viernes, 13 de julio de 2018

«En medio de la modernidad líquida»... Un pequeño pensamiento para hoy


Una semana más que pasa como agua... ¡Ya es viernes! Vivimos, como decía el destacado sociólogo Zygmunt Bauman, en una «modernidad líquida» en donde todo pasa tan rápidamente que parece ser líquido que se resbala entre nuestros dedos. Así de rápido pasa la vida. Como si en un viaje en avión, voltearas por un lado a ver el alba por la ventanilla y te acercarás al otro extremo y fuera ya de noche. Pero, me pregunto: ¿en qué se me va esta liquidez de la vida?, ¿en qué se gasta mi tiempo?, ¿en cuántas y en qué cosas se me pasa cada día? La beata María Inés Teresa decía que «si no es para comprar almas para Dios, no vale la pena el vivir. La vida no merece el nombre de vida —expresaba—, si no se emplea toda ella en conquistar vasallos para el Rey inmortal de los siglos» (Lira del Corazón. 2ª parte, cap. IV). 

Hoy nuestra globalizada sociedad gasta la vida haciendo cosas «emotivas», eventos que pasan, y pasan tan rápidos como el Mundial de Futbol que ya casi termina y que, en realidad, aunque nos emocionan, nos hacen compartir o pelearnos un rato, no son de mucha trascendencia. Aunque me encanta el futbol hay que ver que si gana tal o cual equipo el mundo no es que vaya a cambiar, los problemas de falta de alimento o de atención a tantos descartados no se solucionarán, porque, entre tanta prisa, no queda tiempo de ver la mano de Dios que viene a nosotros incluso en acontecimientos como estos y que a pocos, como a nuestros hermanos croatas, les une con el Creador. ¡Qué impresionante testimonio, por cierto, el de esta nación que declaró su independencia en 1991 y qué, sin dejar nunca a Dios, vive el día a día en la fe, en la política, en el trabajo, en la convivencia y en la recreación! Pero, en general, ¿qué dejará para la mayoría este acontecimiento del deporte internacional? Tal vez lo mismo que muchas cosas más que acontecen en esta modernidad líquida.. ¡solo un rato de emoción!. Dice Bauman que en nuestra sociedad actual «nos interesamos por los factores más a ras de tierra, prosaicos, mundanos y en gran medida localizados, que impulsan y modelan la evolución actual de nuestra cultura, de nuestra mentalidad y de nuestros modelos comportamentales» (Bauman-Leoncini, “Generación Líquida”, Paidós 2018, pág. 48). 

Hoy, en la liturgia de la palabra de Misa, terminamos nuestro recorrido por el libro de Oseas (Os 14, 2-10) y lo terminamos con una urgencia del profeta: «Israel, conviértete al Señor, Dios tuyo... Arrepiéntanse y acérquense al Señor». Al final de este precioso libro, el pueblo aprende la lección y vuelve arrepentido hacia Dios. Como el pecado había sido poner su confianza en alianzas humanas y pasajeras, el pueblo le dice a Dios humildemente: «No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo». Y promete: «no volveremos a llamar "dios nuestro" a las obras de nuestras manos». ¡Cuánto nos hace falta romper con toda idolatría en nuestra vida, cambiar nuestro corazón, aceptar el amor de Dios y descubrirlo aún hasta en estos acontecimientos «emotivos» para cambiar, para convertirnos y crecer! La situación del discípulo–misionero en medio de esta «sociedad líquida» es como la de hombres inermes ante enemigos despiadados que parecen lobos rapaces dispuestos a devorarle. La perícopa del Evangelio de hoy nos lo recuerda (Mt 10,16-23), pero el hombre y la mujer de fe no pueden hacer a un lado el Evangelio aún en medio de la recreación y de los momentos emotivos de la vida. Se goza en el Señor como se sufre en Él, pero eso el entrenador croata no suelta su rosario, no por que sea un amuleto de buena suerte con el que vaya a ganar, sino porque Dios, y en Él su madre y sus santos, acompañan nuestro programa de vida. La actitud del creyente ante la sociedad, muchas veces hostil es, por una parte, de sencillez y de cautela, sabiendo que está ante la boca del lobo, y no lo digo por un equipo específico de futbol como es Francia ante Croacia, sino porque en medio de la sociedad actual siempre hay lobos, obstáculos, ataques de todo tipo. Jesús desarrolla el menaje de las bienaventuranzas (Mt 5,1ss) que donde quiera caben, pero que, a una sociedad que vive, como dice Zygmunt Bauman «vive a ras de tierra», no tolera este mensaje que pone en cuestión sus mismos cimientos. Más allá de esta cuestión, lo importante es que el Jesús que Mateo nos presenta nos anima, pretende comunicarnos aliento. ¿A qué se refiere con la llegada del Hijo del hombre? ¿A la caída de Jerusalén?, ¿a la resurrección de Jesús?, ¿a Pentecostés?, ¿a la venida del Reino? Sea como sea, el discípulo–misionero no debe olvidar que el campo de juego de este mundo, debe predicar el Reino confiando en Dios. ¡Bendecido viernes! 

Padre Alfredo.

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