«Haz la prueba y verás que bueno es el Señor», repetimos hoy como estribillo en el salmo responsorial de la Misa (Salmo 33 [34]) mientras que en el Evangelio leemos una de las parábolas más hermosas de la Escritura: «El hijo pródigo» (Lc 15,1-3.11-32). Si el domingo pasado la palabra de Dios nos urgía a la conversión, hoy estas lecturas nos empujan a volver de nuevo a la casa del Padre, como el Hijo Pródigo y como el Pueblo de Israel a su llegada a la tierra prometida (Jos 5,9.10-12). Éste ir hacia la Casa del Padre ha de ser el verdadero motivo de nuestra alegría en medio de la Cuaresma, por eso en nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua, la Iglesia nos invita hoy, en este cuarto domingo de Cuaresma a alegrarnos en el llamado domingo “Laetare”, domingo de la alegría. La liturgia de hoy nos invita a que vivamos con alegría esta espera dichosa de la Pascua, con la confianza de que Dios cumple siempre sus promesas, sale a nuestro encuentro y lo mismo que le concedió al Pueblo de Israel y al hijo pródigo, también a nosotros nos concederá la entrada a la tierra de gozo y al banquete festivo. Por eso, llenos de gozo, cantamos con el salmista: «Haz la prueba y verás que bueno es el Señor». Estamos viviendo la Cuaresma, con ayuda de la limosna, del ayuno y de la oración como un tiempo de reconciliación. Dios no nos pide cuentas de nuestros pecados, nos recuerda san Pablo (2 Cor 5,17-21). Así nos lo explica con todo detalle el mismo Jesús en la conocidísima parábola del Hijo Pródigo. Dios desea volver a la amistad con nosotros, y lo hace a través de Cristo. Él, por su muerte y resurrección, nos reconcilia con el Padre.
La liturgia de este domingo nos deja ver en claro cuál es la alegría del cristiano, la de un Dios que nos ama con locura, que llega al extremo de dar la vida por nosotros, a pesar de nuestro pecado, precisamente para borrar el pecado de nuestra vida y devolvernos a la amistad con Él. Por eso la Iglesia nos ofrece, durante todo el año, pero especialmente en este tiempo de Cuaresma, el don del sacramento de la reconciliación. A través de este sacramento, Dios nos da su perdón cuando volvemos a Él arrepentidos, borra nuestras culpas y nos devuelve la amistad que por nuestro pecado habíamos perdido. Hoy podemos pensar en la alegría y el gozo que produce el volver a la casa del Padre. La reconciliación, tema importante de la Cuaresma se hace central en este domingo y nos la explica con la sencillez de una parábola Jesús en el Evangelio de hoy. Nosotros, como el Hijo Pródigo, nos hemos apartado de Dios muchas veces o como el hijo mayor nos hemos encaprichado en no dejar entrar al que regresa arrepentido. Cuantas veces nos dejamos llevar por el pecado y damos la espalda a Dios, yendo lejos como el hijo menor o viviendo en la indiferencia como el mayor.
Si aprovechamos la Cuaresma, si nos arrepentimos, nos ponemos en pie y volvemos de nuevo a Dios, pidiéndole perdón, con un corazón arrepentido, Él no nos negará su perdón. Como el padre de la parábola, Dios sale a nuestro encuentro para abrazarnos, para devolvernos la amistad que habíamos perdido y para invitarnos a entrar al banquete, según sea el caso. En esto consiste la conversión. Éste es el camino que hemos de hacer durante la Cuaresma: un camino de vuelta a la casa del Padre en donde podemos encontrar la alegría. Caminamos con la confianza de que Dios, cuando nos abramos a Él, no nos echará en cara nuestro pecado, no nos recriminará por nuestras faltas y delitos, sino que, como el padre de la parábola, buscará a sus dos hijos. Dios se alegra y hace fiesta por la vuelta de sus hijos que se habían separado de Él, aunque alguno que otro, como el mayor, parezca que está allí cerca, pero solo de bulto. Sigamos viviendo de verdad este tiempo de Cuaresma. Levantémonos y pongámonos en camino hacia la casa del Padre o valoremos que estamos en la Casa del Padre y podemos gozar de su presencia. Dios sale a nuestro encuentro con los brazos abiertos como abrazó a los dos hijos. Celebremos la fiesta de la reconciliación. Dios nos ha prometido su amor y su misericordia, y Dios siempre cumple sus promesas. Celebremos con gozo pleno esta Eucaristía mientras seguimos avanzando hacia la Pascua. Que María, «causa de nuestra alegría», la que escuchó al ángel decirle: «Alégrate, llena de gracia», nos acompañe en este camino cuaresmal y nos tienda su mano para que vivíamos con gozo este tiempo de gracia y de reconciliación. ¡Bendecido domingo, último día de este mes!
Padre Alfredo.
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