domingo, 4 de octubre de 2020

«Todos somos hermanos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Parece ser que la parábola que hoy nos propone el Evangelio (Mt 21,33-43) y que es bastante dura, está dirigida principalmente a los dirigentes religiosos del Pueblo de Israel, aquellos hombres cumplidores y fieles que, sin embargo, no dan los frutos apetecidos por el dueño de la viña y a los que éste envía sucesivos mensajeros para advertirles de su postura equivocada. Pero los mensajeros no tienen suerte. Son sistemáticamente rechazados o ignorados. En un supremo esfuerzo, el dueño de la viña envía a su propio Hijo con la esperanza de que lo respetarán y lo oirán. Pero la ocasión les parece a los labradores muy oportuna: hay que matar al hijo y quedarse con su herencia. Y tal como lo pensaron, lo hicieron. Y viene la apostilla de la parábola: la viña les será arrebatada a aquellos labradores contumaces para dársela a otros capaces de entender el mensaje del dueño y convertir el arrendamiento de la finca en frutos abundantes y deseables.

Si leemos detenidamente la parábola, descubrimos que en ella está retratada la humanidad, esta humanidad que ha recibido de Dios una serie de posibilidades que no hemos sabido aprovechar como hermanos todos. Lo hemos recibido todo, hemos sido cuidados amorosamente por Dios. Nuestra respuesta como comunidad de creyentes ha sido deficiente, desagradecida, muchas veces rebelde. Pero a esta conclusión llegamos por nosotros mismos si sabemos oír la Palabra de Dios y profundizar en el significado de la fraternidad, el respeto y la ayuda mutua. La parábola es una forma de decirnos lo que vulgarmente nosotros expresamos con aquel dicho de «aplícatelo a ti mismo». Este aplicarse la parábola es la elaboración que debemos hacer. La vida como posibilidad, la vida como donación y la respuesta que esto implica ante nuestro Dios y toda la creación. Hoy estamos muy necesitados de captar con el corazón que todo lo debemos a la donación de Dios que ha sido extremadamente bueno. No somos ni independientes ni autónomos. Gratis lo hemos recibido todo y sólo somos autónomos en el agradecimiento, en la respuesta. Solamente llevados por la gratitud a Dios y los hermanos podemos, como discípulos–misioneros emplear magnánimamente lo recibido y trabajar con afecto en la viña del Señor, no como aquellos que se quisieron aprovechar para sí mismos.

Hoy celebramos a un santo muy conocido, quizá el más conocido de todos, san Francisco de Asís. Su historia la conocemos casi todos gracias a la extensa literatura sobre él, películas y presentaciones. Quisiera detenerme más bien en el gesto que tuvo el Papa Francisco el día de ayer en la víspera de esta fiesta al firmar allí en Asís su tercera encíclica: «Fratelli Tutti» que se publica el día de hoy y cuyo título se inspira en los escritos de san Francisco: «Miremos, todos los hermanos, al buen pastor que sostuvo la pasión de la cruz para salvar a sus ovejas» (Admoniciones, 6, 1: FF 155). El Papa fue a Asís, la ciudad natal de San Francisco, patrono de la ecología, presidió la Santa Misa ante la tumba del Santo y al final de la celebración eucarística firmó el documento. El Papa quiso que la ceremonia tuviera un carácter privado en respeto de las medidas restrictivas por la pandemia que vivimos. Francisco de Asís fue el hermano de todos y de todo. Con su mirada supo descubrir en todas las criaturas la huella del Padre Dios y los miró como hermanos. Este santo es conocido por su gran amor a la creación que le rodeaba: toda la naturaleza y cuantos la habitan: personas y animales, grandes y pequeños. Su amor fue grande, muy grande, tanto que desbordaba y lo entregaba a manos llenas hasta el día de hoy, incluso a nosotros, como modelo de amor y respeto a nuestra casa común, hogar y misión. Que tengamos todos la oportunidad de leer esta encíclica y amar al estilo de Francisco, como busca hacerlo el Papa Francisco y todos los que nos hemos dejado sorprender por Dios como el «Poverello» de Asís. Que María santísima nos ayude. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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