San Paulo VI, Papa, en el Credo del Pueblo de Dios que hizo el 30 de junio de 1968 al clausurar el «Año de la fe» proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma escribió: «Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios). El número de los santos, pudiéramos decir, es incontable y entre tantos, a veces se juntan en el calendario los más conocidos y dejan de ir apareciendo aquellos que no son tan venerados o recordados o simplemente no son tan conocidos y no gozan por lo tanto de popularidad. El día de hoy se celebran varios, entre ellos san Gregorio III, Papa († 741), a quien hoy la Iglesia celebra.
La historia cuenta que entre los miembros del clero que asistieron a los funerales del papa san Gregorio II, el año 731, se contaba un sacerdote sirio conocido por su santidad, saber y capacidad administrativa, que el pueblo, al verle en la procesión, le eligió espontáneamente papa por aclamación. De la administración de su predecesor heredó el problema de las relaciones con el emperador León III, quien había emprendido una campaña contra la veneración de las sagradas imágenes. Gregorio III reunió un sínodo en Roma. Los obispos, el bajo clero y los laicos, aprobaron el decreto de excomunión contra todos los que condenasen las sagradas imágenes o las destruyesen. El Papa reconstruyó y decoró cierto número de iglesias y mandó erigir una columnata ante la «confesión de San Pedro»; en cada columna había una imagen del Señor o de algún santo, y ante ella brillaba una lámpara, como una muda protesta contra la herejía iconoclasta. El Liber Pontificalis —la compilación de reseñas biográficas de los primeros papas, desde san Pedro hasta Esteban V— afirma que fue «un hombre profundamente humilde y verdaderamente sabio. Conocía muy bien la Sagrada Escritura y su sentido, y sabía de memoria los salmos. Fue un predicador elegante, que tuvo mucho éxito. Dominaba el griego y el latín, y defendió con constancia la fe católica. Amó la pobreza y a los pobres, protegió a las viudas y a los huérfanos y fue amigo de los monjes y de las religiosas.» En resumidas cuentas, el Papa san Gregorio III fue un buen pastor, como el que hoy nos presenta el Evangelio (Mt 18,12-14).
Hace un rato, compartiendo la Eucaristía en este amanecer con mis hermanas Misioneras Clarisas de la comunidad de Monterrey, les hablaba de «la creatividad del Buen Pastor». ¿Qué habrá hecho el buen pastor para dejar seguras a las 99 ovejas e ir en busca de la que se le perdió? No podemos pensar que las desamparó a la deriva, debe haber encontrado una manera creativa de tenerlas juntas, quietas, cuidadas, para ir por aquella desfasada y no perder luego a las otras 99. El pastor quiere a todas las ovejas; pero hay una, ésta que recupera, que le ha dado una particular alegría; y desde ahora se sentirá más vinculado a ella y a todas, porque lejos del rebaño, cualquiera de estas 100 que ahora vuelve a tener, habrían muerto de soledad, de desgracia, de hambre lejos del rebaño. ¡Con cuánto gusto contemplaría el Papa san Gregorio III las imágenes del Buen Pastor y por eso con cuánta enjundia defendería el que hubiera imágenes del Señor! En cada Eucaristía viene Cristo Jesús, el Buen Pastor a nosotros. En la comunidad, donde dos o tres estamos reunidos en su nombre, allí está él en medio; en la Palabra que nos dirige: él mismo es la Palabra viviente de Dios que se nos da; en la Eucaristía de su Cuerpo y su Sangre, que son alimento de vida eterna. Ahí está condensada la razón de ser de nuestra confianza y de nuestra actuación misionera durante la jornada. En casi todos nuestros templaos hay imágenes, y entre ellas, la singular imagen de María Santísima, que ella nos haga dirigir nuestra mirada hacia el Buen Pastor para ser creativos como él y ganar a muchos para su reino. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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