El 13 de diciembre de 1969, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, recibió la Ordenación Sacerdotal. Tenía en aquel entonces 33 años. Unos años después, el 20 de mayo de 1992 fue consagrado obispo de Auca.
El Papa Francisco cuenta que aunque el inicio más determinante de su vocación se sitúa en una confesión del 21 de septiembre de 1953, no comenzó sus estudios teológicos hasta 1967 en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José.
A sus 50 años de sacerdote, en su vida ministerial, el Papa muestra 10 puntos claves para perseverar en la vida sacerdotal que parece interesante ver no solamente desde el corazón del sacerdote, sino desde todo ángulo para ayudar al sacerdote a «ser» antes que «hacer» como diría la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.
Les invito a recorrerlos y repasarlos conmigo:
1. Un sacerdote que dice no al clericalismo.
Es casi uno de los mantras que el Papa repite. En su apertura del sínodo de los jóvenes, se refirió a esta cuestión como «el flagelo del clericalismo» y no solo como apoyo silente de los abusos por parte de los clérigos. Para el Santo Padre una visión «elitista y excluyente, que interpreta el ministerio recibido como un poder para ejercer en lugar de un servicio gratuito y generoso para ofrecer» es algo que «nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y ya no necesita escuchar y aprender nada». Por ello, el Papa Francisco ha dicho que el clericalismo es «una perversión raíz de muchos males en la Iglesia» ante la cual hay que «pedir humildemente perdón y, sobre todo, crear las condiciones para que no se repita».
2. Un cura que es callejero y está de buen humor.
Jesús, habiendo «podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un "evangelizador", un predicador callejero, el "portador de alegres noticias" para su pueblo», decía el Papa Francisco en la Misa Crismal del año 2018. El Santo Padre pide a los sacerdotes poner en práctica la «pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes…» Algo que se traduce en cercanía, que, para el Papa, «es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro». Es ser «curas cercanos, que están, que hablan con todos… Curas callejeros». «El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor», recuerda el Papa a los sacerdotes. Es una alegría que viene de la unión con Jesús y de la fraternidad. «El sentido del humor es una gracia que pido todos los días» —dijo en noviembre de 2016 en una entrevista concedida a TV2000 — porque «el sentido del humor te alivia, te hace ver lo temporal de la vida y tomar las cosas con un espíritu de alma redimida. Es una actitud humana, pero es la más cercana a la gracia de Dios».
3. Un hombre que recibe un don no apto para funcionarios de lo sagrado.
La llamada al sacerdocio es un don, «no es un pacto de trabajo ni algo que tengo que hacer», recordaba Francisco en una de las misas de la mañana en Santa Marta. Para el Santo Padre los sacerdotes no son meros funcionarios. «El hacer está en segundo plano, yo debo recibir el don y custodiarlo como un don», señalaba, a la vez que recordaba que «cuando olvidamos esto, nos apropiamos del don y lo transformamos en función, perdemos el corazón del ministerio». Aunque «olvidar la centralidad de un don es algo humano», el Papa insiste en «la importancia de la contemplación del ministerio como un don y no como una función». Así, los llamados a seguir a Jesús «hacemos lo que podemos con buena voluntad, inteligencia, incluso con astucia», pero siempre para custodiar este don. Al centro de la vida del Papa no está él sino Cristo. Por esto agradece a los sacerdotes por la celebración cotidiana de la Eucaristía: «En la celebración eucarística encontramos cada día nuestra identidad de pastores. Cada vez podemos hacer verdaderamente nuestras las palabras de Jesús: "Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes". Este es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación”» (Homilía para el Jubileo de los sacerdotes, 3 junio 2016).
4. Alguien que se ensucia las manos.
Los sacerdotes se manchan las manos no solo al ungir el crisma a los enfermos o a los bautizados. El Papa Francisco, en la Misa Crismal del 2019, señaló que «al ungir bien uno experimenta que allí se renueva la propia unción». «No somos repartidores de aceite en botella. Ungimos repartiéndonos a nosotros mismos, repartiendo nuestra vocación y nuestro corazón», añadió. Para el pontífice, «al ungir somos reungidos por la fe y el cariño de nuestro pueblo. Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega». «El que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad». La espiritualidad del sacerdote se encarna en la realidad de la vida cotidiana —observa el Papa— y se convierte en una voz profética frente a la opresión que pisotea a los pobres y a los débiles: la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia»., relegando la religión, como algunos quisieran, “a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional” (Evangelii gaudium, 183) porque el Reino de Dios inicia aquí en la tierra y es aquí que encontramos a Jesús».
5. Un ser humano experto en misericordia.
El Papa Francisco no quiere que el fiel vaya al confesionario como quien va a un tribunal o a una encerrona. «La misericordia auténtica se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a su situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación», señaló en un discurso a los párrocos de Roma en 2014. «La confesión es el paso de la miseria a la misericordia, es la escritura de Dios en el corazón. Allí leemos que somos preciosos a los ojos de Dios, que él es Padre y nos ama más que nosotros mismos» recalcaba el Papa en la liturgia penitencial de Cuaresma de 2019. «Como sacerdotes, somos testigos y ministros de la Misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que "pasó haciendo el bien" (Hch 10,38), de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar —creativamente— en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia», pedí a en el Año de la Misericordia. «Que haya diferencias de estilo entre los confesores es normal, pero estas diferencias no pueden referirse a la esencia, es decir, a la sana doctrina moral y a la misericordia». Ni el laxista ni el rigorista se hacen cargo de la persona que encuentran. «El rigorista se lava las manos: en efecto, la clava a la ley entendida de modo frío y rígido». También el laxista, «se lava las manos: sólo aparentemente es misericordioso, pero en realidad no toma en serio el problema de esa conciencia, minimizando el pecado. La misericordia auténtica se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a su situación, y la acompaña en el camino de la reconciliación». (Discurso a los párrocos de Roma, 6 de marzo de 2014).
6. Un hombre que mantiene viva la ilusión.
El Santo Padre es consciente de que los sacerdotes también viven la desilusión o la soledad. Incluso dedicó al tema una de sus intenciones y vídeos mensuales, el de julio de 2018. «Que los sacerdotes que viven con fatiga y en la soledad el trabajo pastoral se sientan ayudados y confortados por la amistad con el Señor y con los hermanos», imploraba con sencillez. Para el Papa Francisco, los presbíteros están a veces con «tantos frentes abiertos» en campos diversos, que «no se pueden quedar parados después de una desilusión». Por eso invita a todos a rezar por los sacerdotes: «la gente quiere a sus pastores, los necesita, confía en ellos» dice. «Saben cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos ustedes? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajan en medio del pueblo fiel de Dios que les fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo. Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre». Es un cansancio bueno aquel que viene del estar en medio de la gente: «Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja», con la conciencia de que «solo el amor descansa» (Homilía en la Misa Crismal, 2 de abril 2015).
7. Un individuo que no busca hacer carrera.
En su primer encuentro con los nuncios, en junio de 2013, el Papa Francisco, en un discurso muy personal, les pidió: «Estén atentos a que los candidatos sean pastores cercanos a la gente; este es el primer criterio. Pastores cercanos a la gente. Si es un gran teólogo, una gran cabeza, que vaya a la universidad, donde hará tanto bien. ¡Pastores! ¡Los necesitamos! para no sucumbir a la mundanidad espiritual». «Que sean padres y hermanos; que sean mansos, pacientes y misericordiosos; que amen la pobreza, interior como libertad para el Señor, y también exterior, como sencillez y austeridad de vida; que no tengan una mentalidad de "príncipes". Estén atentos a que no sean ambiciosos, que no busquen el episcopado... Los que buscan el episcopado, esos no convienen. Y que sean esposos de una Iglesia sin estar siempre a la búsqueda de otra».
8. Ministros de la Palabra con un lenguaje positivo en la homilía.
La exhortación «Evangelii gaudium» dedica varios puntos, de forma muy directa, a la homilía. Escribe el Papa que «la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración» (núm. 138). El Santo Padre invita a emplear un «lenguaje positivo». «No dice tanto lo que no hay que hacer, sino que propone lo que podemos hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento» (núm 159), aconseja. La importancia de la homilía ha sido subrayada muchas veces por Francisco, que exhorta encarecidamente a los sacerdotes a que la preparen bien. Invita a dar breves homilías que no sean ni un espectáculo ni una lección de adoctrinamiento: debemos ser capaces de decir "palabras que hagan arder los corazones" con un lenguaje positivo: no diciendo tanto lo que no debemos hacer sino proponiendo lo que podemos hacer mejor: "Una predicación positiva siempre da esperanza, orienta hacia el futuro, no nos deja encerrados en la negatividad". (Evangeli gaudium, 159).
9. Hombres alentados por la oración y el amor a María.
Por supuesto, la oración es indispensable en la vida de los presbíteros. En su carta a los sacerdotes con motivo de los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars, en agosto de 2019, el Papa recordaba que «en la oración experimentamos nuestra bendita precariedad que nos recuerda que somos discípulos necesitados del auxilio del Señor y nos libera de esa tendencia prometeica de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas». «La oración del pastor se nutre y encarna en el corazón del Pueblo de Dios. Lleva las marcas de las heridas y alegrías de su gente a la que presenta desde el silencio al Señor para que las unja con el don del Espíritu Santo. Es la esperanza del pastor que confía y lucha para que el Señor cure nuestra fragilidad, la personal y la de nuestros pueblos. Pero no perdamos de vista que precisamente en la oración del Pueblo de Dios es donde se encarna y encuentra lugar el corazón del pastor», reclamaba. El amor a la Virgen María, a la Mamá, como él la llama es vital en el sacerdote. El 9 de mayo de 2019 decía: «En los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús ha regalado a todos nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decirnos al corazón: “Levántate. Mira adelante. Mira el horizonte”, porque Ella es Madre de esperanza». El sacerdote —subraya el Papa— es en primer lugar hombre de oración. Es de la intimidad con Jesús que brota la caridad. Es la unión con Dios que hace vencer las innumerables tentaciones del mal. El diablo existe, no es un mito —recuerda a menudo— es astuto, mentiroso, engañador. EL Santo Padre invita a los sacerdotes a mirar a María, a rezar el Rosario cada día, sobre todo en este periodo, para proteger a la Iglesia de los ataques del diablo que quiere traer división. “Mirar a María es volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño». (Carta a los sacerdotes en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars).
10. Un hombre que vive la teología del encuentro.
También esta es una de las máximas de. Papa Francisco: el poder transformador y evangelizador del encuentro. En la carta a todos los presbíteros señalaba que nuestro tiempo, está marcado por viejas y nuevas heridas, y, por ello, «necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy». «En estos últimos tiempos», señalaba el Santo Padre, «hemos podido oír con mayor claridad el grito, tantas veces silencioso y silenciado, de hermanos nuestros, víctimas de abuso de poder, conciencia y sexual por parte de ministros ordenados». Esto ha hecho que se convierta en un «tiempo de sufrimiento en la vida de las víctimas que padecieron las diferentes formas de abusos; también para sus familias y para todo el Pueblo de Dios». El Papa no calla sobre la «monstruosidad» de los abusos cometidos por los sacerdotes, repite siempre su cercanía a las víctimas, pero también piensa en los muchos buenos sacerdotes que soportan la carga de los crímenes que no han cometido: «sería injusto no reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo lo que son y tienen por el bien de los demás». Esos sacerdotes que «hacen de su vida una obra de misericordia en regiones o situaciones tantas veces inhóspitas, alejadas o abandonadas incluso a riesgo de la propia vida». El Papa les agradece por el «valiente y constante ejemplo» e invita a nos desalentarse porque «el Señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a Sí». (Carta a los sacerdotes en el 160 aniversario de la muerte del Cura de Ars).
Así, según nos enseña el Papa Francisco con su propia vida, el sacerdote vive en medio de la gente con el corazón misericordioso de Jesús. Los sacerdotes —afirma— sin hacer ruido dejan todo para dedicarse a la vida cotidiana de las comunidades, dando a los demás su propia vida, «se conmueven ante las ovejas, como Jesús, cuando veía a las personas cansadas y agotadas como ovejas sin pastor». Así, a imagen del buen Pastor, el sacerdote es hombre de misericordia y de compasión, cercano a su gente y servidor de todos. Éste es un criterio pastoral que quisiera subrayar bien: la cercanía. La proximidad y el servicio, pero la proximidad, la cercanía... Quien sea que se encuentre herido en su vida, de cualquier modo, puede encontrar en él atención y escucha... ¡Se necesita curar las heridas, muchas heridas! Este -recuerda - es el tiempo de la misericordia (Discurso a los párrocos de Roma, 6 de marzo de 2014).
El Papa Francisco pide a los sacerdotes que estén siempre cerca de la gente, pero al mismo tiempo pide a los fieles que apoyen a los sacerdotes: «Queridos fieles, acompañen a sus sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.» (Homilía para la Misa Crismal, 28 de marzo de 2013).
Padre Alfredo.
*Esta entrada está basado en un artículo de la revista vida nueva: https://www.vidanuevadigital.com/2019/12/13/decalogo-del-presbitero-segun-francisco-en-sus-bodas-de-oro-sacerdotales/ y en un artículo de Vatican News: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-12/papa-francisco-50-aniversario-sacerdocio.html He hecho algunas adecuaciones y colocado las fotografías.
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