miércoles, 21 de noviembre de 2018

«La presentación de la Santísima Virgen María»... Un pequeño pensamiento para hoy



El día de hoy celebramos junto con toda la Iglesia la «Presentación de la Virgen María», una antigua tradición basada en lo que encontramos en el escrito apócrifo llamado «Protoevangelio de Santiago». Un relato también conocido como el Libro de Santiago o el Protoevangelium, que es un evangelio apócrifo escrito allá por el año 150 y centrado en la infancia de la Virgen María y en el nacimiento de Jesús.​ Este escrito se conserva en unos 20 manuscritos medievales del siglo XII en adelante y cuenta, entre oras cosas, que cuando la Virgen María era muy niña sus padres, San Joaquín y Santa Ana, la llevaron al templo de Jerusalén y allá la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes para con Dios. La Liturgia de las Horas de hoy nos recuerda que en este día, en que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la «dedicación» que María hizo de sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.

La presentación grandiosa de la corte celestial que aparece hoy en la lectura del libro del Apocalipsis (Ap 4,1-11), inicia una serie de visiones que culminará con la visión final de la nueva Jerusalén. Un lenguaje colorista describe la liturgia que se desarrolla «noche y día» ante el trono del Dios omnipotente, situado con gran majestad sobre la bóveda del firmamento. Ante ese Dios Omnipotente todos hemos sido presentados desde nuestro bautismo, porque, esa «vida eterna» de la que nos habla tanto el Apocalipsis empieza en el Bautismo, cuando somos llevados al Templo. La visión de las «Postrimerías» — muerte, juicio, infierno y gloria— que nos recuerdan a todo discípulo–misionero de Cristo, que vivimos en el mundo, pero somos ciudadanos del Cielo nos invita a luchar por alcanzar la continuación de esta vida que ha empezado aquí y que en herencia, por la resurrección de Cristo, la continuaremos en el cielo, a pesar de que, como todos, estamos marcados por la muerte y la rutina de este mundo. Tanto la Virgen Santísima con esta fiesta, como la lectura del Apocalipsis nos recuerdan que somos del mundo pero tenemos ya la carta de ciudadanía del cielo. 

Cuando llegue el momento de nuestra muerte, volveremos a ser presentados en el Templo, pero en ese templo de la Jerusalén celestial y los talentos que cada uno de nosotros hemos recibido —vida, salud, inteligencia, cualidades, etc.— los hemos de presentar ya trabajados, nos recuerda el Evangelio de hoy (Lc 19,11-28), porque fuimos llevados al Templo para hacernos, desde nuestro bautismo, administradores y no dueños. ¿Qué estamos haciendo de la fe, del Bautismo, de la Palabra, de la Eucaristía?, ¿qué fruto estamos sacando de esa moneda de oro que todos hemos recibido y que es nuestra vida humana y cristiana? Ojalá al final todos oigamos las palabras de un Juez que nos diga: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor". Hoy, en muchos lugares —entre ellos en éste donde estoy—, se conserva, inspirada en la fiesta de hoy, la tradición de la presentación de los niños al Templo cuando cumplen 3 años. A mi me recuerda la presentación de la Virgen, con ese mismo deseo de que crezcan unidos al Templo aprendiendo a hacer vida las cosas de Dios, desarrollando los talentos que han recibido y creo que la «Presentación de la Santísima Virgen María» debe ser fiesta para todos los discípulos–misioneros de Cristo, porque ninguno, si quiere serlo de veras, podrá escaparse a la obligación de presentarse ante Dios humildemente y ponerse en sus manos para que Él disponga de su vida libremente. Este día, y contemplando a la Virgen, hay que pensar en la entrega voluntaria a Dios renunciando a pensar solo en nosotros y en nuestros caprichos, para hacer solamente la voluntad del Señor en nuestras vidas como Ella: «He aquí la sierva del Señor». Roguemos en este día al Señor, que a cuantos honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, como niña presentada en el Templo, nos conceda, por su intercesión, participar, como ella, de la plenitud de su gracia. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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