sábado, 13 de octubre de 2018

«Cumplir la Ley como María»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy San Pablo, escribiendo a los Gálatas (Gal 3,21-29), nos habla de Moisés, ese personaje bíblico cuya historia es más que conocida, que ha sido llevada a la pantalla grande incluso en dibujos animados y que no voy a repetir aquí. San Pablo hace referencia a este gran héroe de la Biblia por cuestión del interés que tiene de que los Gálatas comprendan claramente —y por supuesto también nosotros— el valor de «la Ley» no como una «letra muerta» sino como «camino» o «senda» para adquirir el estilo de vida que debe distinguir al hombre y a la mujer de fe. Tal vez San Pablo recordara las palabras del salmo 118 que dicen: «Dichoso el que sin cometer iniquidad, anda por sus sendas» (Sal 118,35) o aquellas otras del mismo salmo que seguramente recitaba la comunidad y que rezan: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero». El creyente puede adoptar ante «la Ley» tres posturas: escuchar lo que el Señor quiere que se haga vida, aceptar aquello y realizarlo. No es suficiente, dice San Pablo, cumplir por cumplir la Ley sin darle sentido, es necesario ser cumplidor de la misma poniéndola en práctica. 

San Pablo mismo dirá en otra de sus cartas (Rm 2,13) que «no son justos delante de Dios los que escuchan la Ley, sino los que la cumplen: esos —dice el Apóstol— serán justificados». Y es que la postura ante la Ley, para el cristiano, no puede ser de otra manera, porque la tradición evangélica presenta la postura de Cristo ante la Ley: el que observa todos los mandamientos, aun los tenidos por menores, será el más grande en el Reino e los cielos (Mt 5,19). Cumplir la Ley es el equivalente de hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 5,34; 7,17; 9,31; 15,14). ¿Pero de qué Ley está hablando San Pablo y cómo la entiende? Desde luego que no está hablando de la Ley judaizante que envolvía algunos de los círculos de los primeros cristianos en Galacia con una cargada legislación casuística. San Pablo quiere que la comunidad viva la Ley que es la verdadera síntesis y el quicio de «la Ley» y que hemos heredado de los profetas y los «pobres de Yahvé» del Antiguo testamento: «El amor a Dios y al prójimo». San Pablo nos hace ver que quien no vive la Ley de esta manera se engaña a sí mismo porque quiere decir que no escucha la Palabra que nos marca esa Ley y no la hace vida. 

San Lucas, en el Evangelio de hoy (Lc 11,27-28) nos muestra que María, la Madre de Jesús, la Madre de Dios, es un modelo de cumplimiento de la Ley para los hombres. Ella, como mujer, como esposa, como madre y como símbolo de todos los humanos, ha recibido el gran regalo de la presencia transformante de Dios sobre la tierra (Lc 1,28) y es la primera en cumplir la Ley. María es bienaventurada por su fe en el cumplimiento de esa Ley divina (Lc 1,39-45) y su vida se convierte en fundamento de júbilo y bendición para todos aquéllos que, como ella van poniendo en práctica la Ley escuchando la Palabra y poniéndola en práctica. San Lucas sabe que María se ha mantenido en la fidelidad a la Ley hasta el final: en lo más hondo de su vida ha confiado en la palabra de Jesús y ha venido a ser principio y fundamento de la Iglesia. Ella vive la Ley llevada a la perfección por Cristo en una caridad que cono conoce fronteras ni de espacio ni de tiempo. Hoy, en la parroquia de Fátima Prohogar, celebramos nuestra fiesta patronal, porque recordamos la última aparición de María a los tres humildes pastorcitos —los santos Francisco y Jacinta y la Sierva de Dios Lucía— en la Cova de Iría, allá en Portugal. El 13 de octubre es muy importante, porque ese día, en 1917, la Virgen se les aparece por última vez más de 70.000 asistentes que les acompañan ven la «danza del sol» y les dijo entre otras cosas: «Quiero que continúen diciendo el Rosario todos los días... Yo soy la Señora del Rosario... las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por sus pecados. ¡No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido demasiado!... No hay nada más». El 13 de octubre de 1930, el obispo de Leira declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima. La Virgen de Fátima nos deja la tarea de convertirnos para vivir la Ley de su Hijo. La vivencia de esto unidos a la persona de Jesús viene del «sí» dado a la Palabra de Dios. Los que escuchan y practican la Palabra de Dios cumplen la Ley y participan de la bienaventuranza de María que supo responder a la invitación divina. Que Ella, la Sierva del Señor, la primera que escucha la Palabra y la pone en práctica (Lc 11,28) interceda por nosotros para que sepamos cumplir la Ley que Cristo ha traído al mundo. ¡Bendecido sábado y día de fiesta en nuestra comunidad parroquial de Fátima! 

Padre Alfredo.

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