miércoles, 17 de octubre de 2018

CELEBRACIÓN PARA EL DEPÓSITO DE CENIZAS DE UN DIFUNTO*...



MONICIÓN DE ENTRADA:

Jesús nos enseñó que el grano de trigo ha de morir para poder convertirse en espiga. En nuestro paso por este mundo, vamos cada día renunciando a nosotros mismos para que florezca la nueva vida. En esta celebración vamos a recordar a nuestro querido hermano N., teniendo presente la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo que nos ayuda a superar esta prueba: la más difícil, pero también la más segura, la que nos trae la esperanza en una vida futura. Para los que creemos en Jesús, la muerte tiene sentido si la miramos a la luz de la Resurrección, cuando empiecen a florecer las semillas que hemos depositado en la tierra.

Ministro: El Señor que nos ha dado la tierra, la semilla y el pan de cada día, esté con todos ustedes.
Todos: Y con tu espíritu.

Ministro: Jesús nos dice en su Evangelio que de las semillas que plantemos en la vida, brotarán los frutos que permanecerán. Si sembramos el bien, Dios estará de nuestra parte a la hora del juicio. Pidamos ahora perdón por nuestras culpas, para celebrar con el gozo de la fe y la esperanza de la resurrección, el amor misericordioso de Dios en esta celebración.

Ministro: Tú que diste tu vida por nosotros para que alcanzáramos la gloria del cielo: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Ministro: Tú, luz del mundo, que eres la resurrección y la vida: Cristo, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Ministro: Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Ministro: Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén.

ORACIÓN COLECTA:

Ministro: Oremos: Te pedimos, Padre de bondad, que acojas nuestra oración por nuestro hermano N. para que participe de la alegría eterna que tú quieres para todos tus hijos. Tú que lo creaste a imagen y semejanza tuya, tú que lo amas entrañablemente, concédele alcanzar la felicidad de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo...
Todos: Amén.


PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro de la Sabiduría                                     (3, 1-6.9).

Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz. A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad.

Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto.
Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL:                                             (62, 2-6. 8-9).
R. ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío!

Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene. R.


ALELUYA:                                                                          (Mt 25, 34)

¡Vengan, benditos de mi Padre,
y reciban en herencia el Reino
que les fue preparado desde el comienzo del mundo!


EVANGELIO:
Ì Del santo Evangelio según san Juan                           (6, 51-58).

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.» Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»

Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.» Palabra del Señor.


(Si quien preside es un ministro ordenado, se puede tener una breve homilía. De otra manera se deja un espacio de silencio o se comparte una breve reflexión).


ORACIÓN DE LOS FIELES:

Ministro: Queridos hermanos, Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y desde allí́ intercede por su Iglesia. Confiados en que Dios escucha las voces de aquellos que esperan en su Hijo Jesús, unimos nuestras oraciones a las suyas. Después de cada petición diremos: Te rogamos, Señor.

Lector: En el Bautismo nuestro hermano N. recibió la luz de Cristo. Condúcelo ahora por sobre las aguas de la muerte. Oremos.

Lector: Nuestro hermano N. fue alimentado en la mesa del Salvador. Acógelo ahora en las mansiones del banquete celestial. Oremos.

Lector: Muchos amigos y miembros de nuestra familia, nos han precedido y están o aguardan el reino eterno. Concédeles un hogar eterno con tu Hijo. Oremos.

Lector: Cada día mueren muchas personas a causa de la violencia, de la guerra y del hambre. Muestra tu misericordia a los que tan injustamente sufren estas faltas contra tu amor y congrégalos en el reino eterno de tu paz. Oremos.

Lector: Los que confiaron en el Señor duermen ahora en él. Dales alivio, descanso y paz a todos aquellos cuya fe solo tú conociste. Oremos.

Lector: Estamos reunidos aquí en la confianza que da la fe para orar por nuestro hermano N. cuyas cenizas serán depositadas en este columbario. Fortalece nuestra esperanza para que podamos vivir aguardando la venida de tu Hijo. Oremos.

Ministro: Señor Dios, que nos das la paz y cuidas de nuestras almas, escucha las súplicas de tus fieles, cuyas vidas fueron redimidas por la sangre del Cordero. Perdona los pecados de todos los que duermen en Cristo y concédeles un lugar en tu reino. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

Ministro: Oremos juntos como el Señor nos enseñó: Padre nuestro...


ÚLTIMA RECOMENDACIÓN Y DEPÓSITO DE LASA CENIZAS:

Ministro: Según la costumbre cristiana vamos a depositar en este recinto sagrado las cenizas de nuestro hermano N. confiando en que goce de la vida eterna. Oremos con fe a Dios para quien toda criatura vive. Pidamos que Dios lo resucite en fortaleza, y lo agregue a la asamblea de sus elegidos. Que el Señor sea misericordioso con nuestro hermano, para que, libre de la muerte, absuelto de sus culpas, reconciliado con el Padre y llevado sobre los hombros del buen Pastor, merezca gozar de la perenne alegría de los santos en el séquito del Rey eterno.

N. ha muerto en la paz de Cristo; con la fe y la esperanza puestas en la vida eterna, lo confiamos al amor de nuestro Padre. Fue adoptado entre los hijos de Dios en el Bautismo, y, unido a sus hermanos, participó en la mesa del Señor; pidamos ahora que sea admitido al banquete del Reino y herede, con los santos, los premios eternos. Y en este momento de la separación, oremos al Señor por nosotros, para que podamos, con nuestro hermano, salir al encuentro de Cristo, cuando él mismo, vida nuestra, aparezca en gloria.

Que este adiós, que nos da el consuelo de la esperanza, sea signo de nuestro amor y de nuestra fe. Un día la volveremos a encontrarnos con gozo en el Reino de Cristo; donde el amor que todo lo vence superará a la misma muerte.


ASPERSIÓN:

Ministro (dirigiéndose a las cenizas): N.: Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado. El Señor te protegió durante tu vida; por ello, confiamos que también te librará, en el último día de la muerte que haz sufrido. Por el bautismo, fuiste hecho miembro de Cristo resucitado: el agua que ahora derramaremos nos lo recordará. (Mientras tanto se reza el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria).


ORACIÓN FINAL:

Ministro: A tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de nuestro hermano N., con la firme esperanza de que resucitará en el último día con todos los que han muerto en Cristo. Te damos gracias por todos los dones con que lo enriqueciste a lo largo de su vida; en ellos reconocemos un signo de tu amor y de la comunión de los santos.
            
Dios de misericordia, acoge las oraciones que te presentamos por este hermano nuestro que acaba de dejarnos y ábrele las puertas de tu mansión. Y a sus familiares y amigos, y a todos nosotros, los que hemos quedado en este mundo, concédenos saber consolarnos con palabras de fe, hasta que también nos llegue el momento de volver a reunirnos con él, junto a ti, en el gozo de tu reino eterno. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


BENDICIÓN FINAL:

Ministro: Dale, Señor, el descanso eterno.
Todos: Y brille para él la luz perpetua.
Ministro: Descanse en paz.
Todos: Así sea.

Si quien preside la celebración es un ministro ordenado, imparte la bendición como de costumbre. De acuerdo al caso se cambia el género de las oraciones que se pueden utilizar también en plural.


CANTOS SUGERIDOS:

1. «HACIA TI MORADA SANTA»

HACIA TI, MORADA SANTA,
HACIA TI, TIERRA DEL SALVADOR,
PEREGRINOS, CAMINANTES,
VAMOS HACIA TI.

Venimos a tu mesa,
sellaremos tu pacto,
comeremos tu carne,
tu sangre nos limpiará.
Reinaremos contigo,
en tu morada santa,
beberemos tu sangre,
tu fe nos salvará.

Somos tu pueblo santo,
que hoy camina unido,
Tú vas entre nosotros,
tu amor nos guiará.
Tú eres el Camino,
Tú eres la esperanza,
hermano de los pobres,
Amén, Aleluya.


2. «CERCA DE TI, SEÑOR»

Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar;
Tu grande eterno amor, quiero gozar.
Llena mi pobre ser, limpia mi corazón,
hazme tu rostro ver en la aflicción.

Mi pobre corazón inquieto está,
por esta vida voy buscando paz,
más sólo tu, Señor, la paz me puedes dar;
cerca de ti, Señor, yo quiero estar.

Pasos inciertos doy, el sol se va;
mas, si Contigo estoy, no temo ya.
Himnos de gratitud, por siempre cantaré,
y fiel a Ti, Señor, siempre seré.

Día feliz veré, creyendo en Ti,
en que yo habitaré cerca de Ti.
Mi voz alabará tu Santo nombre allí,
y mi alma gozará cerca de Ti.


3. «YO LE RESUCITARÉ»

Yo soy el Pan de Vida,
el que venga a mí no tendrá hambre,
el que crea en mí no tendrá sed,
nadie viene a mí, si mi Padre no le atrae.

YO LE RESUCITARÉ, YO LE RESUCITARÉ,
YO LE RESUCITARÉ, EN EL DÍA FINAL. (2)

El Pan que Yo daré,
es mi Cuerpo vida para el mundo,
el que siempre coma de mi Carne,
vivirá en mí, como Yo vivo en mi Padre.

Yo soy esa bebida,
que se prueba y no se siente sed,
el que siempre beba de mi Sangre,
vivirá en mí, y tendrá la vida eterna.

Si, mi Señor, yo creo,
que has venido al mundo a redimirnos,
que Tú eres el Hijo de Dios,
y que estás aquí, alentando nuestras almas.


4. «EL ALFARERO» (GRACIAS, QUIERO DARTE)

Gracias quiero darte por amarme, 
gracias quiero darte yo a ti, Señor,
hoy soy feliz porque te conocí,
gracias por amarme a mí también.

Yo quiero ser, Señor amado,
como el barro en manos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de nuevo.
Yo quiero ser un vaso nuevo.
Toma mi vida, hazla de nuevo.
Yo quiero ser un vaso nuevo.

Te conocí y te amé.
Te pedí perdón y me escuchaste.
Sí, te ofendí; perdóname, Señor,
pues te amo y nunca te olvidaré.


5. «CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR» 

Caminaré, el presencia del Señor,
Caminaré, el presencia del Señor.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte, caí en tristeza y en angustia.
Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida».

El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo.
El Señor guarda a los sencillos, estando yo sin fuerzas me salvó.

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo,
arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas,
Mis pies de la caída.


6. «MADRE DE LOS CREYENTES»

Madre de los creyentes, que siempre fuiste fiel:
Danos tu confianza, danos tu fe Danos tu confianza, danos tu fe.

Pasaste por el mundo en medio de tinieblas, 
sufriendo a cada paso la noche de la fe, 
sintiendo cada día la espada del silencio;
a oscuras padeciste el riesgo de creer.

La fe, por el desierto, a lomos de un asnillo,
la fe, cuando en las bodas Jesús se hizo esperar.
La fe, cuando pensaron que el Hijo estaba loco.
La fe, sobre el Calvario al borde de acabar.

Guardaste bajo llave las dudas y batallas,
formándose el misterio al pie del corazón;
debajo de tu pecho de amor inagotable,
la historia se escribía de nuestra redención.


7. «SANTA MARÍA DEL AMÉN»

MADRE DE TODOS LOS HOMBRES
ENSÉÑANOS A DECIR AMÉN. (2)

Cuando la noche se acerca y se oscurece la fe.

Cuando el dolor nos oprime y la ilusión ya no brilla.

Cuando aparece la luz y nos sentimos felices.

Cuando nos llegue la muerte y Tú nos lleves al cielo.


8. SANTA MARÍA DEL CAMINO (MIENTRAS RECORRES LA VIDA)

Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás,
contigo por el camino, Santa María va.

VEN CON NOSOTROS A CAMINAR,
SANTA MARÍA VEN. (2)

Aunque te digan algunos que nada puede cambiar,
lucha por un mundo nuevo, lucha por la verdad.

Si por el mundo los hombres sin conocerse van,
no niegues nunca tu mano al que contigo está.

Aunque parezcan tus pasos inútil caminar,
Tu vas haciendo  caminos otros los seguirán.


9. «UN DÍA AL CIELO IRÉ»

Un día yo iré, al cielo, patria mía,
allí veré a María, oh sí yo la veré.

Al cielo, al cielo sí, un día yo iré,
al cielo, al cielo sí, allá yo la veré

Un día a verla iré, a aquella virgen bella,
y yendo en pos de Ella, mi amor le cantaré.

Un día, pronto iré, allá ella me espera,
la quiero contemplar, María acógeme.


10. «RESUCITÓ»

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

La muerte, dónde está la muerte?
¿dónde está mi muerte?
¿dónde su victoria?

Gracias sean dadas al Padre
que nos pasó a su Reino,
donde se vive de amor.

Alegría, alegría, hermanos,
que si hoy nos amarnos,
es que resucitó.

Si con Él morimos,
con Él vivimos,
con Él cantamos: Aleluya.


*Realizado de acuerdo al ritual de Exequias aprobado por la Iglesia Católica. Se puede adaptar según las necesidades dependiendo de quien presida la celebración.

algdr 2018.

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