Terminamos el ciclo de este año litúrgico con una página tan luminosa del Apocalipsis. Ante nosotros se abre, ya desde esta tarde, vísperas del domingo, la puerta abierta para celebrar, con igual mirada profética, el Adviento con sus colores morado y rosa. Nuestra oración y nuestro canto, será ya «Maranatha. Ven, Señor Jesús»... ¡Se nos acaba el año litúrgico!, y ¿cómo nos encuentra Dios? En el fragmento que leemos hoy (Ap 22, 1-7), Juan recibe el regalo de la visión del río de agua viva que sale del trono de Dios y de Jesús el Cordero a la vez que recibe la promesa de que en la ciudad de Dios sus servidores le verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche porque Dios será su luz. El Apocalipsis, en este último capítulo, nos muestra —a través de unas imágenes de asombrosa calidad poética— la plenitud de los tiempos, el Reino de Dios, de ese Dios que es el —«Enmanuel» —Dios con nosotros—: todo está lleno de la vida de Dios, no hay lugar para el mal —ni en el hombre ni fuera de él— ni para maldición alguna —como la que cayó sobre Adán y Eva—. El anhelo de los profetas y los justos de todos los tiempos, el contacto personal y directo con el Señor, se ve realizado en la Jerusalén celestial. El «contemplar a Dios cara a cara» será la felicidad inacabable que nadie nos podrá arrebatar. Pero, pretender saber el cómo y el qué de la nueva vida será siempre una tarea imposible.
La visión final del Apocalipsis es esperanzadora ahora que culminamos un año litúrgico más, nos ofrece una escenografía triunfal que nos alienta a hacer vida el mensaje profético ha sido anunciado. Dichoso el discípulo–misionero que guarda estas palabras, el que actúa según las enseñanzas recibidas en este libro que concluye anhelando la llegada del Mesías salvador en unos versículos que la liturgia de la palabra de hoy no incluye pero que yo quiero poner aquí: «El Espíritu y la Novia dicen: “¡Ven!” Y el que oiga, diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida. Yo advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: “Si alguno añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.” Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto.” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. ¡Amén!» (Ap 22,17-21). Porque las palabras proféticas, inspiradas por Dios a través del ángel mediador no sólo podemos verlas proyectadas hacia el futuro, sino que se enraizan en el presente, en la praxis actual de la comunidad de creyentes, en la historia de salvación que vamos construyendo como protagonistas del amor de Dios en el «aquí y ahora».
El «aquí y ahora» implica agradecer el pasado y ver hacia el futuro con un espíritu de vigilancia, porque lo que construimos hoy será la base del mañana. San Lucas por eso nos invita hoy a caminar por esta vida siempre vigilantes y nos deja la última recomendación de Jesús en su «discurso escatológico», un último consejo al cerrar el año litúrgico, que nos enlazará con los primeros días del Adviento: «estén alerta... velen y hagan oración continuamente». (Lc 21,34-36). «Que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida» no nos emboten y nos distraigan de nuestro primer objetivo mientras caminamos por este mundo y vamos realizando las mil tareas que nos encomienda la vida. Los cristianos tenemos memoria: miramos muchas veces al gran acontecimiento de hace dos mil años, la vida y la Pascua de Jesús. Tenemos un compromiso con el presente, porque lo vivimos con intensidad, dispuestos a llevar a cabo una gran tarea de evangelización y liberación. Pero tenemos también instinto profético, y miramos al futuro, la venida gloriosa del Señor y la plenitud de su Reino, que vamos construyendo animados por su Espíritu. Hoy es sábado, y como cada sábado recordamos de manera especial a la santísima Virgen María. Que ella nos ayude a que nuestra fe no se eclipse con tantas cosas que en este mundo nos pueden embotar: el cambio de gobierno en México, el consumismo atrapante de la época navideña, la crisis económica que pega tan duro, la desorganización reinante en nuestra sociedad, la pérdida de valores a nuestro alrededor... sino que se purifique. ¡Bendecido sábado, último día de este año litúrgico y primer día del último mes del año!
Padre Alfredo.
P.D. Gracias por recorrer conmigo este año litúrgico leyendo y compartiendo «un pequeño pensamiento para hoy» iniciando cada día con la reflexión de la primera lectura de la Eucaristía diaria y los domingos con la segunda lectura. Este año litúrgico de 2019, les invito a recorre conmigo el mundo de los salmos iniciando la reflexión diaria con los textos del «Salmo Responsorial», que, dentro de la liturgia de la palabra en cada Misa, provoca la respuesta de fe y el asentimiento al diálogo de salvación que Dios realiza en nuestras vidas. ¡Gracias, mil gracias por leer, orar y meditar conmigo la Palabra de Dios cada día! Mi bendición para todos y para cada uno de mis 5, 20, 30... no se cuántos lectores. Si cada uno me regala un padrenuestro, un avemaría y un gloria... ¡me doy por muy bien servido! Bienvenido el Adviento en este año litúrgico 2018-2019 y bienvenidos nuevamente todos a mi vida para caminar por Cristo, con él y en él de la mano de María, guiados por el Espíritu al encuentro del Padre.
Padre Alfredo.
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