Estamos llegando ya al final del tiempo del Adviento, este es el cuarto domingo. Durante este tiempo hemos ido encendiendo nuestra «Corona de Adviento» que hoy llega a la última semana preparando la venida del Señor a nuestras vidas y en esta semana se atravesará ya, la anhelada noche del 24, pues poco margen tenemos, en este año, entre el IV Domingo de Adviento y la Navidad. Aunque esta cercanía de las fechas navideñas nos apremie a ir culminando todos los preparativos de las fiestas, no hemos de olvidar que todavía estamos en Adviento, en espera del «Pastor eterno de las almas» que venga a apacentar nuestras almas. ¡Qué gran pórtico de Navidad nos prepara el salmista hoy (salmo 79 —80 en la Biblia—) al traer a nuestras mentes la figura del pastor de Israel rodeado de querubines que vendrá a salvarnos! El autor del salmo pide a Dios que nos mire y venga a salvarnos. Es la única vez en la Biblia que se le reconoce a Dios con el apelativo de «pastor de Israel». En Israel, al igual que en otros lugares del antiguo «Cercano Oriente», el título de «pastor» se utilizaba, no solamente para designar a una persona que cuidaba ovejas, sino también a los líderes políticos y religiosos del pueblo
Siendo que la llegada de malos líderes que más bien se han servido de las ovejas (Jer 10,21; Ez 34) el salmista hoy anhela la llegada del verdadero «Pastor de Israel» que venga a salvar al pueblo, así como lo hizo en los días en que sacó a Israel de Egipto y guió a sus ovejas a través del desierto hacia los verdes prados y junto a las tranquilas aguas en la tierra en la que fluyeron la leche y la miel. El salmista implora al «Pastor de Israel» pidiendo que escuche la plegaria de sus ovejas, porque él es el único que puede venir a guiar a guiar al pueblo de José «como a un rebaño» y contempla a ese que ha de venir reinando «entre querubines». Tal vez el autor imagina el arca de la alianza con las imágenes de los querubines que tenía a los cuatro costados y al Salvador acompañando a su pueblo desde allí, como hoy, el Salvador anhelado nos acompaña desde el Sagrario. Este es entonces un excelente domingo para hacer una visita especial al Sagrario y agradecer que viene a salvarnos, a la vez que, contemplándolo allí, pedimos que ya llegue por segunda vez a darnos la plenitud de la gracia. Y podemos acudir al Sagrario con María, que este domingo aparece como la mujer del Adviento que también, como el salmista, espera con ansias la llegada del Salvador que lleva en su seno y se encamina «presurosa» a llevarlo a Isabel y su casa (Lc 1,29-45). Con ella y junto al Sagrario, podemos dar los últimos pasos para preparar, nosotros también, la venida del Redentor.
En Adviento el Sagrario puede ser como el imán que nos atrae a anhelar más y más esa presencia del «Pastor» en nuestras vidas. El Sagrario es el imán, nosotros el hierro que se siente atraído a él. San Francisco de Sales decía: «cuando un alma no es atraída por el imán de Dios se debe a tres causas: o porque ese hierro está muy lejos; o porque se interpone entre el imán y el hierro un objeto duro, por ejemplo una piedra, que impide la atracción; o porque ese pedazo de hierro está lleno de grasa que también impide la atracción». Estamos en las últimas horas del Adviento, es la preciosa oportunidad de limpiar el hierro de nuestros corazones y acercarnos al Señor. Que nos apuremos estas últimas horas, que preparemos, por supuesto, el encuentro familiar del 24 o 25: la mesa, los dulces, el calor, el nacimiento y el árbol. Pero que, entre todo ello, no olvidemos lo más importante, el imán del Sagrario que nos atraiga a Jesús Eucaristía. Dios para nacer, necesita de un corazón bien dispuesto y enamorado de la Eucaristía, la Víctima, la Hostia Santa que nos trae la salvación. Que cuando llegue en las próximas horas encuentre también que del Sagrario hemos llevado su fuerza, su gracia, su amor con María a nuestras casas. Que los villancicos, los aguinaldos, las piñatas, sean un distintivo musical y festivo de estas jornadas, que además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios, sale a nuestro encuentro en un Niño que es el «Pastor eterno de las almas» y se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos también nosotros alegres, llenos de fe, preparados con la oración ante el Sagrario, convertidos y dispuestos a que tengamos una navidad santa y cristiana. ¡Bendecido domingo con una visita especial a Jesús en el Sagrario!
Padre Alfredo.
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