Vinieron luego otras victorias más, por lo que León XIII, cuya devoción por esta advocación hizo que fuera apodado el Papa del Rosario, escribió varias encíclicas referentes al rosario y consagró el mes de octubre al rosario e incluyó el título de «Reina de Santísimo Rosario» en la letanía de la Virgen. Mas tarde, tanto la Virgen de Lourdes en su aparición de 1858 como la de Fátima en 1917 pidieron a sus videntes que rezasen el Rosario para que la Virgen, vencedora de tantas batallas, ayudase al hombre de hoy a vencer las suyas. Hoy contemplando su imagen queremos decirle: «Bienaventurada por haber creído»,«Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor» (Lc 1,45), como exclamó llena de gozo Santa Isabel. Por eso queremos celebrar este día asistiendo —como nos invitaba a hacer San Juan Pablo II— a la escuela de María que nos lleva siempre a Cristo (cf. Carta Rosarium Virginis Mariae), la Misericordia encarnada.
El Evangelio de hoy nos pone el Padre Nuestro (Lc 11,1-4). Y, definitivamente, si alguien ha vivido en plenitud el Padre Nuestro, ha sido la Virgen María, por eso en la oración del Rosario la oración del Padre Nuestro es imprescindible y encabeza cada uno de los misterios. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se narra que, después de la Resurrección de Cristo, en la primera comunidad cristiana la Virgen estaba junto a los apóstoles cuando estos se reunían para orar. El Evangelio nos dice que Jesús enseñó a sus apóstoles la oración del Padre Nuestro cuando le pidieron que les enseñara cómo orar. Por eso, al orar junto a los apóstoles «es posible y fascinante pensar que la oración que rezamos actualmente haya podido ser dicha por María». María ya era una mujer de oración incluso desde antes de la visita del ángel Gabriel y contemplaba la misericordia del Padre. Sólo una persona de oración podría haberle dicho que «sí» a Dios en ese momento de la Anunciación. Las palabras de María al ángel: «Hágase en mí según tu palabra» son un eco de las palabras del Padre Nuestro, «Hágase tu voluntad». Unidos filialmente a nuestra Madre, María, Maestra en modelar el corazón con la misericordia de Dios. Recemos el rosario, en particular o en familia, en el templo o en la calle, pues sigue siendo un arma valiosísima que ella misma ha puesto en nuestras manos, para interceder poderosamente y para interiorizar en nosotros el amor misericordioso de Dios el Padre nuestro. ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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