Aquí me tienen, una
madrugada más en el aeropuerto de mi Selva de Cemento. Esta vez para volar
rumbo a Tijuana y seguir por carretera la carretera hacia Oceanside, sede del
precioso monasterio benedictino «Prince of peace», en donde mañana tendremos la
profesión religiosa de nuestro querido hermano y amigo Fr. Saulo López. Unido a
esto está el regalazo de encontrarme con los miembros de la Familia Inesiana
que peregrinan allá en California, a muy queridos amigos y a mamá, quien a
estas horas ya está allá acompañando a Lucha la mamá de Saulo y al resto de los familia para compartir el gozo de la consagración de un hombre que, dejándolo todo,
ha decidido entregarse de lleno al Señor según la regla monástica de San
Benito. Ahora, como consagrado, Saulo, después de un tiempo de formación
inicial en el postulantado y noviciado buscará seguir encarnando nuestra
religión en los actos más concretos de la vida cotidiana de un monje que, en
castidad, pobreza y obediencia, ve pasar las manecillas del reloj orando y
trabajando por la Iglesia y por cada uno de los miembros de la Iglesia y del
mundo entero.
Mucha gente se
pregunta montones de cosas en torno a la vida de un monje. YO comparto solo
algunas de las preguntas que, sobre ellos, me han hecho a lo largo de mis años:
¿Qué hacen estos hombres encerrados en un monasterio? ¿En que ocupa su tiempo
un monje? ¿De qué viven los monjes? ¿No es aburrido saber que vas a vivir para
siempre en el mismo lugar? ¿Qué comen los monjes? ¿Sirven de algo los monasterios?
¿Los monasterios son como una pieza de museo?... ¡Claro que no podré ahora
responder! Varias veces he estado en este bellísimo monasterio situado en lo
alto de un monte y con una vista preciosa al mar. Solo puedo decir que en las
diversas ocasiones que he tenido la oportunidad de convivir con los monjes en
la celebración de la Santa Misa, en el rezo de la Liturgia de las Horas y en
los diversos espacios de la vida monacal que con ellos he podido compartir, he
descubierto a Jesucristo siempre vivo como un hermano mayor del monasterio.
Aquel de quien los monjes están siempre enamorados y a quien siguen sin anular su
propia personalidad, pues en medio del silencio que allí reina, es fácil
distinguir el temperamento, la raza, el carácter de cada uno de estos
maravillosos «hombres de negro» que a imitación de San Benito y bajo la mirada
protectora de la Virgen mantienen un «sí» que estoy seguro sostiene mi vocación
y la de muchos más.
Para nada me
parece casualidad que la liturgia de la palabra de este viernes nos deje ver la
valentía del profeta Amós (Am 8,4-6.9-12), el hombre que, con su sola
presencia, Denuncia la falta de amor en un mundo cargado de cosas materiales y
falto de corazón. Tampoco me sorprende que el Evangelio de hoy hable de la
vocación de Mateo (Mt 9,9-13), porque de alguna manera así ha sido la vocación
de Saulo. La vocación de este hombre, que no es ya un jovencito que no ha
vivido, es, como la de Mateo, una vocación muy significativa. En el Evangelio
Jesús elige a un hombre que sabe de negocios —recaudador de impuestos— y Saulo
también hace poco tiempo relativamente, era un hombre de negocios. Jesús, como
a aquel publicano, le dará mañana un voto de confianza, sin pedirle confesiones
públicas de conversión pero que con sencillez él nos ha compartido desde aquel
encuentro con la beata María Inés Teresa en una medallita con reliquia que Rosy
su hermana le entregó y le hizo exclamar a Dios: «Señor, ven y encuentra algo
santo en mí»... Mateo siguió a Jesús inmediatamente, dejándolo todo. Saulo ha
querido hacer lo mismo y mañana participaremos de su «sí» y bueno, como suele
suceder, se me acaba el papel y se llega la hora de volar. Les invito a que
desde hoy hasta mañana, oremos mucho por este hombre generoso y su comunidad de
«Prince of peace» en Oceanside, para que el «sí» de María impregne el corazón
de quien mañana le dirá igual «sí» al Señor que sigue pasando y llamando
diciendo: «¡Sígueme!». Feliz y bendecido viernes para todos.
Padre Alfredo.
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