¿QUÉ ES EL DIEZMO?
El diezmo (del angolsajón «teotha», que significa una décima), es una práctica de la antigüedad (tanto entre los babilonios, persas, griegos y romanos, como entre los hebreos). También es ley en la actualidad entre los musulmanes, judíos y muchos grupos cristianos.
Para los católicos el diezmo es la forma de colaborar con el plan de Dios en el establecimiento de su Reino de amor, de vida, de justicia y de paz al compartir los bienes recibidos de Dios para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, en esfuerzos de evangelización y apoyo a la comunidad.
EL DIEZMO EN EL ANTIIGUO TESTAMENTO.
En la Biblia, el diezmo (décima parte) aparece en el Antiguo Testamento. Estaba reservado antes que nada para los miembros de la tribu de Leví (sacerdotes y levitas), que, por dedicarse al culto, habían quedado sin parcela al repartirse la tierra de Canaán (Núm 18,21-33; 2 Cro 31,5-19). Después, estaba destinado también para ayudar a los más necesitados, especialmente las viudas y los huérfanos: «El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse» (Dt 26, 12-14).
En su sentido literal, el diezmo era la décima parte de todos los frutos adquiridos, que se debe entregar a Dios como reconocimiento de su dominio supremo (Cf. Lv 27,30-33). El diezmo se le ofrecía a Dios pero se transfería a sus ministros (Cf. Núm 28,21). Siempre que se habla en la Escritura del diezmo se trataba de una entrega en especie, ya sea de fruta ó de animales. Así aparece ya en Génesis 14 cuando Abraham ofrece el diezmo al sacerdote Melquisedec. En Génesis 28, Jacob da el diezmo de todas sus posesiones al Señor.
En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega) corresponden a la exhortación del Deuteronomio: «Ciertamente nunca faltarán pobres en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra» (Dt 15,11). Jesús hará suyas estas palabras en el Evangelio: «Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes; pero a mí no siempre me tendrán» (Jn 12, 8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de los oráculos antiguos: «comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias...» (Am 8,6), sino que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos (Catecismo de la Iglesia Católica 2448-2449).
EL DIEZMO EN EL NUEVO TESTAMENTO.
En el Nuevo Testamento no se habla del diezmo como obligación. Cristo no rechaza el diezmo, pero enseña una referencia nueva: Dar ya no el 10% sino darse del todo por amor, sin tener en cuenta porcentajes ni costos. En ninguna de las cuatro veces que el diezmo aparece en el Nuevo Testamento (Mt 23,23; Lc 11,42; 18,12; Hb 7,2-9) se habla de esta práctica como obligatoria. Y es que la Nueva Alianza no se limita a la ley del 10% sino que nos refiere al ejemplo de Jesucristo que se dio sin reservas. Jesús vive una entrega radical y nos enseña que debemos hacer lo mismo. El Corazón traspasado de Jesús es el modelo de entrega total. Se entregó hasta la muerte en el Calvario, hasta la última gota de Su Preciosa Sangre. Él nos da Su gracia para saber dar y darnos como Él se dio. Todo le pertenece a Dios y somos administradores de nuestros recursos según el Espíritu Santo ilumina la conciencia.
El mismo Cristo nos da el siguiente modelo en el Evangelio: «Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: "Les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba. Ha dado todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,42-44).
San Pablo enseña y vive la misma entrega radical: «Pues conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de que se enriquecieran con su pobreza» (2 Cor 8,9). Y habla del deber de mantener a los ministros: «¿No saben que los ministros del templo viven del templo? ¿Que los que sirven al altar, del altar participan?» (1 Cor 9,13).
EL DIEZMO HOY.
En la actualidad, la Iglesia Católica mantiene la enseñanza de San Pablo sobre la obligación de los fieles de contribuir generosamente con las necesidades de la Iglesia según sus posibilidades, pero la manera en que lo hacen no esta definida por la ley, debe entenderse según el espíritu evangélico de una entrega de corazón por amor. Personas con recursos podrían dar mucho mas, mientras que para un pobre y sin trabajo, dar el 10% podría significar negarle a sus hijos el alimento.
El diezmo, en la actualidad, es una cooperación diocesana «anual» que los creyentes ofrecen a la Iglesia para la realización de sus tareas pastorales como la caridad, la evangelización, la promoción humana y el sostenimiento de proyectos de formación de agentes de pastoral. Es una manera de expresar la alegría de ser cristianos y pertenecer a una familia en la fe católica tomando conciencia de que todos somos corresponsables en la construcción de la Iglesia y su misión evangelizadora. De manera que actualmente el diezmo permite que juntos hagamos efectiva la caridad y solidaridad con nuestra Madre la Iglesia especialmente hacia los más pobres. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2043 dice: «El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia (cf. CIC can. 222)».
A todo miembro de la Iglesia Católica le debe entonces quedar bien claro que, al no precisar una cuota, la Iglesia Católica no exime de la obligación de contribuir; al contrario, la Iglesia enseña que el cristiano debe dar a la medida de Cristo y por amor a Él, según las necesidades de la Iglesia y sus propias posibilidades. Dar es una obligación y también un privilegio, un gozo, porque es parte integral de nuestra vocación de discípulos–misioneros de Cristo de hacer todo lo necesario para propagar el Reino de Dios. La Nueva Evangelización no puede prescindir de una reestructuración del aspecto económico, si quiere hacer frente a los nuevos retos que se presentan. Lo importante es que cada uno dé con generosidad, «cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9, 7).
Cada Conferencia Episcopal establece la manera de cumplir con el diezmo. En México, por ejemplo, el diezmo corresponde a un día de salario anual.
¿PARA QUÉ ES EL DIEZMO?
Con el diezmo la Iglesia busca lograr que todas las parroquias sean misioneras, para llegar a las periferias que necesitan la luz del Evangelio.
Gracias a las aportaciones del diezmo la Iglesia impulsa las obras de asistencia y promoción humana a favor de los más necesitados: los pobres, los adultos mayores (incluidos los pastores enfermos o ancianos), las viudas, los migrantes, los presos, etc. para que vivan con dignidad.
Cierta parte del diezmo se destina a apoyar la formación de los miembros de la Iglesia (Sacerdotes, seminaristas, religiosos y laicos) para que sean sal y luz en las realidades temporales.
La Iglesia, apoyada por estas ayudas del diezmo, puede tener medios suficientes para atender a los niños y jóvenes ofreciéndoles espacios dignos para la catequesis y la formación, además de la posibilidad de servir, en el caso de los jóvenes, en espacios y actividades de voluntariado.
Parte del diezmo sirve a la Iglesia para promover actividades que acompañen a las familias en sus problemas y necesidades, de manera que sea más fácil realizar su vocación en la Iglesia y la sociedad.
A MANERA DE CONCLUSIÓN.
Para todo católico el mensaje bíblico del significado del diezmo es muy claro. Se trata de abrirse con valentía al compartir. El diezmo es la cooperación que los feligreses dan para el sostenimiento de la Iglesia Diocesana y es distinto a la colecta que se hace en las misas, que es para el sostenimiento de los gastos de cada parroquia.
Llevar a cabo su misión evangelizadora es la principal tarea de la Iglesia diocesana. Para realizarla se requieren estructuras, formación pastoral de agentes, personal, y todo lo que cualquier institución necesita. Pero para cubrir lo anterior la Iglesia se vale en buena parte del diezmo, sin cuya ayuda, el funcionamiento de la Iglesia, en muchos de estos campos sería imposible. Por ello cada año se realiza una campaña intensiva del diezmo conscientes de que la vida de la Iglesia, su caminar, su misión y la luz del evangelio recae en manos de todos sus miembros.
El diezmo lo damos no es por un motivo bíblico que sea obligatorio, sino por amor a Jesucristo y a su Iglesia como fruto de la madurez en la fe. Ojalá y diéramos eso y más, pues es mucho más lo que Dios nos ha dado y nos ha bendecido.
Padre Alfredo.
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