Para el discípulo–misionero de Cristo, la historia no es un perpetuo volver a empezar, sino que sigue una progresión que destaca unas «visitas» de Dios, unas «intervenciones» de Dios, en días, horas y momentos privilegiados: el Señor ha venido, continúa viniendo y vendrá... para juzgar el mundo y salvarlo. Es verdad que los primeros cristianos esperaron, casi físicamente, la última venida —la Parusía— de Jesús... la deseaban con mucho ardor y rogaban para adelantar esa venida: «Ven Señor Jesús» (1 Cor 16,22; Ap 22,17-20). Nosotros seguimos expresando nuestro deseo de que el Señor vuelva en una de las respuestas de las plegarias eucarísticas: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús». La «venida del Hijo del Hombre» puede significar tanto el día del juicio final como la muerte de cada uno, como también esas pequeñas pero irrepetibles ocasiones diarias en que Dios nos manifiesta su cercanía, y que sólo aprovechamos si estamos «despiertos», si no nos hemos quedado dormidos en las cosas de aquí abajo. El Señor no sólo nos "visita" en la hora de la muerte, sino cada día, a lo largo del camino, si sabemos verle.
Después de invitar a cada uno de nosotros a la vigilancia, Jesús nos deja, en el Evangelio de hoy (Lc 12,39-48), una parábola con la que responde a Pedro que ha preguntado si eso lo dice por ellos como Apóstoles o por todos. Contestando a Pedro, el Señor hace una aplicación particular de la parábola del administrador o los «responsables de comunidades», que deben ser «fieles y sensatos». Sí, Jesús explica que el servidor de los sirvientes es solamente un administrador, no es el amo... llegará el día en que tendrá que rendir cuentas. Su papel esencial es «dar a cada uno el alimento a sus horas». Así pues, toda la Iglesia tiene que estar en actitud de «vigilancia»... cada cristiano, pero también y ante todo cada responsable. El Reino de Dios ya está inaugurado. Hay que estar vigilantes en cada momento porque el Señor llega a la hora que Él dispone y como Él mismo quiere. Las comparaciones del ladrón que puede venir en cualquier momento, o el amo que puede presentarse improvisamente, nos invitan a que tengamos siempre las cosas preparadas. No a que vivamos con angustia, pero sí con una cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el arreglo y el buen orden en las cosas que dependen de nosotros.
Hoy se celebra en la Iglesia la memoria de santa Úrsula y compañeras mártires que provenían de Inglaterra con esta santa, hija del rey, escapando de los sajones paganos que estaban invadiendo el país. Cuando su barco llegó a Colonia, Atila el terrible quiso casarse con la bella joven Úrsula. Las otras se las entregaría a sus soldados para que las violaran o hicieran lo que quisieran con ellas. Pero el fanfarrón no esperaba la respuesta de estas chicas. Cuando se les acercó y les hizo sus proposiciones, éstas respondieron todas al unísono con la negativa más rotunda que se puede imaginar, pues debían estar preparadas para llegada del Señor Jesús. Enfurecido Atila, las mandó matar de la manera más dura posible. En el siglo XIII la Sorbona la adoptó como patrona y lo mismo ocurrió en las universidades de Coimbra y de Viena. Que el ejemplo de estas santas mártires y la disposición de María Santísima, nos ayuden a nosotros a estar vigilantes en espera de la llegada del Señor. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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