La Iglesia empezó en Israel, un pueblo pequeño en el concierto político de su tiempo, animada por unos apóstoles que eran personas muy sencillas, en medio de persecuciones que parecía que iban a ahogar la iniciativa. Pero, como el grano de mostaza y como la pequeña porción de levadura, la fe cristiana fue transformando a todo el mundo conocido y creció hasta ser un árbol en el que anidan generaciones y generaciones de creyentes. Así crece y se va estableciendo el Reino de Dios, en un «ya» pero «todavía no», porque está en desarrollo. Y así crecen, en general, las iniciativas de Dios. Esa es la fuerza expansiva que posee su Palabra, como la que ha dado en el orden cósmico a la humilde semilla que se entierra y muere. Estas palabras de Jesús corrigen nuestras perspectivas de querer todo al instante. Nos enseñan a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Su Reino —su Palabra, su Evangelio, su gracia— actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu.
La beata María de la Encarnación —María Vicenta— Rosal, en una ciudad de Ecuador llamada Tulcán, fundó las Hermanas de Belén, con el fin principal de reivindicar la dignidad de la mujer y formar cristianamente a las niñas. Aquí en esta mujer a quien la Iglesia recuerda el día de hoy, se hace vida eso que acabamos de ver de la semilla de mostaza y la levadura... Una semilla pequeñita, un poquito de levadura y la obra se extendió. El ansia por la gloria de Dios y la salvación de los hombres la llevó a servir con solicitud al hermano necesitado y a dar impulso a la educación de la niñez y de la juventud en los colegios, escuelas y hogares para niñas pobres, como también a dedicarse a otras obras de promoción y asistencia social en Guatemala, Costa Rica, Colombia y Ecuador. Infatigable misionera, es considerada como una de las impulsoras de la formación integral de la mujer en el continente latinoamericano. Falleció el 24 de Agosto de 1886 en Ecuador tras caerse del caballo que la transportaba de Tulcán al Santuario de Las Lajas, en Otavalo. Su cuerpo se conserva incorrupto luego de 110 años. Su instituto trabaja actualmente en 13 países. Fue beatificada el 4 de mayo de 1997 en el Vaticano y su fiesta se celebra hoy, 27 de octubre. Que ella y la Santísima Virgen María, a quien tanto amó intercedan por nosotros para que con nuestra semillita de mostaza y un poquito de levadura, ayudemos a establecer el Reino de Dios entre nosotros. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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