lunes, 17 de diciembre de 2018

«El buen juicio y la justicia llegarán»... Un pequeño pensamiento para hoy


El buen juicio y la justicia verdadera son dos cosas que sólo pueden venir de Dios. Hoy el salmo responsorial es el 71 (72 en la Biblia) y trata precisamente este tema del buen juicio y la justicia. El salmista ora por el rey y pide tres cosas: a) que el rey traiga justicia; b) que traiga vida y abundancia a la tierra; y c) que su poder se extienda a todos los confines de la tierra. Desde nuestra perspectiva del Adviento, ¿quién será ese rey? Aunque el Nuevo Testamento no cita éste como un salmo mesiánico, el lenguaje y lo que el salmista pide para el rey perfectamente lo podemos aplicar al Salvador que esperamos venga a reinar en nuestras vidas: «De mar a mar extenderá su reino y de un extremo a otro de la tierra... que él sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones». La realidad desnuda de la inestable situación de un mundo en donde falta precisamente el buen juicio y la justicia se abre ante nuestros ojos. Los poderes del mundo, por si solos, no lograrán nunca nada si no dejan un espacio grande a Cristo nuestro salvador, el Rey de reyes y Señor de señores. 

Desde una perspectiva universal, el salmo responsorial de la liturgia de hoy pone claramente de manifiesto las esperanzas que el pueblo de Israel tenía en la llegada de un Mesías que implantara la justicia. El rey de buen juicio y justo liberará al menesteroso, socorrerá al afligido, y tendrá misericordia de los pobres y los salvará. En su misión de implementación de la justicia, con un fuerte tinte de misericordia, el Salvador esperado eliminará el engaño, erradicará la violencia y redimirá el alma de las personas indefensas porque vendrá a implantar un reino justo (vv. 1-4), un reino universal (vv. 5-11), un reino compasivo (vv. 12-14), un reino próspero (vv. 15-17), un reino glorioso (vv. 18-20). ¡Qué visión la del salmista! La envergadura de la composición del salmo y sus horizontes rebasan las de un simple personaje histórico y vemos que se refieren más bien al Mesías esperado para restaurar en la tierra el reinado pacífico de Dios. Pero el horizonte tan amplio de este salmo no se queda circunscrito a la primera venida de Cristo, porque nosotros también caminamos, al igual que los fieles del Antiguo Testamento, hacia la gloriosa venida del Mesías al final de los tiempos. 

El evangelista san Mateo nos invita a acercarnos a este Mesías esperado desde la antigüedad y tiene el detalle de narrarnos su genealogía. Reconocido como Hijo de Dios por la comunidad cristiana, el Mesías tiene un origen humano estrechamente vinculado a su pueblo y a la historia de la humanidad. Jesús no es el fruto de un azar caído, así, sin saber desde dónde. El se enraiza en un linaje de antepasados concretos, de este modo es un verdadero «Hijo del hombre», que participa con buen juicio de la condición humana menos en el pecado, con sus límites y sus particularidades. Los nombres de esta genealogía no son precisamente una letanía de santos. Hay personas famosas y otras totalmente desconocidas, hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos. El Mesías esperado, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, se ha encarnado plenamente en la historia humana, está arraigado en un pueblo concreto, el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana y por eso nosotros, como él, podemos ser hombres y mujeres de buen juicio que busquen establecer la justicia. Jesús es hijo de María, pero también es hijo de un pueblo, de una gran tradición viva e incluso biológica. En aquella mentalidad, toda la responsabilidad de la generación recaía en los varones. ¡Eran ellos los que engendraban! ¡Eran ellos los que ponían el nombre al hijo! ¡Eran ellos los que transmitían de generación en generación la bendición de Dios! A través de ellos llegará el Mesías. En esta genealogía la figura de José tiene la clave. Él es el esposo de María. Él es el que impone el nombre al Hijo de María. De este modo, lo asume como propio suyo, quien asumió a María como esposa. José tiene que ver mucho en el Adviento, será para Jesús un padre espiritual que le transmitirá la gran tradición del pueblo, y hará de Jesús un hijo espiritual del pueblo de Israel. Nosotros también tenemos que ver mucho en el Adviento porque somos familia del Redentor, nuestra genealogía tiene que ver con la suya, por eso en nuestro corazón permanece vibrante un anhelo de buen juicio y de justicia para este mundo que en unos cuantos días revivirá la llegada del Salvador y no sabes cuando, vivirá el gozo del encuentro en su segunda venida. ¡Bendecido lunes! 

Padre Alfredo.

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