jueves, 15 de octubre de 2020

«Santa Teresa de Ávila»

¡Quién no ha escuchado hablar de santa Teresa de Ávila la gran santa española a quien hoy celebra la Iglesia! Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección, han dado la vuelta al mundo y han sido traducidos a muchas lenguas. Teresa nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. A los dieciocho años, entró en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprendió una nueva vida cuya divisa fue: «O sufrir o morir». Es entonces cuando fundó el convento de San José de Ávila, primero de los quince Carmelos que establecerá en España. Con San Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Murió en Alba de Tormes, al anochecer del 4 de octubre de 1582. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970. Santa Teresa vivió un amor incondicional a la Iglesia, en tiempos recios, y la aspiración a la perfección-santidad, como móvil y meta final de la vida.

El Papa Benedicto XVI, en la audiencia general del 2 de febrero del año 2011, destacó de Santa Teresa, entre otros, los siguientes rasgos que ahora les comparto: «En primer lugar, propuso las virtudes evangélicas como la base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o la pobreza evangélica; el amor mutuo, como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad, como amor a la verdad; la determinación, como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar otras virtudes humanas como la afabilidad, la veracidad, la modestia, la amabilidad, la alegría y la cultura. En segundo lugar, santa Teresa nos marcó una profunda sintonía con los grandes personajes bíblicos y con la escucha viva de la Palabra de Dios. Ella se siente identificada, sobre todo, con la esposa del Cantar de los cantares y con el apóstol San Pablo; además del Cristo de la Pasión y del Jesús eucarístico. En tercer lugar, la santa subrayó cuán esencial es la oración; orar, recordamos, significa “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Vida 8, 5)».

Teresa nos enseña que la vida es para vivirla de verdad, desde Dios, y para que Dios, nuestro «Amigo» viva en nosotros. Las Bienaventuranzas del Evangelio (Mt 5,1ss) son claras: tenemos que ser pobres «para dejarnos amar por Dios»; y, tenemos que ser mansos, «para dejar a Dios ser Dios en nuestras vidas». Qué pena que a los fariseos y a los escribas la vida se les iba en prácticas solamente externas y en dimes y diretes por cosas que no son esenciales. Los fariseos, según nos narra hoy el Evangelio (11,47-54) estaban dispuestos a honrar a los profetas muertos, haciendo la comedia de edificarles monumentos. Pero no hacían caso a los profetas vivos. Los trataban igual que sus antepasados a los profetas de antes. La enseñanza de hoy es clara para nosotros y es referida no es sólo para los doctores de la Ley; es referida al pueblo de Israel contemporáneo de Jesús que ha rechazado el mensaje de salvación. Y es también dirigida a todos los hombres y mujeres que, violentando la verdad y el amor en la historia, se cierran al Evangelio de alegría y la amistad con Cristo. ¡Cuánto le falta al mundo la sabiduría de santa Teresa de Ávila, que supo centrarse en el amor de Dios! Con la voluntad de caminar por la senda de Aquel que es camino, verdad y vida dejemos que ella nos conduzca hasta la Virgen, Madre y Maestra, a cuyo regazo acudió ella confiadamente. Que María, Madre de misericordia, nos muestre a Jesús, el Amigo que nos llama a entrar en oración estando a solas con Él. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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