viernes, 30 de noviembre de 2018

«El cambio, una nueva oportunidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Se acaba el penúltimo mes del año y se acaba, para México un periodo en su historia, y esto hay que tomarlo en cuenta, porque nuestra historia de salvación se construye dentro de la historia de cada pueblo y nación, esa historia que abarca todas las áreas de la persona y de una manera especial el campo de la política, recordando que el hombre es, como decía Aristóteles, un «zoon politikon», en español: «animal político o social», haciendo referencia al ser humano, el cual a diferencia de los animales posee la capacidad natural de relacionarse políticamente creando sociedades y organizando la vida en ciudades-estado. En México, el último día del gobierno de Enrique Peña Nieto, deja un pedazo de la historia que repercutirá para bien y para mal en la vida pública del México contemporáneo que a muchos nos toca vivir. ¿Quién puede evitar hablar de política este viernes si estamos «ad portas» de un nuevo estilo de gobierno con Andrés Manuel López Obrador, un hombre a quien, según las encuestas, el 90% de los mexicanos sí lo conoce bien. A estas alturas los mexicanos comentamos muchas cosas de lo vivido y de aquello que imaginamos cada quien que iremos a vivir. Son muchos los comentarios que se escuchan, son tantas las cosas que se comentan, son innumerables los «memes» que circulan... 

Lo cierto es que si quien opina —hablando, escribiendo o «memeleando»—, en este y en todos los países del mundo no se compromete a ser un hombre y una mujer nuevos cuando hay una oportunidad de volver a empezar, la historia no irá a metas más altas de desarrollo en ningún sentido, porque no habrá nadie que, como arte de magia, venga a cambiar una vida, una sociedad pensante, un país. Las estadísticas (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social «Coneval») dicen que el nuevo presidente recibe México con casi 55 millones de personas pobres y habla de una pobreza obviamente material. Yo me pregunto: ¿y la pobreza espiritual del mexicano, hasta dónde ha llegado en los últimos años? ¡Es inmensamente mayor que la económica! Y no culpo al gobierno saliente, ni espero el remedio del gobierno entrante, sino creo que es un momento clave de hacer lo que «Andrés», pero San Andrés el Apóstol que hoy celebramos en la liturgia. El fragmento de la carta a los Romanos que leemos hoy, en esta fiesta (Rom. 10,9-18), nos recuerda que nada ni nadie puede quedarse sin el anuncio del Evangelio, conforme a la voluntad de Cristo, nuestro Dios y Salvador y habla de la voz de los mensajeros, que debe resonar en el mundo entero y esa voz, ese mensaje de salvación, empieza a resonar cuando salimos de nosotros mismos, de nuestra zona de confort porque tenemos a Cristo y no nos lo quedamos sólo para nosotros, sino lo damos a los demás (Mt 4,18-22). Mientras muchos permanezcan ligados a sus egoísmos, ninguna estrategia de cambio funcionará. 

El que no conoce a Cristo, pero al verdadero Cristo, al Cristo de la Escritura que muchos ignoran; el que trabaja desplazando a Cristo de su vida y de la escena social; el que trabaja y negocia al margen de Cristo y de los criterios del Evangelio, no puede arrogarse para sí, el título de hijo de Dios y de cristiano, pues todo lo que haga para que el mundo sea más recto y justo utilizando la violencia y la destrucción de los que considera malvados, en lugar de salvarlos estará indicando que en lugar de ser hijo de Dios es hijo del autor y padre de la mentira, del pecado y de la muerte. No podemos hacer relecturas del Evangelio conforme a nuestros criterios según los gobernantes en turno. No podemos justificar nuestras injusticias interpretando la Escritura a nuestra conveniencia según nos vaya a ir bien o mal. El Señor nos pide fidelidad a Él, mediante la doctrina transmitida a nosotros por medio de los apóstoles y sus sucesores. Ellos, como Andrés, no se guardaron las cosas para sí mismos, sino vivieron lo que el Papa Francisco llama «Una Iglesia de salida». Si queremos realmente trabajar por la salvación de los demás aquí en México y en el mundo entero, aprendamos a conocer a Cristo y a llevarlo a los demás, como hizo San Andrés y vivamos, con gran amor, nuestra fidelidad a su Iglesia. La Escritura dice que Andrés «encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: “¡Hemos hallado al Mesías!”» (Jn 1,41). La Madre de Dios y Madre nuestra —La «Esclava del Señor»— no quiso otra cosa que cumplir con su vida la voluntad de Dios: y después de que se manifestó al arcángel, anunciándole que sería la Madre del Mesías, se encaminó presurosa con sencillez a compartir el gozo en el servicio y en el animar a quien lo necesitaba: una mujer mayor para vivir un embarazo, una casa en donde el marido había quedado mundo, un hogar que necesitaba escuchar palabras de aliento. Conducidos por su ejemplo y ayuda y haciendo como San Andrés, experimentemos asimismo las delicias del triunfo de Dios en cada uno no por un cambio de gobierno en este o cualquier otro país, sino por el cambio constante que Cristo puede dar al corazón que se deja amar, cautivar y amar por Él. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo.

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