domingo, 30 de diciembre de 2018

«LA SAGRADA FAMILIA»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este domingo, dentro de la octava de Navidad, la Iglesia celebra la solemnidad de la Sagrada Familia. Nos acercamos al portal de Belén a ver a Dios que ha nacido hecho niño y está acostado en un pesebre, y vemos junto a Él a María y a José. De esta manera en este mundo globalizado en el que el tema de la familia es tan delicado y sobre el que se habla tanto para bien y para mal, según el punto de vista y la propia experiencia, la liturgia nos muestra el modelo de todas las familias cristianas: Jesús, José y María: la «Sagrada Familia» de Nazaret. Yo por mi parte no cambiaría por nada del mundo a mi familia de sangre y mi familia extendida, y, como dicen que para muestra basta un botón, me bastaría hablar de estos días que he pasado en Monterrey para corroborar esta afirmación. El salmista canta hoy con el gozo del salmo 83 (84 en la Biblia) la dicha de ser parte de la familia del Señor y de vivir en su casa. Para mí esa casa es sí, el Templo, pero en este templo espiritual, la familia. Y por eso hablo de la familia de sangre y la familia extendida en donde aprendemos y desarrollamos el verdadero amor de Dios, de familia de sangre y de familia de amigos. Bien dice el famoso científico y pensador Gregorio Marañón: «La única medida del verdadero amor es esa capacidad de perdurar», y esa clase de amor se aprende en la familia, como Jesús en su hogar de Nazareth. 

¿Cómo desperdiciar la riqueza de pasar gran parte de estos días en casa mis padres en dónde crecí desde pequeño y de donde salí en 1980 rumbo al Seminario?¿Con qué pago el cariño de mi tía Cecy al traerme a casa a mi llegada? ¿Qué más puede dar tanta alegría que ver contenta a mi tía Amparo y recibir su cariño? ¿Con que pagar a Sofi su cariño de hermana más que de vecina? ¿Cómo no grabar en el corazón la convivencia con la familia Rangel, mi familia de sangre por parte de mi madre en esos momentos maravillosos? ¿con que se puede sustituir el cariño de un amigo como Julián que más que eso es un hermano valiosísimo de tantos y tantos años? ¿Cómo pagar el cariño de familia de Manolo, Carmen, Luis Manuel y Raquelito y el patrocinio de mis andanzas? ¿Cómo no valorar a David y su familia a quienes apenas conocí?¿Con que pudiera sustituir la alegría de anoche en la cena con mi hermano Eduardo y su familia? ¿Qué lograría suplir la llamada de teléfono con mi querida Minerva, recordando a Salomón su esposo, que fue llamado a la casa del Padre antier? ¿Qué puedo decir de la comida con Pilar e Iñigo y la delicia de saberse parte de su familia desde hace casi 30 años? ¿Cómo olvidar la sonrisa de Yuy? ¿Cómo pasar por alto la bendición de la casa de Isaías y Chacha en ese ambiente tan cálido y familiar? ¿Qué puede haber tan deliciosos como el abrazo de Barbara mi sobrina nieta y de su unicornio navideño? ¿Qué puede valer más que el interés de Pablo e Irina de pasar por mí y organizar una reunión tan bonita? ¿Cómo pagar el poder celebrar la Santa Misa por la oportunidad que me dan mis hermanos sacerdotes y misioneros?... Y de seguro mucho se me va de lo hermoso que he vivido en familia estos poquitos días a los que falta otro tanto en esta mi visita a la Sultana del Norte... ¡Viva la familia! La familia de sangre y la familia extendida La familia que hoy saludaré Dios mediante en las Misas de 12:30 en El Rosario (Villa Universidad) y de 20:00 en Salud de los Enfermos (Cortijo del Río). 

La familia de Nazaret se convierte para mí, como para ustedes, en modelo de nuestra propia familia. Ellos nos enseñan cómo vivir, nos descubren la importancia que los que están en nuestro corazón tienen para nosotros. Pero, en medio de mi alegría y gratitud desbordantes, cuando miro cómo están muchas familias hoy en día descubro que ciertamente pasan por dificultades y crisis serias de todo tipo. Para muchos no hay conciencia hoy de la importancia que tiene la familia —ni la de sangre ni la extendida— y tampoco se favorece que crezca esta importancia en la conciencia de las nuevas generaciones. Hoy gran parte de la sociedad y de los gobiernos no valora a los ancianos, ni busca medidas que protejan a los que está en el vientre materno y a los más pequeños. No hay medidas de ayuda a la maternidad, ni a las familias numerosas. No se favorece la conciliación entre el trabajo y la familia. Como sacerdote y misionero traigo a la mente y al corazón a esos papás que sufren a causa de sus hijos y platican conmigo, a matrimonios que rompen con facilidad la convivencia conyugal por cualquier cosa, a mujeres que sufren agresiones por parte de sus maridos, hijos que son maltratados por sus padres y amigos que son despreciados por no tener dinero... Y ante todo esto, la Iglesia nos muestra a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo y ayuda para las familias de hoy. Es necesario, hoy especialmente pero también todos los días del año, rezar mucho por las familias, por la propia de sangre —en mi caso la Delgado–Rangel—, por la familia extendida formada por quienes con como hermanos más que amigos y también por las familias que sufren por motivos tan diversos que no acabaría de mencionar. Que María y José, junto con Jesús, ayuden a todos aquellos que tienen serias dificultades familiares. Yo, por mi parte, puedo terminar esta extensa y tal vez para algunos cansada reflexión, diciendo con el salmista: «Escucha mi oración, Señor de los ejércitos; Dios de Jacob, atiéndeme. Míranos, Dios y protector nuestro, y contempla el rostro de tu Mesías». ¡Viva la Sagrada Familia! 

Padre Alfredo. 

P.D. ¡Amy Lozano! Échale ganas... somos familia.

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