Hoy, víspera de la Navidad, tras la preparación de las cuatro semanas de Adviento, el Evangelio nos regala un himno que nos llena particularmente de alegría, pregustando ya la celebración del nacimiento del Señor esta noche. Es el Cántico de Zacarías (Lc 1,67-79), que cada día en la oración de Laudes —de la Liturgia de las Horas— la Iglesia canta con alegría al amanecer y con justa coherencia, recordando «el sol que nace de lo alto», que para nosotros es Cristo Jesús, que viene a iluminar a todos los que caminamos en la tiniebla o en la penumbra, y comprometiéndonos a servirle «en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días», y «guiar nuestros pasos en el camino de la paz» a lo largo de la jornada.
Estamos en vísperas ya de la noche del año en que más desbordamos nuestra ternura. Las familias se reúnen, los recuerdos nos unen a los que tenemos más lejos y a quienes ya nos están entre nosotros. Hoy sacamos de alguna manera al niño que todos llevamos dentro y le dejamos manifestarse, dar y recibir ternura y amor, sin miedos, sin la inhibición con que habitualmente lo reprimimos. Hoy, en lo más central de la Navidad, está permitido ser niño y dejar descansar un poco a nuestro adulto, pero, lo cierto es que todo el año va a ser así... Volverán los días «ordinarios», con las cosas normalitas de cada día. Hoy, y todos estos días de Navidad, son una excepción. Hay que aprovechar este tiempo y aprovechar, aunque sea brevemente, un mundo utópicamente lleno de ternura en el dar un «¡Feliz Navidad!»; en el abrazar al hermano y al amigo, perdonando al enemigo; en el compartir juntos la cena, la comida... qué se yo... es Navidad.
En la segunda mitad del siglo III, en la península Itálica, vivió un hombre llamado Gregorio, luego conocido como San Gregorio de Spoleto. Un hombre religioso y bueno, del que escasas noticias nos han llegado hasta hoy. Pero un santo varón que vivió en la época de las persecuciones de Diocleciano. Fue hecho preso, es acusado de no querer sacrificar a los dioses y de afirmar que sólo un Dios merece adoración y es «el sol que nace de lo alto»: Jesús. Murió mártir en el año 303 y la Iglesia lo recuerda hoy, precisamente en la víspera de la Navidad. Gregorio no se acomodó a los criterios de este mundo que mandaba el emperador, por eso fue acusado de «ser rebelde a los dioses» de este mundo. Hoy necesitamos muchos Gregorios de Spoleto porque son muchos los que, sobre todo en estos días de Navidad, se acomodan a los criterios de este mundo y se olvidan del que hay que celebrar: el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación. Que esta noche tengamos todos una muy feliz Navidad, no por los criterios del mundo, sino celebrando a Cristo, que nace de lo alto. Que lo recibamos con el mismísimo amor con el que lo recibió su Madre y San José. ¡Bendecido martes vísperas de la Navidad!
Padre Alfredo.
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