sábado, 7 de diciembre de 2019

«San Ambrosio, convertirse para convertir»... Un pequeño pensamiento para hoy

Entre los santos —creo que todos hemos escuchado— hay unos que llevan el título de «Doctores de la Iglesia», un título otorgado por el Papa o un Concilio Ecuménico a ciertos santos en razón de su erudición y en reconocimiento como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos. Los doctores de la Iglesia son santos que ejercen una influencia especial sobre el desarrollo del cristianismo, sentando las bases de la doctrina sucesiva, o interpretando de forma esclarecedora y perdurable vastos campos de la Revelación. Uno de los doctores de la Iglesia más eminentes es el santo que celebramos el día de hoy: San Ambrosio, un santo que nació en Tréveris (Alemania) en el año 340. Fue elegido obispo de Milán en el 374, distinguiéndose como un gran administrador. Este santo doctor de la Iglesia es el símbolo de la Iglesia que renace después de los duros años del ocultamiento y de las persecuciones. Creó nuevas formas litúrgicas y promovió el culto a las reliquias en Occidente. La misa ambrosiana —cuyo rito está aún vigente— tiene los mismos elementos que la misa de rito romano como nosotros la celebramos, pero algunos de ellos se organizan de otra manera. El intercambio de la paz, por ejemplo, no está inmediatamente antes de la comunión, sino se da al final de la Liturgia de la Palabra. Otras diferencias son la ausencia del Agnus Dei y la triple invocación Kyrie eleison en la celebración de los ritos. Una de las diferencias más evidentes está en el uso del incensario. La forma de incensar ambrosiana es per ductum et tractum, es decir, haciendo rotar primero el incensario (ductus) y luego empujando hacia adelante (tractus) hacia la persona o cosa que se va a bendecir, de modo que los «diseños» que describe el humo del incienso presentan forma de cruz —como vemos que algunos sacerdotes inciensan las ofrendas—. 

San Ambrosio, que fue elegido obispo incluso antes de bautizarse porque era catecúmeno, recibió rápidamente los sacramentos de la iniciación cristiana y el orden sacerdotal para ser ordenado Obispo. Entre sus grandes logros está la conversión de San Agustín el bautizo de este. San Agustín, como discípulo, fue un asiduo oyente de los sermones de San Ambrosio, nos cuenta en sus Confesiones que el prestigio de la elocuencia del obispo de Milán era muy grande y muy eficaz. Sus libros publicados han llegado hasta nosotros y son rápidas transcripciones y reutilizaciones de sus discursos. Como buen pastor le gustaba enseñar cantos litúrgicos a su pueblo, por eso compuso un buen número de himnos y algunos son todavía familiares en la liturgia ambrosiana. Fue él quien introdujo en occidente el canto alternado de los salmos como lo hacemos muchas veces al recitar la Liturgia de las Horas en comunidad. El rito ambrosiano tanto para la Misa como para la Liturgia de las Horas es seguido en casi todas las comunidades de la arquidiócesis de Milán en Italia. Después de san Hilario, Ambrosio será el primero de los Padres de la Iglesia occidental, de la época dorada de la Patrística, junto a los otros dos, contemporáneos, con los que mantendrá relación: los santos Jerónimo y Agustín. 

Cada uno de nosotros, como los doce y como San Ambrosio ha sido llamado por el Señor para seguirle. Cada uno podemos hablar de una Fue llamada original y muy personal que se repite a todos «colectivamente» como nos muestra el Evangelio de hoy (Mateo 9,35.10,1.6-8) con el encargo que a todos se nos da de evangelizar. Desde el inicio, cada uno de los primeros llamados se sentirá parte de un grupo muy especial de seguidores del Maestro. Serán sus íntimos, formarán la Iglesia, la única, pues habían sido convocados por el único Maestro, como nosotros también. Con su trabajo de evangelización y con su vida entera, como san Ambrosio, vamos conquistando corazones para llevarlos a Cristo, como hizo San Ambrosio con San Agustín y muchos más, ellos seguirán extenderán y prolongarán la vida y misión de Jesús en el mundo y en la historia. La mies es mucha, pero los obreros pocos. Señor, ¿por qué? ¿Por qué hay tan pocos que te ayuden a transmitir ese mensaje de amor que vienes a traer al mundo? ¿No puedes hacer algo? Jesús, siendo Dios Todopoderoso, no obliga a nadie a trabajar a su lado, porque le estaría quitando la libertad, y sin libertad es imposible amar y hacerle amar. Hoy que es sábado, dedicado siempre a María, pidamos por intercesión de la Excelsa Madre de Dios en este Adviento y siguiendo el ejemplo de San Ambrosio, que habiendo nosotros recibido la fe, seamos capaces de darla a los demás para que sean muchos los que le reciban en Navidad y muchos los que estemos preparados para la segunda venida del señor. ¡Bendecido sábado! 

Padre Alfredo.

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