viernes, 16 de octubre de 2020

«Dios nos libre de la hipocresía»... Un pequeño pensamiento para hoy


La hipocresía de la que habla hoy el Evangelio (Lc 12, 1-7), es el pecado típico de los fariseos (cf. Lc 11,42-44) —aunque ciertamente debe haber habido fariseos buenos que cumplían con la ley y no eran como los demás—. Jesús viene a enseñarnos que todo su discípulo–misionero debe proceder sin disimulo, sin doblez, sin mentira, sin hipocresía. Su conducta debe ser siempre franca, como quien obra a la luz del día, como en plena plaza. Toda su acción, toda palabra suya será un día testimonio público. El discípulo–misionero es el amigo de Jesús, el que recibe sus confidencias, el hombre de la intimidad. Con el discípulo–misionero Jesús no tiene secretos (Jn 15,14-15). Y el discípulo–misionero, como amigo de Jesús, compartirá con él hasta su misma suerte de persecución y de muerte (Jn 15,18-21; 16,1-4; 1 Jn 3,13)sufrirá igual que los demás, como muchos de nuestros hermanos que sufren por la Covid-19. El discípulo–misionero debe mantenerse siempre fiel al amigo que no defrauda y que hace compartir su misma Cruz. Junto al discípulo–misionero, a su vera, fija su amorosa mirada sobre él, está siempre el Padre misericordioso. La historia personal, íntima, y la historia comunitaria, está en sus manos. Aun cuando sus caminos resulten incomprensibles para la sabiduría humana (Is 55,8-9), como quizá resulte incomprensible esta pandemia que se alarga y se alarga.

Jesús dice a los suyos que tengan «cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía». La levadura hace fermentar a toda la masa; puede ser buena, como en el pan y en la repostería, y entonces todo queda beneficiado; pero si es mala, todo queda corrompido. Ante esto, todo discípulo–misionero ha de ser un buen fermento e ir contagiando a otros la mentalidad cristiana, la esperanza y la paz, la amabilidad, el humor y el temor de Dios. Todos somos levadura: buena o mala. Nuestra vida no deja indiferentes a los que nos rodean. Influye en bien o en mal. En vez de dejarnos inficionar por la levadura sensual y materialista de este mundo, los discípulos–misioneros debemos mantener nuestra identidad con valentía y además influir en los demás. En vez de acomodarnos a lo que piensa la mayoría, si es que no va de acuerdo con el evangelio de Jesús, debemos ser minoría decidida y eficaz, que da testimonio profético de los valores en que creemos, sabiendo, como nos dice hoy el Evangelio, que Dios no se olvida de nosotros. Como cuida de las aves y las flores. ¿Cómo va a dejar que queden sin recompensa nuestros esfuerzos por vivir en cristiano y por ayudar a los demás? Jesús nos muestra su propia cercanía y nos asegura la ayuda del Padre misericordioso: «a ustedes les digo, amigos míos: no tengan miedo a los que matan el cuerpo... pues ni de uno solo se olvida Dios».

Entre los santos que hoy celebra la Iglesia está san Gerardo María Mayela. Nació en Italia el 23 de abril de 1725. Perdió a su padre cuando tenía 12 años, sumiéndose él y su familia en la más absoluta pobreza y abandono. Años más tarde, intentó ingresar a la orden de los capuchinos, pero su precaria salud se lo impidió; pero, fue aceptado como hermano lego en los redentoristas sirviendo a su orden como sacristán, jardinero, portero y sastre, el oficio de su padre. Posteriormente, el santo fue acusado por una mujer embarazada de ser el padre del hijo que esperaba; San Gerardo guardó silencio y no intentó defenderse de las acusaciones de la mujer. La actitud piadosa y silente del santo hizo reflexionar a la mujer quien se retractó y reiteró ante todos, la integridad del santo. De esta forma, San Gerardo es considerado como el «Patrono de las embarazadas». También, fue reconocido entre los feligreses por su reputación de buen consejero por sus sólidos valores y recta moral, además de su caridad y generosidad entre los más necesitados. Ciertamente san Gerardo Mayela fue buena levadura, ajeno a toda clase de hipocresía. Falleció en 1755 a causa de una tuberculosis. Fue canonizado el 11 de diciembre de 1904 por el Papa San Pío X. Que san Gerardo nos ayude a que bajo la mirada amorosa de María desterremos toda clase de hipocresía para ser buena levadura. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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