Cuando tuvimos el curso de renovación sacerdotal en Enero pasado, y en el que ahora se encuentra participando monseñor Pedro —el párroco de esta comunidad de Fátima en donde ejerzo mi ministerio sacerdotal por ahora— nos llevaron a un lugar que se encuentra en la cordillera que rodea la ciudad de Haifa, que es una de las urbes más importantes del país gracias a la importancia de su puerto desde la Antigüedad y la diversidad cultural que se da entre musulmanes, judíos y cristianos. En lo alto de esta moderna ciudad, esta ese lugar precioso enclavado en el «Monte Carmelo», declarado Patrimonio de la Humanidad gracias a su inestimable valor ecológico. Sus laderas acogen una diversidad biológica impresionante que lo convierte en un oasis de vida. Además, en sus cavernas se pueden encontrar restos arqueológicos de la prehistoria, con yacimientos de neandertales. En las laderas de este Monte Carmelo se llega a un lugar en donde el misticismo y la espiritualidad de Tierra Santa se dejan sentir, se trata del monasterio «Stella Maris», un santuario está consagrado a la Virgen María «Stella Maris» (la «Estrella del mar», uno de los epítetos marianos) donde se fundó la Orden de los Carmelitas, cuyo nombre deriva precisamente de esta montaña. Allí está el altar que señala la Tumba de Elías, uno de los lugares más sagrados del Monte Carmelo.
Pues hoy empiezo la reflexión haciendo esta remembranza de este hermoso lugar porque estamos celebrando el día de «La Virgen del Carmen». Los primeros ermitaños —entre ellos un grupo de cruzados, penitentes y peregrinos— que fundaron la primera comunidad en el monte Carmelo, a finales del siglo XII, fueron tiernos amantes de María y fueron dando vida a la futura Orden del Carmen, de ahí les viene el nombre con el que son conocidos: «Carmelitas», aunque oficialmente se llaman «Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo». Esta semilla minúscula fue creciendo hasta extenderse por todo el mundo bajo la advocación de «Nuestra Señora del Carmen», considerándola luego como Madre y Fundadora de la Orden del Carmen. La celebración de este día empezó como una fiesta de familia, en el interior de la orden, primeramente en Inglaterra, pero muy pronto se extendió por otras partes, por medio del escapulario, que vino a hacerse tan popular por los milagros que por su medio se realizaban y que muchos de nosotros, alrededor del mundo llevamos como signo de las virtudes de María: humildad, castidad, mortificación, oración y como recuerdo de nuestra consagración a Jesucristo y a ella, un signo eficaz de santidad y una prenda de eterna salvación.
La memoria litúrgica de la Virgen del Carmen, nos recuerda de alguna manera la misión de profeta y apóstol, como la de Elías o Isaías, de quien hoy nos habla la primera lectura (Is 1,10-17). Al Monte Carmelo, el profeta Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1Re 18,39) y luego, mucho tiempo después, los primero Carmelitas profundizaron en el hecho de «comprometerse» con un estilo de vida que ayude a acrecentar la relación con el Señor, como lo hizo María, y no solamente reunirse para «celebrar» la fe. Por eso para el cristiano, el escapulario es una señal de su «compromiso» de vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo de la Virgen llevándolo como protección maternal de María, que envuelve a sus devotos en su manto, como lo hizo con Jesús al nacer, como Madre que cobija a sus hijos. Dios cubrió Dios con un manto a Adán y Eva después del pecado; Jonatán dio su manto a David en señal de su amistad, y Elías le dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida. San Pablo nos dice que nos revistamos de Cristo, con el vestido de sus virtudes. El escapulario del Carmen es el signo de que pertenecemos a María como sus hijos escogidos, consagrados y entregados a ella, para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón llevándonos a Cristo hasta dar la vida por Él, como nos recuerda hoy el Evangelio (Mt 10,34-11,1). De poco nos serviría traer el escapulario si nuestra vida cristiana no va acompañada de hechos. Yo creo que hoy Nuestra Señora del Carmen nos quiere hacer una llamada a ser coherentes, a dar testimonio con nuestra vida de aquello que pensamos y creemos, a poner nuestras «ideas católicas» por obra, a no dejarnos llevar sobre todo por la corriente de la comodidad, la indiferencia y el conformismo, porque, si nos dejamos atrapar por estas trampas, el escapulario será solamente un adorno. Hoy es día de ver a María «con el escapulario o sin él— como nuestro modelo en el seguimiento de Cristo, nuestro auxilio y protección en las adversidades de la vida. Verdadera madre de la Iglesia y de cada uno de los discípulos de Jesús. ¡Bendecido lunes, inicio de semana laboral y académica para quienes no estamos de vacaciones! ¡Y los que están de vacaciones, disfruten al máximo, que también el descanso es un regalo de Dios y lo necesitamos!
Padre Alfredo.
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