viernes, 13 de diciembre de 2019

«VER CON LOS OJOS DEL ALMA»... Un pequeño pensamiento para hoy


San Ambrosio, en su tratado «Sobre la Virginidad» dice que si alguien quiere retener a Cristo, debe buscarlo y no temer el sufrimiento. «A veces se encuentra mejor a Cristo en medio de los suplicios corporales y en las propias manos de los perseguidores», afirma Ambrosio. Hoy la Iglesia celebra a alguien así como quien describe el santo en su tratado: Santa Lucía, la patrona de la vista debido a que según una antigua leyenda, a esta santa le arrancaron los ojos por proclamar firmemente la fe y volvió a recobrar la vista. Según las actas sobre su vida, ella nació en Siracusa (Italia), en una familia noble y fue educada en la fe. Su padre murió durante su infancia e hizo voto de virginidad en secreto. Su madre Eutiquia, sin saber, la animaba a contraer matrimonio con un joven pagano. Pasado un tiempo, la santa le reveló un día a su madre su anhelo de que deseaba consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los pobres y ella le concedió el permiso. Pero el pretendiente pagano se molestó mucho y delató a la santa como cristiana. El juez insistió para que desistiera, pero ella le respondió: «Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo» El juez la amenazó con prostituirla y ella le dijo: «El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente». Esta frase de Lucía, era muy admirada por Santo Tomás de Aquino porque corresponde al principio moral de que no hay pecado si no se consiente el mal. Por la gracia de Dios, los guardias no pudieron mover a Santa Lucía del sitio de donde estaba y la sentencia no pudo cumplirse, entonces trataron de quemarla en la hoguera y también fracasaron. Por último la decapitaron y, aun así, Santa Lucía siguió exhortando a los fieles para que permanezcan firmes. En la edad media se le invocaba contra las enfermedades de los ojos, tal vez porque su nombre significa «luz». Esto originó la leyenda de que, durante su martirio, el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos y ella recobró la vista. En 1894 descubrieron una inscripción sepulcral en las catacumbas de Siracusa con el nombre de Santa Lucía, la mártir que, con certeza, vivió en el siglo IV. 

Aunque es muy poco lo que se sabe de santa Lucía, las virtudes de la fe, de la pureza, de la audacia cristiana para defender la fe, contempladas en ella, son suficientes para que, incluso hoy, como en el pasado, se pueda vivir y dar testimonio en medio del mundo, en el difícil pero maravilloso camino del desarrollo de las virtudes humanas y cristianas. Hemos de pensar, con ejemplos como el de esta santa, en nuestro propio rostro espiritual, en la vista de nuestra alma, en la pureza de nuestro «sí» al Señor y no ver sólo lo malo en la historia que nos toca vivir. Hay en el mundo actual muchas cosas hermosas que debemos mirar, los valores existen, allí están, solo que cambiados algunos y escondidos otros pero hay que ver con los ojos de la fe. ¿Cuántos Advientos hemos ya visto en nuestra historia? ¿De veras queremos ver al Señor que viene? Cada año se nos invita a una opción: dejar entrar a Dios en nuestra vida, descubrirlo presente en quien más necesita, en el solo, en el agobiado, en el que está deprimido... Pero nos resulta más cómodo disimular, no ver y dejar pasar el tiempo. 

El Evangelio de hoy nos hace recordar que cada quien ve lo que quiere ver (Mt 11,16-19). El modo de vivir de Jesús, tal como lo describe el evangelista, provocaba no pocos escándalos y fuertes críticas. Por eso, lo tildaron de «glotón, borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir», títulos que no le iban bien a la imagen de profeta y Maestro que la multitud le adjudicaba. Pero, esa situación no era nueva tampoco a su precursor Juan el Bautista, quien era tenido por «endemoniado» o «loco» porque ni comía ni bebía. Por esta razón Jesús, cada vez que escuchaba críticas ponía al descubierto la falsedad de sus opositores. Muchos, como aquellos que rodeaban a Juan y a Jesús critican a un hombre austero y radical como Juan y de igual manera a un hombre tan generoso y festivo como Jesús. Total: lo que ellos quieren es que no haya profetas entre el pueblo, que no haya gente que ayude a abrir los ojos. Por eso se portan como niños necios que no sufren con la música fúnebre ni gozan con la música festiva porque no quieren ver. Nosotros, en el caminar de nuestro Adviento, podemos pedirle a Lucía que nos ayude a ver con claridad para que, con la sencillez de María, la Madre del Señor, podamos esperar la llegada del Mesías con los ojos bien abiertos. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo. 

P.D. Hoy el Papa Francisco celebra 50 años de Ordenación Sacerdotal, no olvidemos orar por él, un hombre con los ojos «bien abiertos» que nos invita «a ver con claridad».

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