lunes, 23 de diciembre de 2019

«La Buena Nueva está siempre en marcha»... Un pequeño pensamiento para hoy


Quiero detenerme hoy, para iniciar mi reflexión, en la figura de San Juan de Kety, el santo que la Iglesia celebra en este día ya casi vísperas de la Navidad. Nacido en Kęty, Polonia, en 1390, este santo fue sacerdote y docente de filosofía en la Universidad de Cracovia. En 1417 obtuvo el doctorado en Filosofía, y poco después en Teología. Ordenado de sacerdote, nombrado canónigo de Cracovia, obtuvo una cátedra de teología en la Universidad, y continuó residiendo en el mismo Colegio Mayor en que había residido mientras fue estudiante. Fuera de su estancia en una parroquia y de sus viajes, no conocerá Juan ninguna otra residencia. Elegido luego como preceptor de los príncipes polacos, fue muy estimado por todos debido al ejercicio de la caridad de manera extraordinaria haciendo cosas sencillas y pequeñas cada día, diríamos, pequeñas obras de caridad con los más pequeños. Con su pago por su trabajo en la corte, daba de comer a los pobres que encontraba. Era tan bueno que en su vida hay una anécdota curiosa: En uno de sus viajes fue asaltado por unos ladrones, hecho que demuestra su amor a la verdad. Cuando aquellos infames le hubieron despojado de todo su dinero, le preguntaron si tenía más, contestó que no, pero habiendo recordado que le quedaban unos escudos cosidos en el forro de su manto, llamó a los ladrones para entregárselo. 

Fue un profesor sumamente sencillo y responsable. Y, según la historia de su vida, su rectitud hizo de él un profesor incómodo, de los que no transigen, de los que, con su cumplimiento, constituyen una muda reprensión para los demás. pero muchos lo querían y buscaban imitarle. Se dice que un buen día la Universidad, correspondiendo a una petición de los feligreses de la parroquia de Olkusz, le designó como párroco de la misma. La prueba debió de resultarle dura, porque no suele ser fácil que un intelectual se adapte a las tareas pastorales, en directo contacto con las almas. Pero fue un párroco admirable, y en los años —que no fueron muchos— que estuvo al frente de su parroquia, esta cambió profundamente. Había estado hasta entonces muy descuidada, faltando la instrucción religiosa, existiendo en ella facciones y partidos que se odiaban a muerte, y pudiéndose encontrar no poca indiferencia en algunos feligreses. Pero el párroco consiguió transformar por completo la parroquia: la caridad, la unión fraternal, el destierro de los vicios, proclamaron la fina calidad del buen pastor. En 1340 volvió a su cátedra de teología. Murió durante la Misa de la vigilia de Navidad de 1473. 

La Buena Nueva del Señor, en los santos, está siempre en marcha. Así podemos verlo no solo en la vida de San Juan de Kety sino en muchos más, como hoy en el Evangelio se percibe en el nacimiento de Juan el Bautista (Lc 1,57-66). La presencia de un santo, sea grande, sea pequeño, cambia el entorno. El nacimiento del Bautista se interpreta religiosamente: Dios está en el interesado... es un resultado de su misericordia. Dice la gente que rodea a Isabel y a Zacarías que Dios ha querido este nacimiento porque tiene un proyecto sobre este niño. Y tienen razón los vecinos: ¿qué será de este niño? Juan el Bautista será grande. Durante bastantes días, en este Adviento, hemos ido leyendo pasajes en que se cantan las alabanzas de este personaje, decisivo en la preparación del Mesías: testigo de la luz, voz de heraldo que clama en el desierto y prepara los caminos del Señor, que crea grupos de discípulos que luego orientará hacia el Profeta definitivo, que predica la conversión y anuncia la inminencia del día del Señor. Todos, como discípulos–misioneros del Señor tenemos un quehacer para llevar la Buena Nueva a donde estamos, todos, desde el bautismo, somos profetas como Juan, así vivió San Juan de Kety y así hemos de vivir nosotros. Preparemos muy bien nuestro corazón a recibir a Jesús que ya se acerca, pidamos a María que nos preste el suyo, su corazón sencillo y pobre para hospedar a Jesús. ¡Bendecido lunes! 

Padre Alfredo.

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