sábado, 24 de octubre de 2020

«San Rafael Guizar y Valencia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy es la fiesta de san Rafael Guízar y Valencia, que fue un obispo que nació en Cotija, estado de Michoacán y diócesis de Zamora, México, el 26 de abril de 1878. La historia de su vida es muy bonita y edificante, yo la leí en el libro «Ángel sin ojos» de Carlos Loret de Mola. Huérfano de madre a los nueve años, Rafael hizo sus primeros estudios en la escuela parroquial y con los jesuitas. Maduró durante esos años su vocación y decidió seguir la llamada de Dios. En 1891 ingresó en el seminario y el primero de junio de 1901, a los 23 años, fue ordenado sacerdote. En la primera época de su ministerio sacerdotal, se dedicó con gran celo a dar misiones en Zamora y por diferentes regiones de México. Nombrado en 1905 misionero apostólico y director espiritual del seminario de Zamora, trabajó incansablemente para formar a los alumnos en el amor de la Eucaristía y la devoción tierna y filial a la Virgen. En 1911, para contrarrestar la campaña persecutoria contra la Iglesia, fundó en la ciudad de México un periódico religioso, que fue pronto cerrado por los revolucionarios. Perseguido a muerte, vivió durante varios años sin domicilio fijo, pasando toda especie de privaciones y peligros. Para poder ejercer su ministerio, se disfrazaba de vendedor de baratijas, de músico, de médico homeópata. Podía así acercarse a los enfermos, consolarlos, administrarles los sacramentos y asistir a los moribundos.

Acosado por los enemigos, no pudiendo permanecer más tiempo en México por el inminente peligro de ser capturado, pasó a finales del 1915 al sur de los Estado Unidos y al año siguiente a Guatemala donde dio un gran número de misiones. Su fama de misionero llegó a Cuba, en donde su apostolado fue fecundo, y ejemplar, incluyendo su caridad con las víctimas de una peste que diezmó en 1919 a los cubanos. El primero de agosto de 1919, mientras realizaba en Cuba su apostolado misionero, fue nombrado obispo de Veracruz. Los dos primeros años los dedicó a visitar personalmente el vasto territorio de la diócesis, convirtiendo sus visitas en verdaderas misiones. Predicaba en las parroquias, enseñaba la doctrina, legitimaba uniones, pasaba horas en el confesionario, ayudaba a los que habían sido víctimas de un fuerte terremoto. En 1921 logró rescatar y renovar el seminario de Jalapa, que había sido confiscado en 1914, pero el gobierno le incautó otra vez el edificio. El obispo trasladó la institución a la ciudad de México, donde funcionó clandestinamente durante 15 años. Fue el único seminario abierto durante esos años de persecución, llegando a tener 300 seminaristas. En diciembre de 1937, mientras predicaba una misión en Córdoba, sufrió un ataque cardíaco que lo postró para siempre en cama. Desde el lecho del dolor dirigía la diócesis y especialmente su seminario, mientras preparaba su alma al encuentro con el Señor, celebrando todos los días la santa misa. Murió el 6 de junio de 1938 en la ciudad de México. Fue el primer obispo de Latinoamérica canonizado.

El evangelio de hoy para esta fiesta (Jn 10,11-16) nos trae la parábola del Buen Pastor. Todo el mundo sabía en tiempos de Cristo lo que era un pastor y cómo vivía y trabajaba. Pero Jesús no es un pastor cualquiera, sino que es un ¡buen pastor! Diciendo que es el Buen Pastor, él se presenta como aquel que viene a realizar las promesas de los profetas y las esperanzas del pueblo. La vida de san Rafael Guizar y Valencia muestra perfectamente que el Evangelio puede llevarse a la práctica si se quiere, pues él es el retrato fiel del Buena Pastor el que conoce a sus ovejas y se deja conocer por ellas. Jesús dice que en la gente hay una percepción para saber quién es el buen pastor. El discurso sobre el Buen Pastor enseña dos cosas muy claras: Por una parte, prestar mucha atención a la reacción de las ovejas, pues ellas reconocen la voz del pastor y por otra, prestar mucha atención a la actitud de aquel que se dice pastor para ver si le interesa verdaderamente la vida de las ovejas, sí o no, y si es capaz de dar la vida por las ovejas. Jesús abre el horizonte misionero y dice que hay otras ovejas que no son de este redil. Y ellas no oyeron la voz de Jesús, pero cuando la oigan, se darán cuenta de que él es el pastor y le seguirán. Ojalá puedan leer la vida de san Rafael Guizar y Valencia. Mientras le pedimos a él y a la Santísima virgen María a la que tanto amó y le compuso un canto: «Oh Virgen Santa», que intercedan por nosotros. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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