La parábola que el evangelio de hoy nos presenta (Lc 18,9-14) contrapone a dos personas muy diferentes: uno, que es fariseo, es un hombre que piensa que tiene ganada la salvación por su propio esfuerzo; el otro, un publicano, reconoce su condición de pecador y pide a Dios la gracia del perdón, incluso dice el evangelio que el publicano no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador». Este es el mensaje central de la Cuaresma: Dios está dispuesto a dejarse llevar por la misericordia y perdonar al pecador arrepentido, así lo deja ver también hoy el salmo responsorial, con la pequeña parte del salmo 50 [51] que nos presenta. Dios siempre perdona y acoge a todo el que arrepentido se acerca a él. Todos estamos hechos del mismo barro, No somos dioses. Nuestra natural limitación nos lleva a encontrarnos en nuestras manos la miseria, la nada, lo poco que somos y con ello el mal que de vez en cuando, cometemos. Nadie se puede presentar ante Dios y ante el hermano con su corazón totalmente limpio de pecado, eso sería orgullo y soberbia, y eso nos llevaría a presentarnos ante Dios como el erguido fariseo: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres… que son pecadores».
Lo nuestro es reconocernos como el publicano o el autor del salmo: «Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias». Reconociendo nuestras faltas y con el corazón dolorido por lo hecho y arrepentidos de verdad, le decimos en Cuaresma contantemente a nuestro Padre Dios: «Ten compasión de este pecador», y Él nos regala su ternura, su amor y las fuerzas necesarias para serle fiel a su amistad con detalles que a veces no sabemos ni como pagar. Ayer, después de haber estado en Monterrey para un curso para sacerdotes y diáconos sobre protección a menores, para mi consulta con el gastroenterólogo y para celebrar el cumpleaños de mi madre, me presenté en el mostrador de Interjet en el aeropuerto poco más de dos horas antes de la salida de mi vuelo programado para las 10:25 de la noche. El hombre tras el mostrador de recepción de equipaje, con una cara llena de una mundana seriedad y seguridad totalmente frías, sin más me dice: —solo que hay un pequeño problemita Señor, este vuelo está cancelado por mantenimiento y seguridad de los pasajeros, pero la buena noticia es que está protegido con un vuelo para mañana sábado... ¡a las 7:30 de la tarde!— y sin más pretendía documentar el equipaje para el día y la hora que él dispuso, sin explicación alguna. Yo le rogué hiciera algo porque la compañía tenía mi número telefónico de casa, el celular, mi WhatsApp y el correo electrónico y nadie avisó nada. —Lo acaba de decidir la compañía esta tarde Señor —me dijo, con una sonrisa de oreja a oreja— y a nadie de los pasajeros registrados se le ha podido avisar.
¡Imaginen ustedes, un avión al que caben más de 150 pasajeros y que de ordinario va lleno y que de repente dicen no hay vuelo! —no puedo hacer nada más por usted —me inistió el hombre. Y le dije: tú no, pero Dios sí puede apiadarse de este pecador. Y entendí que por algo llegué más temprano de lo previsto al aeropuerto, pues fui el primero de ese vuelo cancelado que se presentó. Pedí hablar con el gerente a la vez que rezaba: «Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío..., Virgen Santísima de Guadalupe..., Madre Inés, Madre Gloria María... y bueno cuanto rezo me salía en mi angustia de tener que estar hoy aquí en mi Selva de Cemento para las Misas, el retiro de Familia Eucarística y más»... Aunque el hombrecito del mostrador me dijo inicialmente que ya no había más vuelos a Monterrey y que Interjet nada podía hacer, el gerente me escuchó y me dijo: —Espere aquí un momento, puede llevar con usted el equipaje arriba y regresó corriendo con un pase de abordar para el vuelo 2133 que originalmente debería haber despegado a las 7:50 de la tarde... Así pude ver cómo el Señor se apiadó de este pecador que ahora escribe, aunque con el dolor de que Interjet cada vez está peor y que la quiebra hacia la que esta compañía que nació con tan buena estrella va y que las noticias anunciaron hace apenas hace unos días, tal vez sea una realidad. Interjet tiene en tierra más de 15 aviones varados por falta de refacciones y hace seis meses, por el reajuste en su flota, despidió a 550 trabajadores que representaban el 10% de su plantilla laboral. La compañía enfrenta una demanda colectiva en Estados Unidos, por parte de usuarios que no recibieron reembolsos ante la cancelación de vuelos inesperadamente a Chicago, así como el de Chihuahua hace unos días o el de ayer en Monterrey. ¿Cómo se habrá apiadado Dios de los demás pasajeros de ese vuelo fallido de anoche? No lo sé, solo se que a este miserable pecador el Señor le permitió volar en un cacharro que por cierto debe haber sido con el que dicha compañía aérea inició sus operaciones, un avión con asientos desvencijados, sucio y sin los tarjetones de seguridad en la mayoría de los asientos... Si nuestro mundo, desde quienes dan la cara por las compañías o por la Iglesia, el gobierno o lo que sea, mostramos un rostro de soberbia, de sentirnos con el poder de no poder hacer nada por el otro y sin misericordia, no solo Interjet, sino cualquiera de nuestras familias, empresas, parroquias y demás instituciones se hunden. Todos somos pecadores, todos somos un poquito, ese poquito que podemos poner por el otro y dar a alguien como a mí, que soy un pecador, el último asiento del avión, el 26 A... ¡hasta ventanilla, cómo me gusta! Que la Virgen nos siga ayudando para que en Cuaresma, reconociendo nuestra propia condición de pecadores, veamos que siempre el Señor está presente y no desampara al pecador que, arrepentido, busca la conversión. ¡Bendecido sábado con María!
Padre Alfredo
P.D. Se que hoy he sido bastante largo en mi reflexión... ¡mil perdones!, pero es que con este incidente y la liturgia de hoy en Cuaresma, me puse desde anoche a pensar en muchas cosas, mientras me volvía a venir aquel rostro mustio que de entrada me dijo tras el mostrador: —«Nada podemos hacer por usted porque este no es un problema que la compañía tuviera previsto»... sin una llamada, sin un WhatsApp, sin un correo. Interjet no está en su mejor momento. Es una lástima que empresas como Interjet sean víctimas de gente que no busca cooperar, que no se hace prójimo y no sabe cómo manejar adecuadamente la empresa en la que trabaja y da de comer a tantas personas. Otra crisis sindical, como la que vive la extinta Mexicana, con el tenderete de tiendas de campaña en el Aeropuerto de Ciudad de México es lo que les espera a esta línea aérea si no —como dice la gente joven— se ponen las pilas y deciden salvar a esta compañía que a tantos nos ha transportado con tan buena calidad casi siempre... y eso que no dije nada de la aeromoza que me dijo muy altiva y de mala gana que conseguiría alguna tarjeta de seguridad «¡para ver si de a deveras la lee Señor!»
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