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El día catorce de enero de este 2018, en la ciudad de Oizumi, fue llamada a la presencia del Eterno Padre la hermana Misionera Clarisa Rosa María Yamazawa Hiroji, una mujer que, a lo largo de 90 años, fue formando en sí una identidad humana muy profunda, una identidad cristiana muy clara y una identidad consagrada muy inesiana con un corazón que, desde Japón, desplegó su alegría misionera traspasando fronteras.
Rosa María nació el 12 de septiembre de 1928 en un lugar llamado Nagoya, Aichi, Japón, hoy por hoy la cuarta ciudad más importante del país del sol naciente. La ciudad fue fundada oficialmente el 1 de octubre de 1889, y es una de las que fueron destruidas en su totalidad durante los bombardeos de 1945. La ubicación geográfica y la posición de la ciudad en el centro de Japón, ha permitido que se desarrolle económica y políticamente a través de los siglos, volviendo a renacer.
Ingresó a la Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento el 1º de mayo de 1955, iniciando su postulantado el 2 de agosto de 1955 y el Noviciado el 15 de abril de 1956. Hizo sus votos temporales de castidad, pobreza y obediencia el 24 de agosto de 1958 y sus votos perpetuos el 12 de agosto de 1963.
La hermana Rosa María fue una hermana muy trabajadora y especialmente cumplida en los actos de comunidad. Fue misionera en su propio país, pero además en Indonesia y en España. A Indonesia fue enviada cuatro años después de su profesión perpetua para fundar la escuela primaria de Surabaya, hoy una escuela aún muy floreciente, allí echando mano de sus dotes en educación, trabajó por 5 años. En España hizo otro tanto en el tiempo en que le tocó vivir allá.
Su celo apostólico fue un rasgo muy característico, ya que aprovechaba cualquier oportunidad para motivar a las personas a la conversión o a perseverar en la fe, haciéndolo personalmente o por correspondencia, de forma constante y comprometida. La hermana Rosa María era un alma que sabía el valor del sacrificio, alguien que, sin hacer alarde, hacía penitencia y ofrecía sus oraciones por los misionados y especialmente por los sacerdotes.
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Desde el verano del 2017 la hermana Rosa María tenía que hacer mucho esfuerzo para caminar y pasaba más tiempo del normal sentada o recostada, además de quejarse de un dolor en el estómago. En dos ocasiones tuvo que ser trasladada al hospital debido a la perdida de equilibrio que le ocasionó varias caídas. Cuando fue hospitalizada le hicieron varios estudios que revelaron, a sus 88 años, un cáncer muy avanzado en el intestino grueso y en el hígado y no había mucho qué hacer. Los médicos pronosticaron unos 6 meses de vida.
En septiembre fue trasladada del hospital a una residencia para personas mayores enfermas. Ella, siempre agradecida, contenta y muy consciente de su situación, conservando la paz interior de un alma consagrada al Señor, estable pero ya sin poder caminar, en esa residencia, muy cerca de la comunidad de Misioneras Clarisas de Oizumi, fue muy bien atendida. Cuando las hermanas la visitaban, casi a diario, daba las gracias por la cercanía de sus hermanas misioneras y llegó a expresar que en este tiempo Dios le concedió descubrir la riqueza de tener una comunidad, porque, aunque vivía aparte por la enfermedad, se sentía parte de ésta.
La hermana Paulina Hayashi Yukiko, superiora de la casa de Oizumi, al irla a visitar, la encontró muy agitada y con mucho dolor, desde ese momento las hermanas se turnaron para acompañarla y rezar junto a ella. Este día recibió la Unción de los Enfermos y el 14 de enero a la 1:58 de la tarde, rodeada de sus hermanas de comunidad, mientras rezaban la oración por los agonizantes, la hermana Rosa María asintió con la cabeza y exactamente al terminar la oración, sin hacer ningún ruido o gesto alguno, dejó este mundo para ir al encuentro del Padre. Esa es la esperanza que nos ofrece la fe. Ese es el secreto de Dios, que Dios nos ha creado «para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser».
El mismo día 14 de enero el cuerpo de la hermana Rosa María fue trasladado a la capilla de la comunidad de Oizumi, el día 15 fue la ceremonia de velación, presidida por el Padre Furusato, un sacerdote por el que la hermana Rosa María siempre pedía. ¡Así premia el Señor! Al día siguiente muy temprano, fue la misa de funeral, concelebrada por 3 sacerdotes, las hermanas de tres comunidades, amigos de la parroquia y su hermana menor, religiosa franciscana.
Descanse en paz la hermana Rosa María Yamazawa Hiroji.
Padre Alfredo.
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