En la Iglesia primitiva es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: «Será su ángel» (Hechos 12, 15). Cada ser humano desde el momento de su concepción tiene, pues, un Ángel de la Guarda. Dice el Catecismo de la Iglesia en el número 336: «Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión». Asimismo, añade una frase de San Basilio Magno: «Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para conducir su vida». En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la Guarda y mucho tiempo después, en el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó este día 2 de octubre.
El Evangelio de este día (Mt 18,1-5.10), recalca que los ángeles custodios, en el cielo, ven continuamente el rostro del Padre misericordioso que está en el cielo. Así captamos que los ángeles son un reflejo misterioso del rostro de Dios en nuestra realidad. Y, de hecho, cuando alguien, con su conducta desinteresada y alegre, nos refleja a Dios, solemos decir: «Es un ángel». De por sí podemos decir que hay personas que son insensibles a la realidad de los ángeles y hay otras, sin embargo, que, desde una fe bien fundamentada y sanamente vivida, perciben esta presencia y bendicen a Dios por ella. A nosotros que somos creyentes, los ángeles custodios nos revelan la presencia transcendente de Dios en cada persona, especialmente en los más pobres. El mayor en el Reino de Dios es el niño y el que se hace como niño, porque representa en forma paradigmática el despojo de todo poder. El despojo de la soberbia y de la prepotencia del poder, es la condición para entrar en el Reino. Uno entra en él cuando descubre el poder de Dios: el poder de su Amor, el poder de su Palabra, el poder de su Misericordia y el poder de su Espíritu. Reino de Dios es Poder de Dios. Los primeros cristianos realizaban signos y prodigios, porque estaban llenos de ese poder. Esta presencia de Dios en los más pobres, en los más necesitados, en los descartados que son los más grandes en el Reino, es lo que da a los pobres esa trascendencia: sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de Dios. Que María la Reina de los Ángeles nos ayude a vivir con gozo esta fiesta felicitando a nuestro Ángel de la Guarda. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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