Había una vez un padrecito recién egresado de la Universidad Gregoriana en Roma. Fue enviado a una parroquia de un pueblito donde la mayoría de los feligreses eran campesinos humildes. La primera Misa, en su presentación, dijo con entusiasmo: «Hermanos, vengo a ustedes con Teología, Hermenéutica, Homilética, Exégesis, Apologética y Cosmogonía».
De pronto se puso en pie un entusiasta viejito que era «Ministro Extraordinario de la Comunión Eucarística» y le dijo: «No se preocupe padrecito, tenga fe. Cuando yo vine aquí tenía Artritis, Diabetes y Reuma, y el Señor me sanó, como también lo puede sanar a usted de todas esas enfermedades».
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