El 1° de septiembre de 1574, San Juan fundó la Fraternidad de Sacerdotes Reformados de la Santísima Virgen, que tras su muerte adoptó el nombre de Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios. Dicha Orden daba especial importancia a la obediencia, al camino de la santificación personal, el acompañamiento espiritual, la asistencia sacramental de los fieles y la penitencia. En el año 1596, y bajo petición del Papa Clemente VIII, cumplió el rol de «Reformador» y «Visitador Apostólico» de diversos monasterios y conventos. En 1603, Juan Leonardi, en colaboración con el español Juan Bautista Vives y el jesuita Martín de Funes, fundó un centro de estudios misionales, que con el tiempo sería el Colegio Urbano de Propaganda Fide que existe hasta la actualidad. San Juan Leonardi murió en Roma el 09 de octubre de 1609. En la Pascua de Resurrección de 1938, el Papa Pío XI, lo canonizó y recientemente, el 08 de agosto de 2006, el Papa Benedicto XVI lo ha nombrado «Patrono de los Farmacéuticos».
El Evangelio de este día (Lc 11,15-26) nos habla de un hombre fuerte que bien armado guarda su palacio y sus bienes están seguros. Podemos decir que San Juan Leonardi guardó su palacio, es decir, su vocación cristiana y específica en el sacerdocio y por eso logró tanto poniéndose en las manos de Dios para reformar la vida de fe y llevar a mucha gente a metas altas de santidad. Todos podemos entender claramente que tenemos que cuidar nuestro palacio implicados en la lucha entre el bien y el mal. El mal —el Malo— sigue existiendo y sigue queriendo hacer de las suyas. Al leer cómo Jesús liberaba a los posesos y curaba a los enfermos, San Juan Leonardi se convenció de que «el Reino de Dios ya ha llegado a nosotros» y que su fuerza salvadora, está siempre actuando a través de quien se deja tocar y mover por Jesús que es «el más fuerte» que ha vencido al poder del mal, en su Pascua, y ahora nos invita a que nos unamos a él en esa lucha: «el que no está conmigo, está contra mí». No podemos ser meros espectadores en la gran batalla, hay que asegurar la propia vocación y luchar contra el maligno que es sutil y que busca frenar nuestra entrega. Guardar, asegurar, cuidar nuestro palacio es vivir en la bondad y generosidad de un Dios que defiende incondicionalmente la vida de las personas y nos hace instrumentos. Que San Juan Leonardi y María Santísima intercedan por nosotros para que hagamos mucho bien. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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