jueves, 11 de octubre de 2018

«Diseñados para todo terreno»... Un pequeño pensamiento para hoy


Mucha gente sabe que la vida del misionero de tiempo completo no es nada fácil. Pero, algunos piensan que las dificultades más grandes que afectan a aquel que ha dejado todo para evangelizar son aquellas que se refieren a cosas como el lugar para dormir, el adaptarse a la comida de otro sitio, al idioma del lugar que hay que aprender, a las costumbres diversas, pero no... digamos que uno como misionero está diseñado para enfrentar todo eso, somos como un «todo terreno». El apóstol de tiempo completo es un «4X4» que sabe, desde su formación, que le esperan siempre más retos que los que se pueda encontrar cualquier participante de un reality show de esos programas de deportes extremos. Lo más difícil para el misionero está en la lucha interna, en esa que se tiene que lidiar en la mente y en el corazón. ¡Qué terrible es para algunos llegar a sentirse solo, desanimado, desalentado, frustrado, cuando no hay una respuesta del pueblo al que se evangeliza! Uno aprende desde el tiempo de formación a cocinar algo, a lavar la ropa más indispensable, a manejar la escoba y el trapeador; por supuesto a leer mucho, a estudiar, a rezar con ganas y a predicar, pero... ¿cómo se forma ante el Sagrario del que envía el corazón para afrontar esta clase de dificultades causadas por la indiferencia ante el anuncio del Evangelio? Hoy San Pablo, en la primera lectura (Ga 3, 1-5) reprocha con dolor a los cristianos de Galacia su ligereza para no abrazar el Evangelio que les ha predicado. Les llama «insensatos», porque se han dejado embaucar o cautivar por otras doctrinas. 

San Pablo se siente frustrado porque sus misionados gálatas se han dejo arrebatar la alegría y la libertad interior, como hijos de Dios y hermanos de Cristo, dejándose encerrar en ideas que han llegado a presentarles un evangelio «más cómodo». A pesar de haberles presentado a Jesucristo crucificado con mucha claridad, aquellos se han dejado «hechizar» por otros. El Apóstol de las gentes se siente así se cuestiona el hecho de que cómo era posible que aquellos hombres, siendo tan inteligentes como él lo había reconocido, pudieran haberse dejado engañar hasta hacer caso a la insensatez. Es que como creyentes, podemos ser muy inteligentes, pero la inteligencia que no se deja conducir por la oración a Dios, fácilmente se deja conducir al orgullo, y este a la caída o a la confusión de la fe. Seguramente San Pablo había presentado el mensaje correcto y de la manera correcta, tan claro para la fe que no cabría sombra de duda, pero los gálatas, unos fascinados por las enseñanzas judías por una parte y otros atrapados por el mundo libertino de aquellos tiempos, cayeron en la necedad al seguir las obras del mundo o de la ley antigua y dejaron la oración que los llevó a desconfiar de la fe ya adquirida. Muchos católicos, sobre todo en la etapa inicial, caen en esos mismos engaños en los que cayeron los gálatas, pues se hacen legalistas por un lado, cumpliendo solamente las prácticas externas de la liturgia hasta con gran rigor, y por otro se hacen una fe light, a su manera; dos cosas que los llevan a dejan la fe y la gracia para confiar en el conocimiento ciego que les es presentado sin cuestionamiento, lo cual siempre termina mal. 

Por eso la vida interior, la vida de oración es algo vital para el discípulo–misionero que quiere sostener su fe. Por eso vemos a San Pablo así, que, en medio de su dolor por haber visto esos casi nulos resultados de su tarea evangelizadora, les insiste que hay que dejarse conducir por el Espíritu, porque desde Dios, la frustración, el cansancio, la soledad, el aparente fracaso, tienen sentido... ¡La tarea de Cristo en este mundo acabó en la Cruz! Y desde allí, como lo había hecho antes (Lc 11,5-13), nos pide ser persistentes en la petición al Padre de que derrame su Espíritu Santo sobre nosotros. Una y otra vez debemos pedirle por su Espíritu, buscar su Espíritu y tocar nuestro corazón para que se abra a recibirlo. Jesús nos dice que estemos seguros que cuando pidamos se nos dará, que cuando busquemos encontraremos y que cuando toquemos se nos abrirá. Pero, es importante recordar que una de las principales puertas que debemos tocar es la de nuestro propio corazón para que este se abra a la acción de Dios en nuestra vida a pesar de que a nuestro alrededor no veamos éxitos ni en la enseñanza ni en la predicación de Aquel que sabemos que nos ama. El verdadero misionero, el que anuncia a Cristo de la mano de María y con la premura que ella lo hace, sabe que no puede perder jamás el punto de mira sobrenatural, viendo detrás de cada acontecimiento a Dios, tanto ante lo agradable como lo desagradable, ante el consuelo... y ante el desconsuelo por situaciones como las que vive San Pablo. Primero y por encima de todo, en la vida del misionero, está la oración, el diálogo con el Señor buscándole en el centro de nuestras almas así podrá decir cuando todo sale con facilidad: «¡Dios mío, gracias!» y cuando llega un momento difícil: «¡Padre, me pongo en tus manos!» En estos días tenemos en la parroquia de Fátima (Prohogar) la celebración de las 40 horas ante Jesús Eucaristía, preparándonos para la fiesta patronal que será el sábado 13 (celebrando el día de la última aparición de la Virgen de Fátima a los pastorcitos). ¡Aquí los encomiendo, bendecido jueves! 

Padre Alfredo.

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