípulos misioneros a consolar y alentar a cada persona que se cruce en nuestro camino.
IX. NOVENA ESTACIÓN:
«JESÚS CAE POR TERCERA VEZ»
“En todos los casos la Iglesia habla desde la luz que le ofrece la fe, aporta su experiencia de dos mil años y conserva siempre en la memoria las vidas y sufrimientos de los seres humanos. Esto va más allá de la razón humana” (E.G. 238).
Meditación: La humillación en el sufrimiento, la debilidad, el abatimiento en los momentos supremos es lo que caracteriza la Cruz, pero todo eso no arrebata la alegría del Evangelio; Cristo se sabe amado del Padre y su cansancio al llevar la Cruz es de muchos y de siempre. Cansancio de seguirle, cansancio de anunciarle, cansancio de imitarle… ¡Señor, que sepamos soportar con valor lo que nos parece un gran sufrimiento! ¡Qué el peso de la Cruz no nos arrebate la esperanza del corazón que quiere seguirte y darse a tu estilo! ¡Auxílianos con tu gracia y levántanos siempre con tu amor!
X. DÉCIMA ESTACIÓN:
«JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS»
“La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás” (E.G. 269).
Meditación: Llegados por fin al Calvario, los soldados despojan a Jesús de sus vestiduras; su cuerpo se estremece de dolor, lo ha dado todo en una gozosa y generosa entrega. Señor, ayúdanos a vivir el desprendimiento total de las cosas y de nuestra propia persona para vivir en la alegría del Evangelio como discípulos y misioneros al servicio de nuestros hermanos como tú. Alcánzanos a todos el espíritu de pureza, la rectitud de intención. Aumenta en nuestras vidas el sentido de mortificación para amarte siempre y hacerte amar por todos como la única pertenencia que alegra el corazón.
XI. DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN:
«JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ»
“La paz es posible porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictividad permanente «haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col 1,20)” (E.G. 229).
Meditación: Jesús, sin murmurar una queja, se deja clavar en la Cruz. Con esta acción fue escándalo para muchos, y sin embargo, esta es la locura que a muchos nos atrae; la locura de la Cruz. Señor, nos llamas a dar una respuesta en un testimonio de pobreza, de sencillez, de humildad, de sacrificio, de entrega generosa que manifiesta la alegría de vivir tu Evangelio. ¡Señor, qué busquemos realizar la locura de la Cruz diariamente, en un desprendimiento de nuestra persona, buscando con ello la salvación de nuestros hermanos, desde la Cruz, atrayendo a todos hacia Ti.
XII. DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN:
«JESÚS MUERE EN LA CRUZ»
“En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo… Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio” (E.G. 285).
Meditación: El rostro del Señor, velado por una palidez mortal se inclina suavemente, su pecho se levanta y deja escapar distintamente el último suspiro. ¡Su más grande prueba de amor! Jesús, ayúdanos a aceptar la llamada que nos haces cada día a morir por ti, contigo y en ti para salvar a la humanidad que se pierde en la tristeza del pecado. Muéstranos siempre el camino de la alegría de tu Evangelio, para dar la vida como tú, consumando el sacrificio en la tierra. Que seamos discípulos misioneros hasta el final, seguros de que, como decía la beata Madre María Inés Teresa: “Si no es para salvar almas, no vale la pena vivir”.
(Se guarda un momento especial de profundo silencio, si es posible, de rodillas).
XIII. DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN:
«JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ»
“El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal” (E.G. 85).
Meditación: Desclavan el cuerpo de Jesús y lo reciben los brazos de María. Sobre la tierra todo sufrimiento tiene su fin, pero la recompensa es eterna. Señor, haz que en las penas y trabajos de cada día, nuestro descanso sean los brazos de tu Madre Santísima y que ella nos lleve a la alegría de gozar de tu cielo al llegar al final de nuestra tarea como tus discípulos misioneros en este mundo.
XIV. DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN:
«JESÚS ES COLOCADO EN SU SEPULTURA»
“Virgen y Madre nuestra… Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora” (E.G. 288).
Meditación: Veinte siglos han pasado. Sobre su tumba ha germinado el inmenso pueblo de Dios. Y la Iglesia, a través del mundo, bajo la mirada dulce de María, la Madre del verdadero Dios por quien se vive, proclama con alegría la victoria: ¡Cristo ha resucitado! Señor, enséñanos a comprender esta fecundidad de la muerte. Haz que entendamos que hay otra fecundidad que no es carnal y es la que buscamos: la fecundidad de la Redención. Pasemos de la tristeza del pecado a la alegría del Evangelio con la esperanza de resucitar a una nueva vida.
ORACIÓN FINAL:
Señor Jesús, hemos llegado al final de este camino doloroso que tú recorriste. Ahora levantamos nuestra vista y vemos tu imagen, suspendido en la Cruz, con las manos y los pies traspasados por los clavos y con la cabeza coronada de espinas. Sabemos, Señor Jesús, que tu sufrimiento es el fruto de un infinito amor por nosotros en una alegre entrega para alcanzarnos la salvación. Tú mueres por nosotros, haz que también nosotros te amemos incansablemente, para que nunca nos separemos de ti por el pecado que entristece y alcancemos contigo el gozo de la resurrección. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos. Amén.
CANTOS:
1. “HIMNO A LA CRUZ”
Vean la Cruz de salvación,
donde Dios nos dio la vida.
Precio de la Redención,
de la humanidad caída.
Cruz de Cristo Vencedor;
te adoramos, Salvador.
Ara donde se inmoló,
el Cordero inmaculado.
Cristo, en ti, nos redimió,
de la muerte y del pecado.
Árbol santo e inmortal,
son tus frutos redentores.
Gracia y luz, perdón y paz,
brindas a los pecadores.
Nave firme en el luchar
con las olas de la vida.
Faro en nuestro navegar,
a la Patria Prometida.
Santo emblema del amor,
fiel recuerdo del Amado.
Cruz que dice al pecador,
la malicia del pecado.
Santa Cruz de Redención,
arco iris de la Alianza.
Signo eterno del perdón,
fuente viva de esperanza.
2. “VICTORIA TÚ REINARÁS”
Victoria, Tú reinarás.
¡Oh cruz!, Tú nos salvarás.
El verbo en Ti clavado, muriendo, nos rescató.
De Ti, madero santo, nos viene la redención.
Extiende por el mundo tu Reino de salvación.
Oh cruz, fecunda fuente de vida y bendición.
Impere sobre el odio tu Reino de caridad.
Alcancen las naciones el gozo de la unidad.
Aumenta en nuestras almas tu Reino de santidad.
El río de la gracia apague la iniquidad.
La gloria por los siglos a Cristo libertador.
Su cruz nos lleve al cielo, la tierra de promisión.
3. “CAMINO AL MONTE”
Camino al monte,
se ven un hombre y una cruz.
Detrás le sigue,
la gente que le llama Jesús.
Ya se su nombre
Pero no sé,
porque le crucifican a Él. (2)
Sigue su marcha,
como el ave sigue al sol.
Pero no saben,
que crucifican al Salvador.
Se apaga el cielo,
por fin ya todo terminó.
Solo el padre sabe,
todo lo que el Hijo sufrió.
Pero no saben, que no será,
como ellos piensan la realidad.
Ese buen hombre regresará,
Y por siempre nunca Morirá.
Nota: Los textos de la Evangelii Gaudium fueron seleccionados por Mons. Juan Esquerda Bifet, la oraganización de los mismos y las meditaciones son de un servidor.
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
dr. algdr2014
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